PESADILIAS CUARESMALES
TIENTA EL YO Y LIBRA EL ESPÍRITU
Midrash de Jesús en el desierto
Juan Masiá
Natanael rema hasta Patmos. Le recibe en la playa el nieto de
Nicodemo, cuidador del anciano Juan, el evangelista. Juan pierde vista y ya no
lee ni escribe. Le regala a Natanael un tesoro heredado de Malena: papiros del
diario de Jesús. Los consultó en su día Lucas para escribir con exactitud
(akribós grapsein, Lc 1,3) el guión de un DVD para Teófilo en la red de Biblia
Digital.
Natanael está leyendo la secuencia de los cuarenta días en el
desierto. Dice así el diario de Jesús:
Día 3 de luna menguante:
Soledad inquietante. Me debilita el ayuno. Pienso en el Bautista.
¿Sobrevivirá? Santiago decía que lo degollarían. Los de Santiago querían que yo
me preparase para sucederle, pero me escapé. Lo mío no es bautizar. Además, no
puedo hablar de Dios como él. Juan predica diciendo: “Ay de vosotros, si no os
convertís, vendrá la ira de Yavé con látigo y fuego” (Mt 3, 10-12). Yo prefiero
otro estilo de predicación: “Alegraos y confiad, porque siempre estáis a tiempo
de convertiros. Ya está empezando a reinar Dios en vuestro medio” (Mt 4,
12-17Mt 11, 25-30).
(Siguen unas líneas ininteligibles, luego, medio borrosas frases:
a todo hijo de vecindad, a cualquier hijo de humanos... la voz le dice: “tú
eres mi hijo, mi hija...”).
Noche de luna nueva:
Espléndido firmamento. Recuerdo a mi madre, cuando mi hermano José
y mi hermana Myriam se oponían a mi ida al Jordán: “Tú, hijo mío, sigue tu
estrella, como nos enseñó el peregrino Melchor días después de tu
nacimiento“.
A mi madre le había anunciado Simeón contradicciones y
soledad. Ana le anunció dolores. Pero en casa la hemos conocido siempre con
cara de María de la O, Macarena de Esperanza. Mi madre ha vivido siempre
animada, abrazada al mismo tiempo por la Ruah y por mi padre, antes de los
partos, en los partos y después de los partos...
Día 4 de luna creciente:
Este ayuno me debilita. ¿Debería continuar? No lo veo claro.
Pregunto al cielo, pero Abba se calla. ¡Abba, no me desampares! Hoy al alba
recogí maná y me alimenté, pero me supo a poco. En siesta tuve pesadillas.
Soñaba con usar la fuerza de la Ruah para convertir piedras en pan, trepé hasta
el pináculo del templo y descendía por los aires volando triunfalmente sobre la
multitud en volandas de coros angélicos, luego tuvo un mítin junto a la torre
pretoria para convencerlos de unirse a los celotes en un golpe de estado contra
Jerusalén y contra Roma...
Día 7 de luna creciente:
De nuevo pesadillas. Apareció Satán proponiendo con lenguaje
sibilino: “La fuerza que notas en tí no es de la Ruah, sino de Belcebú que te
posee. Reconócelo y adórame. El mundo entero será tuyo”. (Lc 4, 7; Mc 3, 22)
Desperté con sudor frío y arritmia. El cuerpo me pedía vomitar, pero no pude;
no había probado bocado anoche. ¿Cómo sacudir de mi cabeza este torbellino de
imaginación? Dejaré de ayunar. Cazo un conejo, lo aso y me recupero. Lástima no
tener vino, que alegra el corazón deprimido.
Luna llena de Nisán:
Últimamente todo está cambiando. Hasta mejora el aroma del romero
y tomillo. Subo cada mañana a lo alto para ver salir el sol. Hay que aprender
en las alturas a ser “teleioi”, es decir, perfectos, pero no como los
perfeccionistas, sino con la anchura de corazón y amplitud de miras del
“telos”(horizonte) de Abba, que envía desde las alturas sol y lluvia sobre
buenos y malos, sobre justos y pecadores .
Ahora veo claro que esas pesadillas eran tentaciones del yo, pero la Ruah me
libra de ellas. Haré escala en Samaria para proveerme de pan y vino.Y regresaré
a Galilea. Hacia allí me empuja la Ruah. La oigo que me llama: “Ve a dar
esperanza al pueblo pobre, llévales liberación, abraza al infectado sin miedo
al contagio, diles que son dichosos a pesar de ser injusticiados, que son
felices, no por ser pobres, sino a pesar de serlo, porque la Ruah está de su
parte y quiere que se libren de su pobreza, que no solo de pan se vive, pero
que hay que compartir lo que tenemos para que peces y panes se multipliquen por
obra y gracia de la solidaridad, que hay que salir del engaño del poder, que se
fíen del poder de la Ruah, voz de los sin voz y fuerza de los sin fuerza...”
(Aquí acaba la media página rota del papiro en puntos suspensivos.
Transcribimos a continuación, un trozo del papiro de Lucas, en griego y con
letra de médico, conservado en el archivo del nieto de Nicodemo. Está escrito
con audacia y “parresía” (Act 4, 31), tras consultar los papiros que conservó
Malena).
Dice así el texto del médico escritor Lucas
para su blog de
Biblia Digital (Lc 4, 1-13):
Jesús renunció a seguir en el Jordán de los bautizadores. Sintió
en su interior una fuerza irresistible de la Ruah (Mc 1, 12’14;Lc 4,14 y 4,43),
que le impulsaba a caminar. Presentía Quién le empujaba, pero no veía claro
hacia dónde. Se adentró en el desierto, entrenándose con ayuno y meditación.
¿Lograría entender lo que dice el Espíritu de Vida a quien camina escuchando?
(Lc 4, 1-2).
El ayuno le debilitó y el exceso de meditación le provocó náuseas
de estómago y alucinaciones de cerebro. Tuvo pesadillas angustiosas. Se le
apareció en sueños una figura extraña, medio humano, medio cabrito. Pero el
rostro del monstruo parecía su propio retrato, solo que en la frente llevaba
una leyenda: “yo soy yo, 666” (Ap 13, 18).
“Vamos a usar la Fuerza, gritaba el energúmeno, haremos de piedras
pan, volaremos milagrosamente por los aires y todo el mundo nos adorará” (Lc
4,4)
De pronto, la extraña figura se metamorfoseó en un dragón con tres
cabezas: la de un emperador coronado, la de un pontífice magno tocado de mitra,
y la de un político corrupto millonario de derechas (Ap 13).
Jesús se despertó angustiado. Salió a la intemperie. Bebió del
escaso hilillo que brotaba entre las rocas y se lavó la cara, descansó boca
arriba mirando las estrellas y quedó de nuevo dormido.
Esta vez el sueño fue sereno. Pasó la nube. Soñó que dormía como
Jacob: por la escala entre cielo y tierra trepaban y descendían ángeles (Gn 28,
11-19).
Una voz de querubín le animó: “¡Lo que te queda por ver, Jesús!,
verás cosas mayores (Jn 1, 50), nos verás revolotear sobre todo hijo de
humanos, sobre cualquier hija de hombre, sobre cualquier hijo de mujer (Jn 1,
51).
Un serafín desenrolló la Escritura y le leyó al oído: ‘Sólo al
Señor tu Dios adorarás... No sólo de pan se vive... Sólo al Señor te
rendirás... Él es el único poder que no te esclaviza, sino te libera... Que no
te tiente tu yo, que no te tiente el poder, no tientes a Abba...’ (Dt 8,3;
6,13; Ps 90, 11-12; Dt 6,16);
Jesús se despertó pacificado (cf. Jn 12, 29-33). Se sentía ungido
por Abba (Mc 1,11) y abrazado por la Ruah (Mc 1,10). Y ya no volvió a tener
esas pesadillas hasta tres años más tarde: la noche antes de que lo ejecutaran
soñaría en el Huerto que no quería beber el caliz de pasión (Lc 22, 41-44); al
día siguiente, medio en coma sobre la cruz, soñaría que quería desclavarse para
convencer con un milagro a videntes ciegos (Mt 27, 39-44). Pero de ambos sueños
de última tentación le libraría la Ruah (cf. Lc 4, 18-21), en cuyos brazos
exhalaría el último suspiro con todo ya consumado (Jn 19, 30). Superaría la
tentación de bajarse de la cruz (Mc 15, 30) y se dejaría morir hacia Abba (Mc
15, 37; Lc 23, 46) para vivir eternamente en su seno (Jn 19, 30).
Cuando Jesús salió de su cuarentena en el desierto, su camino
estaba claro: puso rumbo a Galilea. Iba a partir pan con pobres, sin negar a
nadie su vino. Iría diciendo por los caminos: Amigo soy, soy vuestro amigo...
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