domingo, 15 de julio de 2012


A los 50 años del Concilio, 
¿qué celebramos?

Cuando estamos a punto de  celebrar el cincuentenario de la apertura del Concilio Vatino II, hoy es más necesario, más urgente y más  imperativo que nunca ayudar a la Iglesia a caminar por la  senda entonces iniciada, precisamente porque las estrategias de las corrientes conservadoras de la Iglesia están  amordazando, tergiversando o simplemente silenciando la  gran experiencia conciliar.


Como efecto de tal proceder se difunde en el  pueblo de Dios una gran incomodidad, un creciente enfado  y, en muchos casos, un abandono de la casa común a causa  de la incapacidad eclesiástica para responder según el  espíritu del Concilio a los signos de los tiempos y al clamor  de la humanidad sufriente. Se manifiesta en nuestra Iglesia  con demasiada frecuencia una actitud de cerrazón temerosa a una confrontación positiva entre pastores y fieles. La actitud y práctica de la  escucha, de la sinodalidad y la corresponsabilidad, deberían en cambio  dominar como fruto y desarrollo del Concilio.
En muchos casos el anuncio cristiano se reduce a una moral  parcial o a repetir llamamientos doctrinales a los que les falta toda  dimensión profética. Y nada digamos del silencio escandaloso acerca de  la grave crisis económica que se ceba en los más débiles de la sociedad.


No se oyen palabras de Iglesia que se pronuncien con veracidad según  el evangelio sobre los problemas emergentes.
Sin embargo, existen experiencias vivas de comunidades cristianas, de grupos y personas que buscan dar testimonio del evangelio,  que se comprometen, junto a creyentes y no creyentes, a favor de un  mundo más justo y pacífico y en la promoción de los más débiles, a  veces con sacrificio y riesgo de la propia vida, y que intentan construir  una vida de Iglesia como comunidad en la que se subraye sin rodeos la  común dignidad bautismal.


Consideramos necesaria en la Iglesia la confrontación y el diálogo libre entre las  diversidades existentes; la libertad de pensamiento en la comunión de  la fe debe aceptarse sin marginaciones. Queremos que en las Iglesias  locales el ministerio de comunión no prescinda de la escucha de las  diversas experiencias. Creemos que la opinión pública en la Iglesia no  cuestiona el magisterio eclesial de los obispos, los cuales deben aceptar  ser discutidos cuando sus intervenciones no tratan de la fidelidad esencial a la fe y al evangelio. Queremos asumir con firmeza las indicaciones  del Concilio, el cual constituyó para la Iglesia un momento privilegiado  para reconocer la acción del Espíritu, que sopla donde quiere tanto en  la Iglesia misma como en el mundo.


Que  que afirmaciones fundamentales de los documentos conciliares se realicen sin engaños ni falacias: la común dignidad y responsabilidad de todos los bautizados, la escucha activa de la Palabra, la dimensión comunitaria de la vida litúrgica, el valor de la colegialidad entre los responsables, el respeto a la pluralidad de las opciones, la escucha recíproca de pastores y fieles, la construcción de comunidades en las que se viva la primacía del evangelio y de la eucaristía en un clima de acogida y solidaridad, el anuncio del evangelio de Jesús muerto y resucitado. Estas afirmaciones hay que hacerlas  vivas y auténticas hoy con  respeto y escucha a los clamores de nuestra época.


Precisamente el Concilio ha proclamado a la Iglesia abierta a las  alegrías y esperanzas, a las tristezas y a las angustias de las personas de  hoy, sobre todo de los pobres, no cerrada en sí misma y contrapuesta  al mundo, como hoy tantas veces aparenta estar. Una Iglesia portadora  de paz y de esperanza, una Iglesia que escoge la parte de los pobres y  de los oprimidos.


No podemos cerrar los ojos al hoy de la Iglesia y del mundo en  mutua implicación, a los signos de los tiempos, tiempos en los que  están presentes aspectos problemáticos y atormentados, críticos y  criticables, pero también motivos potencialmente positivos. Debemos  seguir haciendo propuestas en una línea de avance continuo hacia el  futuro, dialogando con el nuevo estado de cosas, con las nuevas formas  de vida, para alcanzar nuevos horizontes donde el anuncio de Jesús sea  significativo y atrayente. 



(Extracto de la PRESENTACIÓN) de IGLESIA VIVA,  número 250,abril-junioo 2012:  

  


No hay comentarios:

Publicar un comentario