Los curas “itinerantes”
hacen de 10 a 15 mil kilómetros por año
Hoy cumpliría años el beato José Gabriel del Rosario
Brochero. La impronta del “Cura Gaucho” está cada vez más presente en la
curia cordobesa.
Rosa Bertino
“Somos
pocos, pero andamos mucho”, admite Gabriel Iglesias (46), sacerdote de
Villa Santa Rosa. Por casualidad o predestinación, hoy ejerce donde
nació el beato José Gabriel Brochero. La sede parroquial está en la
Iglesia Santa Rosa de Lima, en esa capital del departamento Río I.
Abarca 11 capillas y dos escuelitas, en las que también se reza misa.
Quienes lo conocen aseguran que Gabriel es un “abanderado” de los “curas
itinerantes”, como se ha dado en llamar a los que recorren cientos de
kilómetros en zonas rurales y suburbanas. Otros les dicen “curas
chárter”. “En agosto pasado, entre la novena y las fiestas patronales de
un pueblo, hice casi mil kilómetros en siete días …”, asegura el
sacerdote, sin asomo de cansancio. Encima suena contento.
Los seres humanos no están sujetos al mercado del usado. Pero los
autos, sí. En los seis años que estuvo en San Agustín, el padre Gabriel
hizo exactamente 164 mil kilómetros: “¡La mitad del trayecto a la
Luna!”. El dato surge del Gol que estrenó a su arribo a dicha localidad
del sureste cordobés, en el 2007. Lo cambió el año pasado, antes de
mudarse a Santa Rosa. Ahora tiene una camioneta. Una “todo terreno”,
igual que él. Del altar a la calle
Si bien el ejido parroquial de Río I no es de los más grandes, el quehacer sacerdotal lo obliga a recorrerlo varias veces por semana. Gabriel Iglesias tiene un medidor incorporado. Dice que “hasta Punta del Agua son 46 kilómetros que hago de ida y vuelta, bastante seguido”. Una vez por mes viaja a Comechingones, Puesto de Afuera, Sagrada Familia, Las Gramillas y otros parajes. Es como una compañía de radioteatro de gira constante por el interior.
El suyo dista de ser un caso aislado. Esta es la realidad de la mayoría del clero secular, cuyos miembros llegan a dar hasta siete misas por semana, además de celebrar bautismos, casamientos, novenas y triduos, encabezar procesiones, visitar enfermos y animar fiestas del santoral. Su función no se agota en el altar. La otra se cumple en la calle, al servicio de la comunidad. Con el equipo de adolescentes de Santa Rosa, el padre hace visitas regulares al cortadero de ladrillos. “Son seres que viven en condiciones tremendas… no podemos esperar que vengan a la iglesia, la iglesia tiene que ir a ellos”, sostiene con convicción.
“Hay escasez de párrocos, pero sobre todo en relación con el aumento en el número y la demanda de los fieles”, reconoce Pedro Torres. Por ejemplo, tan solo en un año la iglesia de San Fermín (Los Paraísos) llegó a realizar 900 bautismos. Barrios como Cerveceros, Yapeyú y Argüello han crecido de manera exponencial. Igual que las ciudades del cinturón serrano, como Río Ceballos o Alta Gracia.
El flamante obispo auxiliar sostiene que la figura del “cura itinerante” existió siempre, aunque antes no se llamaba así. Brochero, cuyo natalicio se conmemora hoy con múltiples actividades, instaló un precedente modélico.
“El beato recorría todo el departamento San Alberto, a lomo de mula. Iba a pie a Tucumán, lo cual era bastante común hasta principios del siglo pasado”, señala Torres. El auto es el transporte del presente, aunque también hay curas que se mueven en moto, colectivo o a caballo.
Mate, fútbol y empanadas
Así expuesta, la tarea eclesial parece ardua y poco gratificante. No faltan quienes se preguntan si será una de las razones por las cuales ha disminuido el interés en tomar los hábitos. Los “itinerantes” no lo sienten así. “Es una vida sacrificada, está ampliamente recompensada”, amplía Munir Bracco (39), párroco de Nuestra Señora de Luján, en Colonia Tirolesa. Su ejido abarca 9 comunidades, con unos 80 km de distancia entre un extremo y otro. Cinco capillas están campo adentro, y el acceso es muy complicado. “En algunos casos, ir de un lado a otro me insume una hora larga …”, se sincera Munir. Él también hace un promedio de 10 ó 15 mil kilómetros por año, por caminos arruinados por los vehículos de gran porte. Guadales y pozos son una pesadilla. Quedarse empantanado, y que un paisano lo venga a sacar con el tractor, es parte de la rutina de este animoso presbítero.
Para el padre Munir, “la existencia del cura de parroquia es muy linda”. Se siente útil, acompañado y bien recibido. Después de los oficios, a menudo hay mate, fútbol y empanadas. Además, “nuestra vida es exigente, pero no más que la de tanto padre y madre, o de trabajadores que se toman las cosas en serio”.
Arquidiócesis de Córdoba
Templos. Hay 13 parroquias más unas 400 capillas y
otros tantos centros de culto (hospitales, geriátricos y colegios donde
se reza misa regularmente).Al altar. Para su cobertura, dispone de 160 curas egresados de seminarios, más un número parecido de religiosos, que pertenecen a órdenes o congregaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario