miércoles, 25 de julio de 2012



La religión, ¿límite para la ciencia? 
Martín Gelabert Ballester, OP 


Se acaban de publicar los resultados de una encuesta sobre la actitud de los ciudadanos ante la ciencia. Algunas cuestiones tienen que ver con la relación entre ciencia y religión. A la pregunta sobre si la religión debe o no poner límites a los avances científicos, la mayoría de los encuestados responde que no. Pero la verdadera cuestión no es si debe o no poner límites, sino si de hecho los pone. Y la respuesta es que, al menos desde el ámbito católico, no sólo no hay límites, sino que la religión es un estímulo para la investigación científica. Porque la fe católica entiende que Dios, en la creación, está diciendo una palabra fuerte al ser humano. Y la ciencia permite comprender el lenguaje de la creación. Esto significa que los avances científicos, en cierto modo, ayudan a entender mejor cuál es la voluntad de Dios.
  

La ética es un terreno distinto, aunque relacionado con lo religioso. La ética se refiere a lo que debemos hacer o no hacer. Ante la pregunta: ¿la ética debería o no poner límites a los avances científicos?, la diferencia entre el sí y el no, es poca, aunque gana el “no debería poner límites”. Aquí conviene hacer una distinción. La ética no debe impedir que los conocimientos científicos avancen, porque todo conocimiento, en principio, es una ayuda para el desarrollo humano. Otra cosa son las aplicaciones técnicas de esos conocimientos. En este sentido sí que debe haber unos límites, que responden a principios acordes con la dignidad humana: no se puede aceptar, por ejemplo, que haya experimentos con seres humanos, al estilo de lo que hacían algunos médicos nazis. O también: no todo lo posible es deseable. Es importante conocer la energía atómica o la neurobiología, pero no todas sus aplicaciones son buenas. Algunas son perjudiciales. Que sean perjudiciales, no debe ser obstáculo para conocerlas. Conocerlas, precisamente, para saber lo que no conviene hacer. Así, la ética, inspirada por la fe en Dios, se convierte en estímulo para el recto uso de la ciencia.
  

Finalmente, cuando se pregunta por la valoración que merecen algunos grupos en términos de su contribución al bienestar y al avance de la sociedad, “los religiosos” y los políticos están al final de la lista. Hay ahí un serio malentendido. Pues no podemos olvidar la interacción, la interpenetración, la relación mutua entre los distintos niveles del conocimiento y los diferentes grupos sociales. La política o la economía favorecen o impiden determinadas investigaciones científicas. Lo mismo ocurre con la religión. Por esto, me parece un error pensar que la religión (al menos la cristiana) no contribuye al bienestar de la humanidad. Contribuye de modo distinto a como lo hace la ciencia o la ecología, pero no más ni menos. Pues la religión favorece y apoya lo que contribuye a la mejora del ser humano en todos los terrenos: físico, espiritual, laboral, económico, social…

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