sábado, 23 de febrero de 2013


Diácono Lucas Trucco

Domingo II de cuaresma –ciclo C-

·        Jesús sube al monte y se transfigura (es decir: se desnuda), a fin de que ellos también se desnuden y vean lo que son, que escuchen (¡todos son mis Hijos!), para que puedan descender del monte y asumir la gran tarea de la transformación, transfiguración humana.[1]

·        La vida de oración se puede comparar con la subida a un monte, como de manera insuperable la describió Juan de la Cruz. Subir una montaña tiene algo de fascinante, de desafío y de aventura. La cima, vislumbrada de lejos, atrae y promete vistas inimaginables desde la comodidad del valle. Pero, una vez acometido el ascenso, se experimenta enseguida la dificultad de la empresa. La montaña protege su misterio y parece oponerse a la conquista. Para subir la montaña hace falta una voluntad de hierro, perseverancia, inteligencia para dosificar el esfuerzo, y también fe.[2]

·        El evangelista Lucas ha introducido detalles que nos permiten descubrir con más realismo el mensaje de un episodio que a muchos les resulta hoy extraño e inverosímil. Desde el comienzo nos indica que Jesús sube con sus discípulos más cercanos a lo alto de una montaña sencillamente “para orar”, no para contemplar una transfiguración. En la vida de los seguidores de Jesús no faltan momentos de claridad y certeza, de alegría y de luz. Ignoramos lo que sucedió en lo alto de aquella montaña, pero sabemos que en la oración y el silencio es posible vislumbrar, desde la fe, algo de la identidad oculta de Jesús. Esta oración es fuente de un conocimiento que no es posible obtener de los libros.[3]

·        La escucha ha de ser la primera actitud de los discípulos.
·        Los cristianos de hoy necesitamos urgentemente “interiorizar” nuestra religión si queremos reavivar nuestra fe. No basta oír el Evangelio de manera distraída, rutinaria y gastada, sin deseo alguno de escuchar. No basta tampoco una escucha inteligente preocupada solo de entender. Necesitamos escuchar a Jesús vivo en lo más íntimo de nuestro ser. Todos, predicadores y pueblo fiel, teólogos y lectores, necesitamos escuchar su Buena Noticia de Dios, no desde fuera sino desde dentro. Dejar que sus palabras desciendan de nuestras cabezas hasta el corazón. Nuestra fe sería más fuerte, más gozosa, más contagiosa.[4]
·        La verdadera oración cristiana es escucha y acogida de la Palabra que nos ha hablado, de Jesucristo, el Hijo primogénito del Padre. Y esa Palabra nos invita a volver a bajar al valle, al encuentro con los demás, a caminar con ellos.




[1] Frase tomada de la reflexión de Juan Manuel González del Domingo II de cuaresma de 2013
[2] Cfr pág. Web “Ciudad Redonda”
[3] Cfr pág. Web “Odres nuevos”
[4] Cfr pág. Web “Odres nuevos

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