Pbro. Gabriel Martín Ghione
Homilía I
Domingo de Cuaresma:
Tentados
La liturgia
reserva para el primer domingo de cuaresma el relato de las tentaciones en sus
diversas versiones, en este ciclo, Lucas.
Es
interesante descubrir ante todo que más que un momento puntual de la vida de
Jesús, se tratan de las diversas tentaciones que pudo sufrir en todo su
ministerio[1][1].
La primera
de ella se refiere al pan, puede denotar la fragilidad y vulnerabilidad de
Jesús que tiene hambre. Cómo nos cuesta asumirla en nuestra vida. Muchas veces
y de diversas maneras nos manifestamos como autosuficientes: tenemos la razón
en todo, los otros son quienes se equivocan, no necesito de nadie, no me dejo
ayudar. Jesús reconoce su vulnerabilidad, sabe que tiene hambre. El convertir
la piedra en pan puede encerrarlo en sí mismo, Jesús se abre a la acción del
Padre, porque uno no solo vive para sí sino para el otro/Otro. En el ministerio
Jesús acusa a sus contemporáneos que no lo buscan por los signos sino porque
han comido pan hasta saciarse. Jn 6, 26, la fe que nos propone Jesús no es una
fe que nos deja satisfechos sino que se abre al proyecto de Dios.
En la
segunda la tentación es acerca de un modo de ejercer el poder. Tener todos los
reinos a sus pies. Podemos pensar que por mi situación de vida esta tentación
no tiene lugar de apoyo, que no es para mí pero hay actitudes que manifiestan
la intención de querer a los demás a nuestros pies o comiendo de nuestra mano.
Cuántas veces manipulamos a los demás a través de los sentimientos o relaciones
de dominio. Cuando el querer del otro tiene que coincidir con el mío para que
sea verdadero, cuando niego la sana libertad y quiero que todo se haga y piense
teniéndome en cuenta. No hay nada más peligroso que creer que no tenemos poder
cuando realmente lo tenemos porque seguramente el despotismo está mostrando
alguna de sus caras. El evangelista Juan nos presenta que Jesús luego de la
multiplicación de los panes se retiró a un lugar solitario porque se querían
apoderar de él para hacerlo rey Jn 6, 15, la fe que nos presenta Jesús nos
ayuda a vivir el poder desde el servicio, desde la libertad, desde el no
sometimiento. Jesús no quiere reinar, quiere servir. Adorar a Dios es la clave
de no adorar el poder.
La tercera se refiere a una misión exitosa, asombrosa, casi mágica. “Ser
llevado en manos de los ángeles”, en nuestra vida se da cuando queremos una fe
mágica, que solucione mis problemas, que transforme en mi lo que no quiero
cambiar, una fe que tranquilice mi conciencia y me de la paz producto de la
indiferencia total. Muchas veces queremos que todo sea ya, que de un momento a
otro el poder de Dios irrumpa de tal manera que deshaga todo el mal y la
angustia ocasionada, o que resuelva problemas que son producto de nuestras
malas decisiones. Un fe fácil, una fe productiva, una fe espectacular, de show.
En el capítulo 6 de Juan, los judíos no aceptaban y murmuraban de Jesús porque
era el hijo de José, nada extraordinario Jn. 6, 41-43. Jesús quiere una fe
sencilla, cotidiana, una fe accesible a todos que no requiere grandes
intervenciones y manifestaciones extraordinarias. Jesús no quiere una fe sin
tropiezos, exitosa, sino esa que se va gestando en nuestra historia que camina
tras sus huellas, una historia marcada por la Pascua.
Skipe: ghione.gabriel.martin
"Servidores de ustedes por amor de Jesús" 2 Cor 4,5
[1][1] Al final de cada tentación coloco una referencia al Evangelio de Juan
que manifiesta precisamente esto, este evangelista no nos trae el elenco de las
tentaciones pero las inserta de otro modo en el discurso del pan de vida del
capítulo 6
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