A los 50 años del Concilio,
¿qué celebramos?
Cuando estamos a punto de celebrar el cincuentenario de la apertura del Concilio
Vatino II, hoy es más necesario, más urgente y más imperativo que nunca ayudar a la Iglesia a
caminar por la senda entonces iniciada,
precisamente porque las estrategias de las corrientes conservadoras de la
Iglesia están amordazando, tergiversando
o simplemente silenciando la gran
experiencia conciliar.
Como efecto de tal proceder se difunde en el pueblo de Dios una gran incomodidad, un
creciente enfado y, en muchos casos, un
abandono de la casa común a causa de la
incapacidad eclesiástica para responder según el espíritu del Concilio a los signos de los
tiempos y al clamor de la humanidad
sufriente. Se manifiesta en nuestra Iglesia con demasiada frecuencia una actitud de
cerrazón temerosa a una confrontación positiva entre pastores y fieles. La
actitud y práctica de la escucha, de la
sinodalidad y la corresponsabilidad, deberían en cambio dominar como fruto y desarrollo del Concilio.
En muchos casos el anuncio cristiano se reduce a una
moral parcial o a repetir llamamientos
doctrinales a los que les falta toda dimensión
profética. Y nada digamos del silencio escandaloso acerca de la grave crisis económica que se ceba en los
más débiles de la sociedad.
No se oyen palabras de Iglesia que se pronuncien con
veracidad según el evangelio sobre los
problemas emergentes.
Sin embargo, existen experiencias vivas de comunidades
cristianas, de grupos y personas que buscan dar testimonio del evangelio, que se comprometen, junto a creyentes y no
creyentes, a favor de un mundo más justo
y pacífico y en la promoción de los más débiles, a veces con sacrificio y riesgo de la propia
vida, y que intentan construir una vida
de Iglesia como comunidad en la que se subraye sin rodeos la común dignidad bautismal.
Consideramos necesaria en la Iglesia la confrontación
y el diálogo libre entre las diversidades
existentes; la libertad de pensamiento en la comunión de la fe debe aceptarse sin marginaciones.
Queremos que en las Iglesias locales el
ministerio de comunión no prescinda de la escucha de las diversas experiencias. Creemos que la opinión
pública en la Iglesia no cuestiona el
magisterio eclesial de los obispos, los cuales deben aceptar ser discutidos cuando sus intervenciones no
tratan de la fidelidad esencial a la fe y al evangelio. Queremos asumir con
firmeza las indicaciones del Concilio,
el cual constituyó para la Iglesia un momento privilegiado para reconocer la acción del Espíritu, que
sopla donde quiere tanto en la Iglesia
misma como en el mundo.
Que que
afirmaciones fundamentales de los documentos conciliares se realicen sin
engaños ni falacias: la común dignidad y responsabilidad de todos los bautizados, la escucha activa de la Palabra,
la dimensión comunitaria de la vida litúrgica, el valor de la colegialidad
entre los responsables, el respeto a la pluralidad de las opciones, la escucha recíproca
de pastores y fieles, la construcción de comunidades en las que se viva la
primacía del evangelio y de la eucaristía en un clima de acogida y solidaridad,
el anuncio del evangelio de Jesús muerto y resucitado. Estas afirmaciones hay
que hacerlas vivas y auténticas hoy con respeto y escucha a los clamores de nuestra
época.
Precisamente el Concilio ha proclamado a la Iglesia
abierta a las alegrías y esperanzas, a
las tristezas y a las angustias de las personas de hoy, sobre todo de los pobres, no cerrada en
sí misma y contrapuesta al mundo, como
hoy tantas veces aparenta estar. Una Iglesia portadora de paz y de esperanza, una Iglesia que escoge
la parte de los pobres y de los oprimidos.
No podemos cerrar los ojos al hoy de la Iglesia y del
mundo en mutua implicación, a los signos
de los tiempos, tiempos en los que están
presentes aspectos problemáticos y atormentados, críticos y criticables, pero también motivos
potencialmente positivos. Debemos seguir
haciendo propuestas en una línea de avance continuo hacia el futuro, dialogando con el nuevo estado de
cosas, con las nuevas formas de vida,
para alcanzar nuevos horizontes donde el anuncio de Jesús sea significativo y atrayente.
(Extracto de la PRESENTACIÓN) de IGLESIA VIVA, número 250,abril-junioo 2012:
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