jueves, 28 de febrero de 2013


Pbro. Diego Fenoglio
Tercer Domingo de Cuaresma – Ciclo C 2013

“No bastan las palabras...”


Un hombre se fue a jugar cartas un viernes santo y perdió todo lo que tenía; volvió triste a su casa y le contó a su mujer lo que le había pasado. La mujer le dijo: «Eso te pasa por jugar en viernes santo; ¿no sabes que es pecado jugar en viernes santo? ¡Dios te castigó y bien merecido que lo tienes!» El hombre se volvió hacia su señora y con aire desafiante le dijo: «¿Y qué te piensa tú, que el que me ganó jugó en lunes de pascua o qué?»


Generalmente no vemos las cosas como son sino que vemos lo que suponemos que debemos ver. Estamos llenos de prejuicios y aplicamos nuestros esquemas para leer la realidad. Es imposible desprenderse totalmente de los prejuicios, pero por lo menos vale la pena estar atentos frente a ellos. La historia con la que comenzamos revela un prejuicio religioso, pero así como éste, hay miles de prejuicios políticos, raciales, culturales... Un prejuicio muy extendido es el que supone que detrás de lo que nos pasa está Dios castigándonos o premiándonos por nuestro comportamiento moral. Quién no ha pensado alguna vez que lo que le ha pasado, bueno o malo, tenía que ver con su comportamiento anterior. Dios no anda por ahí castigando y premiando a la gente. No podemos echarle la culpa a Dios de todos los males ni pensar que nos está premiando por portarnos bien…Lo que nos pasa es siempre una llamada para volvernos a Dios...


Vivimos en sociedades llamadas cristianas. "Occidental y cristiana" se decía, y los frutos fueron torturas, desapariciones, asesinatos, delaciones, miedo, desesperanza... y más todavía: hambre, desocupación, analfabetismo, falta de salud y vivienda, desesperanza... y "por los frutos se conoce el árbol". Hoy, muchos llamados cristianos siguen viviendo su fe muy lejos de los frutos de amor y justicia que nos pide el Evangelio….."Dios mío: quiero pedirte perdón hoy por haberme olvidado de lo más importante: que eres mi Padre; Señor, nunca más quiero tenerte miedo, soy tu hijo y no tu esclavo. Desde hoy en adelante quiero que estés contento conmigo. Quiero demostrarte con hechos, y no con meras palabras, que te quiero... quiero amarte en cada hombre que me salga al encuentro, porque ésa es tu voluntad. Quiero sufrir con mis hermanos que están sin trabajo, quiero sentir como mía la angustia de miles y miles de jubilados... Haz, Señor, que como Tú, pase por la vida desparramando amor" (Carlos Mugica).


No bastan las palabras. Un pueblo redimido por Cristo, debe edificar, con su vida un Reino que dé frutos de verdad, de justicia y de paz, de libertad, de vida y de esperanza.... Estamos lejos, ¡muy lejos! de lograrlo. En comunidades hay también frutos muy vivos de solidaridad, de paz, de oración, de justicia y de vida, de celebración y de esperanza... y podríamos multiplicar los frutos que vemos en las comunidades; pero todo lo anterior también es cierto. Faltan muchos frutos que dar, falta mucha vida que cosechar y alegría que festejar. Jesús nos enseña la “dinámica del fruto” para aprender a reconocer allí un Dios que sigue hablando y que nos sigue llamando a la conversión. No para una conversión individual y personal, sino que dé frutos para los hermanos, para la historia y para la vida. Y la Cuaresma es tiempo oportuno para empezar a darlos...

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