viernes, 21 de marzo de 2014




Somos historia porque somos finitos, limitados. Porque nuestra vida se acaba. Por eso la vida va pasando. Cada hoja del calendario, cada aniversario nos recuerda el inexorable paso de los días. Aunque, en realidad, los días no pasan; pasamos nosotros. Si la vida no se acabase, no pasaría, la tendríamos siempre en nuestras manos. El tiempo que pasa se convierte en historia. En la historia que somos cada uno.

Somos historia porque hemos nacido. ¿Nacemos para morir? En todo caso, ser viviente es ser falleciente. La cuestión no es si nacemos para morir. Eso es una evidencia. La cuestión es qué ocurre en la muerte. ¿Con ella todo se acaba? ¿Es el final de la vida? ¿Y si la muerte fuera el camino hacia la vida sin fin? La fe cristiana responde positivamente a este pregunta. Esta respuesta no se fundamenta en las fuerzas y posibilidades del ser humano. Su fundamento está en la esperanza. La esperanza que suscitó la vida de Jesús, sus palabras, su modo de vivir y de morir.

Los que convivieron con Jesús, dieron testimonio de que tras su martirio, Jesús seguía actuando en sus vidas. Eso sólo podía significar que estaba vivo. Porque los muertos no actúan. Y si estaba vivo, se le podía encontrar, entonces y ahora. Mucha gente, acogiendo este testimonio, ha encontrado un sentido para sus vidas. No sólo un sentido para la muerte. También un sentido para la vida. El encuentro con Jesús, por una parte, logra que se pueda vivir sin miedo a la vida y sin miedo a la muerte. Y, por otra, produce un cambio en la vida. La vida ya no es como antes del encuentro. De pronto, los valores que Jesús enseñó y vivió se convierten en los valores con los que oriento mi vida.

Esos valores no ofrecen soluciones concretas para los grandes problemas con los que hoy tenemos que enfrentarnos a todos los niveles: político, social, económico, familiar y eclesial. Hacen algo mejor. Porque las soluciones concretas valen para un tiempo preciso y un lugar determinado. Si Jesús hubiera ofrecido soluciones, no serían válidas para hoy. Jesús hace algo más duradero. Sus hechos y palabras despiertan nuestra imaginación para que encontremos hoy soluciones a las necesidades de hoy, en este lugar preciso en el que encontramos. Los creyentes de otros lugares y de otros tiempos tendrán que encontrar otras soluciones, inspiradas en los mismos valores, pero concretizadas en función de otras circunstancias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario