Hoy y los dos próximos domingos vamos a leer evangelios de Juan: La Samaritana, el ciego de nacimiento y Lázaro. El "yo soy" característico de Juan, se repite en los tres: yo soy agua, yo soy luz, yo soy vida. En Juan todo son símbolos que quieren trasmitirnos la teología más avanzada de todo el NT. Esto no quiere decir que el hecho no haya sucedido. Seguramente sucedieron cosas parecidas más de una vez.
El de hoy es una catequesis en toda regla, que invita a un seguimiento de Jesús como dador de verdadera Vida. Los cambios que propone en la manera de relacionarse el hombre con Dios, nos deberían hacer pensar un poco. Ni en este templo, ni en Jerusalén, ni en ningún otro templo se puede dar el verdadero culto a Dios. Lo que entendemos por culto, en la mayoría de los casos no es más que idolatría, un intento de domesticar a Dios.
Jesús se encuentra de paso por Samaría. Samaría y Galilea eran una misma nación, antes de la división entre Judea y Palestina. Aunque tenía los mismos antecedentes religiosos, su trayectoria había sido muy distinta. Por eso, los samaritanos eran despreciados por los judíos como herejes. El peor insulto para un judío era llamarle samaritano.
El manantial de Jacob era un pozo muy famoso por ser el único en toda la región. Estuvo en uso desde el año 1000 a. C. hasta el 500 de C. No hace falta destacar la importancia del agua para la vida de una comunidad. Sin agua la vida es imposible, por eso se convirtió, con el de la luz, en el símbolo de la Vida en el espíritu.
Jesús va a ocupar el lugar del pozo. Él es el agua viva, que va a sustituir la ley el templo. La sustitución de templo y Ley por Jesús, es la clave de todo el relato. La mujer no tiene nombre, representa la región de Samaría que va a apagar su sed en la tradición (el pozo). Jesús está solo. Se trata del encuentro del Mesías con Samaría, la prostituta, la infiel. El profeta Oseas de Samaría había denunciado la prostitución de esta tierra.
Jesús toma la iniciativa y pide de beber a la Samaritana. Se acerca a la mujer implorando ayuda. Ella tiene lo que a él le falta y necesita, el agua. Es lógica la extrañeza de la mujer. Jesús acaba de derribar una doble barrera: la que separaba a judíos y samaritanos y la que separaba a hombres de mujeres. Se presenta como un ser humano sin pretensiones por el hecho de ser judío. Y reconoce que una mujer puede aportarle algo valioso.
Jesús le ha pedido un favor, pero está dispuesto a corresponder con otro mucho mayor. Jesús se muestra por encima de las circunstancias que separan a judíos y samaritanos; se niega a reconocer la división, causada por las ideologías religiosas. La mujer no conoce más agua que la del pozo, figura de la ley, que solo se puede conseguir con el esfuerzo humano. No ha descubierto que existe un don de Dios gratuito.
El agua-Espíritu que da Jesús, se convierte en manantial que continuamente da Vida. Así desarrolla a cada humano desde su dimensión personal. No se trata de añadidos externos (Ley). El Hombre recibe Vida en su raíz, en lo profundo de su ser. Como el agua hay que extraerla del pozo, el agua del Espíritu hay que sacarla de lo hondo de uno mismo.
La dificultad de comprender el mensaje está muy bien expresada con el equívoco que se mantiene durante la conversación. Jesús habla del Vida y la Samaritana habla del agua para beber. La mejor demostración de que mantenemos la ambivalencia es que nos han puesto como primera lectura el pasaje de Éxodo (Ex 17,3-7) donde la prueba de que Dios está o no está con el pueblo es que les dé o no el agua para beber.
El sentido de los versículos, que se refieren a los maridos, hay que buscarlo en el trasfondo profético, que nos lleva a la infiel relación de Samaría con Dios. En Os 1,2 la prostituta y en Os 3,1 la adúltera, son la imagen del reino de Israel que tenía a Samaría como capital. Su prostitución consistía en haber abandonado al verdadero Dios.
Los samaritanos eran descendientes de dos grupos:
a) resto de los israelitas que no fueron deportados cuando cayó el reino del norte en el 722 a, C.:
b) Colonos extranjeros traídos de Babilonia y Media por los conquistadores. Estos trajeron también sus dioses que con el tiempo, fueron aceptados por el resto de los habitantes. Entre los samaritanos y los judíos había una verdadera confronta¬ción, sobre todo por razones teológicas.
El número cinco es simbólico: Los samaritanos admitían solo los 5 libros del Pentateuco. Los colonos traídos por los asirios eran de 5 ciudades y de cada una habían traído su propio dios. En 2 Re 17,24 se mencionan 5 ermitas en el territorio de Samaría.
En hebreo se usaba el termino "Ba´al" (dueño, señor) para designar al esposo, pero era también el nombre de una divinidad.
El simbolismo es claro. La mujer que representa a Samaría ha tenido cinco dioses, y el que tiene ahora (Yahvé) al compartirlo, tampoco es su (Ba´al).
Samaría se ha entregado a otros maridos-señores-dioses (ba´alim). Está pues alejada de Yahvé. La única solución es recuperar su verdadero esposo (Dios). Os 2,18: "Aquel día... me llamarás esposo mío, ya no me llamarás baal mío. Le apartaré de la boca los nombres de los baales".
Jesús dice a la mujer que su culto está prostituido, eso explica que ella pase más tarde al tema del templo.
La mujer reconoce su situación. Pretendían dar culto al Dios de los judíos, pero al admitir otros dioses, en realidad habían roto con él.
En Jesús se personifica la actitud de Dios que no ha roto con ella, sino que la busca. El agua tradicional (Ley) no había apagado la sed. La búsqueda les había llevado a la multiplicidad de maridos-señores-dioses. El agua que da Jesús es el encuentro definitivo con el Dios verdadero.
La Samaritana descubre que Jesús es un profeta por la profundidad del planteamiento religioso. La imagen de profeta que tiene la mujer es la de Dt 18,15, profeta semejante a Moisés (Taheb) que restauraría el verdadero culto.
La mujer sigue aferrada a la tradición "nuestros padres". Piensa que hay que encontrar la solución sin salir de lo antiguo, que es la única realidad que conoce. No ha descubierto aún la novedad de la oferta de Jesús.
Jesús no parte de la perspectiva de la mujer, sino de otra muy distinta. También el templo de Jerusalén está prostituido. Las dos alternativas son equivocadas. Su oferta es algo nuevo. Se trata de un cambio radical. Jesús mismo será el lugar de encuentro con Dios. Dios adquiere un nombre nuevo "Padre". Esta paternidad excluye privilegios y exclusiones. Esta relación con Dios directa, sin intermediarios, hará posible la unidad.
"Dios es Espíritu". Espíritu, desde la mentalidad griega, significa un ser no material. Desde la mentalidad judía, significa que Dios es fuerza, dinamismo de amor, vida para los hombres. El agua viva es la experiencia constante de la presencia y el amor del Padre. Padre, porque comunica su propia Vida y trasforma al hombre en espíritu.
El culto antiguo exigía del hombre una renuncia de sí, era una humillación ante un Dios soberano. El nuevo culto no humilla, sino que eleva al hombre, haciéndole cada vez más semejante al Padre. El culto antiguo subrayaba la distancia; el nuevo la suprime. Dios no necesita ni espera dones.
Los samaritanos aceptan a Jesús y le piden que se quede un tiempo con ellos. Los herejes están más cerca de Dios que los ortodoxos judíos.
Meditación-contemplación
Dios es espíritu.
Recuperar esta idea de Dios cambiaría toda nuestra religiosidad.
Dios no es un ser objetivable, como el hombre pero superior.
Tampoco es un ser espiritual al lado o por encima
de otros seres espirituales.
..................
A Dios no podemos compararlo con nada, ni real ni imaginado.
Lo que podemos experimentar, es su "ruah"
= fuerza energía que nos pone en marcha.
Esa energía no actúa desde fuera,
Sino desde el centro de nuestro ser,
porque es lo más íntimo que somos.
....................
Adorarle en espíritu y en verdad,
es tomar conciencia de lo que es en nosotros.
Es experimentarlo como el motor de todo nuestro ser.
Como verdadero centro del ser, irradia el resto de nuestro ser.
Como Absoluto, nos empuja a identificarnos con él.
.....................
Fray Marcos
No hay comentarios:
Publicar un comentario