sábado, 29 de marzo de 2014




















“El domingo pasado bautizamos a nuestra cuarta nieta. El sacerdote le dijo que desde aquel momento ella era "sacerdote", "profeta" y "reina". ¿Qué significado tiene esto? Como mujer, y de momento, nada de sacerdocio femenino. De reina, lo mismo, pues no es de sangre azul. Sólo le queda la oportunidad de ser profeta, pero no de imitación, pues ella, como cada uno de nosotros, somos irrepetibles”. Este era el comentario que un amable lector dejaba en un reciente post de este humilde blog. Dado que la cuaresma es un tiempo “catecumenal”, en el que los cristianos nos preparamos para renovar las promesas bautismales, me parece oportuno decir una palabra sobre uno de los momentos del rito bautismal.

El aceite, junto con el agua y la luz, es uno de los tres símbolos del bautismo. El ministro, después de ungir con oleo al recién bautizado, le proclama “sacerdote, profeta y rey”. ¿Qué puede significar esto? El sacerdocio que recibimos con el bautismo no es el ministerial, sino uno previo y más importante: el sacerdocio que nos hace partícipes del único sacerdocio de Cristo. Todo cristiano es sacerdote, o sea, está llamado a hacer de su vida una continúa alabanza al Padre. Sacerdote es el que bendice (el cristiano siempre habla bien de Dios y de los hermanos), el que alaba al Señor, el que ora e intercede por los demás. El cristiano es además profeta, o sea, alguien llamado a proclamar las maravillas de Dios, a dar testimonio público de Jesucristo, a ser promotor de paz y de verdad, a denunciar la injusticia y la mentira, a oponerse a todo lo que daña a sus hermanos. Porque el profeta no es el que adivina el futuro, sino el que lee los acontecimientos a la luz del Evangelio, y así tiene las claves para interpretar la historia presente y la futura. Y el cristiano es rey: los reyes no están sometidos a nadie, son libres. Se ha arrancado de la vida del cristiano la raíz de toda esclavitud, que es el pecado, y así es libre para hacer el bien. La libertad se realiza sólo en el bien. El mal no nos hace libres, sino esclavos.

Probablemente, estos títulos del cristiano no sean fácilmente comprendidos y necesiten ser explicados. Para eso están las catequesis pre-bautismales. Tampoco estaría mal que se encontrasen otras formulaciones equivalentes que, al menos de cara a los no cristianos, pudieran resultar más significativas. ¿Sería mucho atrevimiento traducir así los títulos cristianos de sacerdote, profeta y rey: el cristiano es una persona llamada a vivir de modo semejante a como vivió Cristo, haciendo de su vida una completa obediencia a la voluntad del Padre; a pensar con la mentalidad de Cristo, buscando siempre el bien, la verdad y la justicia; y libre de todo aquello que le impide amar con un corazón como el de Cristo.

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