martes, 25 de marzo de 2014

Isabel Gómez Acebo

Un reciente artículo de Juan Manuel de Prada en el ABC sobre la filantropía me ha dejado con inquietud. El periodista descalifica el vocablo al considerar, siguiendo a Dostoievski, que bajo un presunto amor a la humanidad esta ideología se escaquea del hombre concreto, a la par que genera hijas pestilentes de las que nos proporciona ejemplos como son los apadrinamientos a distancia y los telemaratones solidarios. Para De Prada estas actuaciones no hacen más que explotar la mala conciencia y avivar la ansiedad del hombre sin caridad que, por un módico precio, disfruta de un sucedáneo aséptico mientras que a su amparo surgen unas ONG’s, presuntamente benéficas, cuyo único fin es convertir a los pobres en lacayos del Nuevo Orden Mundial. Al pairo de estas ideas habla de la epístola a Filemón en la que Pablo bautiza a un esclavo fugitivo que devuelve a su amo sin exigir su manumisión, algo que harían los filántropos sin preocuparse posteriormente de las condiciones de vida del nuevo hombre libre. En aquella época no era extraña esta actuación de Pablo pero hoy tendría que haber pedido su libertad.
Reconozco que no disfruto de los espectáculos televisivos que critica el artículo pero reconozco que se saca mucho dinero para tapar agujeros en nuestro país o en otras tierras alejadas. También es cierto que muchas ONG’s tienen un personal excesivo, mermando con sus sueldos el dinero destinado a cubrir las necesidades de los más desfavorecidos de la sociedad pero, hay que reconocer, que gracias a estas fundaciones se han realizado grandes obras
>Caritas, Manos Unidas, Ayuda en Acción, Mensajeros de la Paz, Nuevo Futuro, Fe y Alegría, Intermon… son las primeras que me vienen a la mente, aunque hay muchas más, y no son presuntamente benéficas ni pretenden convertir a los pobres de este mundo en lacayos de nadie, sino sacar de la pobreza al que sufre a lo que las cristianas añaden el conocimiento de Jesucristo. Para conseguirlo todo esto se valen de los apadrinamientos, los telemaratones, el buzoneo… que nos recuerdan, a los que tenemos nuestras necesidades cubiertas, que hay otros que no tienen esa suerte para que saquemos algunas monedas del bolsillo. Precisamente porque somos poco caritativos respondemos a esas demandas ¿somos mejores después del donativo? No lo sé, pero a la ONG de turno le hacemos un favor que redunda al final en una buena obra.
¿Fue malo pedir la abolición de la esclavitud, el voto para las mujeres, las mejoras de lascondiciones de trabajo, conseguir unas leyes justas…? Tengo la impresión de que las sociedades progresan presionadas por las bases y que gracias a “estos filántropos” que salieron a la calle para pedir cambios, se consiguieron avances significativos. Admiro a los abolicionistas americanos que se dejaron la piel en sus demandas y recuerdo con cariño y respeto a las sufragistas, unas mujeres vilipendiadas y encarceladas por pedir algo tan escandaloso como el voto femenino del que me beneficio.
Como considero que todo esto es positivo me quedo con la inquietud de no haber entendido bien el artículo de Juan Manuel ¿Lo habré leído mal?

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