Reflexiones sobre las lectura bíblicas
de la Misa del domingo 29 de Julio
Pbro. Lucas Trucco
1º
Lectura: “Dáselos a la gente para que coma”
2º
Lectura: “Traten de conservar la unidad del
Espíritu”
Evangelio: “Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados”
Aquella generosidad del profeta se refleja tiempo
después en Jesús y en un niño que inocentemente ofreció todo lo que tenia. La
inocencia de este muchacho no debemos pensarla como si fuera un niño irracional
que no tiene ni idea de lo que pasa en la realidad. O creer que en el texto se
puso a un niño para que sea más tierno el relato. La generosidad del infante es
un llamado a tener un corazón de niños que fuera de todo cálculo y razonamiento
egoístas –porque muchas veces pensamos en como No compartir lo que tenemos; y
ponemos grandes excusas para no ayudar a los más débiles- cree en la Gracia y
el amor de Dios que mueve los corazones. Somos nosotros los mayores los que
hacemos de la fe un gran supermercado -“tanto te doy, tanto me das”- y no nos
dejamos ganar por el amor gratuito de Dios. Aprender a ser como niños que
escuchan al Señor y confiar en su palabra. Tener actitudes de niños que no se
ponen a calcular si el amiguito/a esta en casa y los va a recibir para jugar,
ellos salen corriendo a buscarlo; así también nosotros debemos salir corriendo
hacia nuestros hermanos mas alejados para compartir con ellos el pan y la vida.
También nos
muestra el Evangelio la generosidad de Jesús de compartir las decisiones. No se
apodera de la autoridad que le fue dada sino que la pone al servicio compartiendo
con sus hermanos las decisiones de la comunidad. [1]
Jesús nos enseña que el poder cuando se lo comparte es servicio, sino se
convierte en una tiranía.
Pero el signo
mayor es saber que Jesús no solo alimentaba a la gente con la Buena Noticia de
Dios, sino que le preocupaba también el hambre de sus hijos e hijas.
Esta comida compartida era para los primeros
cristianos un símbolo atractivo de la comunidad nacida de Jesús para construir
una humanidad nueva y fraterna. Les evocaba, al mismo tiempo, la eucaristía que
celebraban el día del Señor para alimentarse del espíritu y la fuerza de Jesús,
el Pan vivo venido de Dios.
Pero nunca olvidaron el gesto del joven. Si hay
hambre en el mundo, no es por escasez de alimentos sino por falta de
solidaridad. Hay pan para todos, falta generosidad para compartir. Hemos dejado
la marcha del mundo en manos del poder financiero, nos da miedo compartir lo
que tenemos, y la gente se muere de hambre por nuestro egoísmo irracional.[2]
Que como María
confiemos en la Gracia del Espíritu que obra en nosotros y salgamos con un
corazón de niños a compartir el pan y la vida con nuestros hermanos más pobres
y alejados.
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