jueves, 26 de julio de 2012


El problema no se soluciona comprando, el problema se soluciona compartiendo

Pbro. Diego Fenoglio


Reflexiones sobre las lecturas bíblicas del domingo 29 de julio


Confiar y repartir; eso es lo que pide el profeta y por ello acontece lo extraordinario de que haya para todos. lo importante de la primera lectura es ver, cómo puede servir de modelo para ayudar a los necesitados y compartir lo poco que se tiene. El hombre que le trajo al profeta los panes y la harina quería hacerle a él un don personal para que no pasara hambre. Pero el profeta lo repartió entre todos (este es el milagro) y todos se saciaron.

El milagro de Jesús consistirá precisamente en hacer que el pan se comparta y se multiplique sin medida. No se saca de la nada, sino de lo poco (aunque para aquél joven es mucho), el joven no se ha guardado nada para sí, y Jesús ha hecho posible que el compartir el pan sea compartir la vida.

No es posible que sigamos mirando a nuestro alrededor sin alcanzar a ver. Es imprescindible que nuestros ojos descubran el dolor, el sufrimiento, las necesidades de las personas que viven junto a nosotros o en lugares lejanos. Muchas veces andamos por las calles y no vemos a quien camina a nuestro lado; o a quienes hemos dejado en los márgenes porque ya no pueden o desean andar más. Pablo nos amina a descubrir que hemos de reconocer mutuamente nuestra vulnerabilidad y que únicamente podremos sobrevivir si aprendemos a sobrellevarnos los unos a los otros. ¿Acaso no debe ser esa nuestra forma de comportarnos, como individuos, en nuestras comunidades y en la Iglesia?

Jesús enseña que la dinámica del Reino es el arte de compartir.... El problema no se soluciona comprando, el problema se soluciona compartiendo.

Jesús en esta multiplicación de los panes y de los peces parte de lo que la gente tiene en el momento. El milagro no es tanto la multiplicación del alimento, sino lo que ocurre en el interior de sus oyentes: se sintieron interpelados por la palabra de Jesús y, dejando a un lado el egoísmo, cada cual colocó lo poco que aún le quedaba, y se maravillaron después de que vieron que al alimento se multiplicó y sobró. Comprendieron entonces que si el pueblo pasaba hambre y necesidad, no  tanto por la situación de pobreza, sino por el egoísmo de los hombres y mujeres que conformados con lo que tenían, no les importaba que los demás pasaran necesidad. El gesto de compartir marca profundamente. Compartir el pan se convierte en un gesto que prolonga y mantiene la vida, un gesto de pascua y de resurrección. Al partir el pan se descubre la presencia nueva del resucitado.

Si somos hijos de un mismo Padre como reconoce Pablo en la lectura que hemos hecho, no se entiende por qué tantos hombres y mujeres viven en extrema pobreza mientras unos cuantos viven en abundancia y no saben qué hacer con lo que tienen...Los que tienen el capital crean condiciones cada vez más injustas y pretenden hacer más dinero, explotando los recursos que quedan, aunque destruyan todo y acaben con las condiciones de vida sobre la tierra. Ningún ser humano debiera morir de hambre, pues la tierra tiene suficiente para albergarnos a todos. Los cristianos no debemos olvidar el compartir: ésta es la clave para hacer realidad la fraternidad, para reconocernos hijos de un mismo Padre. Cuando se comparte con gusto y con alegría el alimento se multiplica y sobra.

…Aquí se juega el rostro de una comunidad cristiana más creíble mediante el testimonio vivo de un amor que sabe “dar espacio” a todos los hermanos y hermanas, llevando solidariamente las cargas (ver Gal 6, 2). La comunión de las personas y las comunidades se realiza por el espíritu y la práctica de compartir los bienes mediante nuevas estructuras de participación y solidaridad en la Iglesia y en la sociedad.
Nuestra fe en la Eucaristía nos interpela a renovar con urgencia las estructuras políticas, económicas y sociales para lograr una mayor comunión que haga posible repartir y compartir de un modo más justo y solidario los bienes que Dios nos ha dado a todos los argentinos. La Eucaristía alimenta la caridad para que seamos “buenos ciudadanos, que obren con inteligencia, amor y responsabilidad”, en orden a “edificar una sociedad y un Estado más justos y solidarios”. (nn 77-78 texto para la preparación pastoral del X° congreso Eucarístico Nacional “Denles Ustedes de Comer”)

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