Entrelazados
Las teorías científicas desarrolladas en los últimos tiempos ofrecen la imagen de una naturaleza relacional. Desde que hace miles de millones de años aparecieron las primeras partículas de la física, una evolución cada vez más compleja y con una relacionalidad siempre creciente, ha conducido a la aparición primero de la vida y finalmente de organismos poseedores de conciencia. El cerebro humano, con sus millones de neuronas y de conexiones entre ellas, es la entidad más complejamente interrelacionada que los científicos hayan encontrado nunca en su exploración del universo. ¿Esta naturaleza así concebida refleja, aunque sea pálidamente, el carácter de su Creador? En esta línea parece ir el texto de Rm 1,20: la naturaleza invisible de Dios se percibe claramente a partir de las cosas creadas.
¿Cómo comprendemos mejor la realidad, dando la primacía a las cosas particulares, a las entidades, o al todo y a sus relaciones? La realidad se puede comprender desmontándola y considerando cada una de sus partes constitutivas; algo así como si la estructura y función de una máquina se comprendiera mejor considerando cada una de sus piezas, aunque luego haya que ensamblar las piezas. Pero hoy se tiende a pensar que la relación entre las partes hace que ellas sean lo que son y que el todo sea lo que es. Y sin esa relación no serían lo que parecen ser. Eminentes científicos sostienen que toda la realidad está insolublemente conectada y que la separación e independencia que observamos entre las entidades físicas es una percepción ilusoria.
Yendo más allá de lo físico, podemos decir que el amor es algo más que un estado emocional o una experiencia sentimental. El amor es una misteriosa fuerza relacional que regula y modifica el comportamiento personal y colectivo. Más aún, es el principio mismo de la existencia: estoy en relación, luego existo.
Surge entonces la pregunta de si esta relacionalidad constitutiva de lo real es reflejo de una relacionalidad más profunda, primigenia y originante. ¿La relacionalidad que hay en la Creación es un reflejo y una plasmación de la relacionalidad del Creador? Escribe John Zizioulas: “Nada que existe es concebible por sí mismo, como ‘individuo’, puesto que incluso Dios existe gracias a un acontecimiento de comunión… Es la comunión la que hace ‘ser’ a los seres: nada existe sin ella, ni siquiera Dios”. Dice además: “La expresión ‘Dios es amor’ (1 Jn 4,16) significa que Dios ‘subsiste’ como Trinidad, es decir, como persona y no como sustancia. El amor no es una emanación o ‘propiedad’ de la sustancia de Dios, sino que es constitutivo de su sustancia, es decir, es aquello que hace ser a Dios lo que es, el Dios uno. Así el amor deja de ser una propiedad calificativa –es decir, secundaria- del ser y se convierte en el predicado ontológico supremo”.
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