martes, 14 de enero de 2014

Carta Final del 

13º Intereclesial de las CEBs al Pueblo de Dios



Al Interecelsial nadie va por cuenta propia y sí como representante de la comunidad donde vive su fe. No es un evento, sino un proceso que tiene un antes y un después. Por eso, con el propósito de que todo lo que fue vivido, reflexionado, celebrado en este encuentro continúe haciendo parte de la vida de la gente se escribe una carta con este propósito, que ahora comparto con los lectores.


Hermanas y hermanos de caminada:
María se puso em camino... entro em la casa y saludó a Isabel... bienaventurada tu que creíste... las criaturas se estremecieron de alegría en el vientre...” (cf. Lc 1,39-45)
En actitud romera, el pueblo de las Comunidades Eclesiales de Base de todos los rincones de Brasil se colocó en camino respondiendo a la llamada de la gran hoguera encendida por la Diócesis de Crato (Ceará), convocando para el 13º Intereclesial. La luz de la hoguera iluminó tan alto que hizo llegar representantes de Iglesias hermanas evangélicas y de otras religiones. Hasta fue avistada en toda América Latina y el Caribe, Europa, África y Asia.
El Carirí, “corazón alegre y fuerte del Nordeste”, se volvió la “casa” donde se encontraron la fe profunda del pueblo nordestino, nacida del testimonio del padre Ibiapina e del padre Cícero, de la beata María Madalena do Espíritu Santo Araujo e del beato José Lorenzo, con la fe encarnada del pueblo de las CEBs nacida del grito profético por justicia y de la utopía del Reino.
Hubo un encuentro entre la Religiosidad popular y la Espiritualidad libertadora de las CEBs. Las dos reafirmaron su seguimiento de Jesús de Nazaret, vivido en la fe y en el compromiso con la justicia al servicio de la vida.
¡Bienaventurado el pueblo que creyó!
La moda de la viola y del acordeón cantó este creer. Las palabras de Don Fernando Panico, obispo de Crato, en la celebración de abertura confirmaron este creer, proclamando: las CEBs son la forma de la Iglesia ser. Las CEBs son la forma “normal” de la Iglesia ser. Manera normal del pueblo de Dios responder hoy a la propuesta de Jesús: ser comunidad al servicio de la vida.
Al oír la proclamación de esta buena noticia, el vientre del pueblo que vino en romería para Juazeiro do Norte quedó de nuevo embarazado de este sueño, de esta utopía. La esperanza fue fortalecida. La perseverancia y la resistencia en la lucha fueron confirmadas. El compromiso con la justicia al servicio del bien vivir fue asumido.
Y la alegría explotó como fuegos a la vista y del medio de la alegría escuchamos la memoria de la voz querida de Don Helder Cámara, a hacerse oír: "¡No dejen la profecía caer! ¡No dejen la profecía caer!"
La profecía no cayó. Resonó en las palabras del indio Anastásio: “Robaron nuestros frutos, arrancaron nuestras hojas, cortaran nuestras ramas, quemaron nuestros troncos, pero no nos dejamos arrancar nuestras raíces”. Raíces indígenas y quilombolas que penetran en la memoria de los ancestrales, en el sueño de vivir en tierras demarcadas, libres para danzar, celebrar y festejar la tierra que es madre.
Emergió la memoria del padre Ibiapina, que ya incentivaba la construcción de cisternas de piedra y cal y la plantación de árboles frutales, para convivir con la realidad del semiárido. Reanimaba así la esperanza e ilusión del pueblo del sertão. El protagonismo de la beata Maria Araújo canalizo los deseos más profundos de vida y vida en abundancia, lo que incomodo a los grandes e a jerarquía eclesiástica. El padre Cícero y el beato Zé Lourenço continuaron acogiendo los excluidos en el mismo espíritu de Ibiapina. Organizaron la comunidad del Caldeirão movida pela fé, trabajo, hartura y libertad. Esta forma de convivencia con el semi-árido tiene continuidad en las CEBs, em las pastorales y entidades comprometidas con los pobres.
La profecia se hizo eco en el análisis de la realidad, que llevó a constatar que Brasil todavía necesita reconocer que en el campo y en la ciudad, no es suficiente realizar grandes proyectos. El gran capital prioriza el agro e hidronegócio y las mineradoras, continuando expulsando del campo para concentrar a las personas en las ciudades, volviéndolas objeto de manipulación y exploración, de concepciones dominadoras y productoras de profundas injusticias. El pueblo continua siendo despojado de su dignidad: sus hijos e hijas se consumen en el mercado de las drogas y en el tráfico de personas; es desprendido de sus derechos a sanidad, educación, morada, diversión; la juventud es exterminada, oscureciendo la posibilidad de proyectarse hacia el futuro por falta de oportunidades; todavía existen discriminaciones y otras violencias marcan las relaciones de etnia, raza, edad, género, religión. Percibimos que transformar los ciudadanos y ciudadanas en consumidores es una amenaza para el “Bien Vivir”.
Ranchos (mini-plenários) y sombreros (grupos) se volvieron espacios de compartir las experiencias, de busca para comprender la sociedad que es el suelo donde las CEBs luchan y viven.
Y atrás de los pasos del padre Cícero, las CEBs se volvieron romeras por las veredas del Cariri, conociendo realidades y comunidades; viviendo la firmeza de los mártires y profetas; experimentando el compartir y la fiesta de manera que el pueblo nordestino sabe hacer.
La sabiduría de los patriarcas y matriarcas nos acompañó rescatando la memoria y orando: “Sólo Dios es grande”, “Amaos unos a los otros”.
La grandeza de Dios se revela en los romeros, pueblo sufrido que al asumir la organización de la romería, en la práctica de la solidaridad, en la reza y en el canto de los benditos se hace protagonista y re-significa el espacio de la vida diaria.
El amor es manifestado en la profecía de la mujer que en el acariciar, en el amasar del pan, en la lideranza y revolución carga en su vientre nuestra liberación; en la profecía que por amor a la justicia se vuelve ecuménica; en Jesús de Nazaret que primeramente vivió la justicia y la profecía a servicio de la vida y nos desafía a ser CEBs Romeras del Reino en el campo y en la ciudad.
La vivencia comunitaria en el terreno del semi-árido renovó nuestro creer. Exultamos de alegria como los niños que saltaron de alegría en el vientre de las madres vislumbrando lo nuevo. El Reino se hizo presente entre nosotros. Sus señales están presentes en la hermandad: oramos y reflexionamos, reavivamos en nuestra frente rostros de mártires y profetas de la caminada, reflexionamos e debatimos, formamos la misma fila para comer juntos la sabrosa comida del Cariri, en la misma pila lavamos nuestros platos. En la circularidad del servicio, del canto, del testimonio, reafirmamos el compromiso de ser CEBs: Romeras del Reino, profetas de la justicia que luchan por la vida, al servicio del bien-vivir, semillas del Reino e de su Justicia, comunidades profetas de esperanza y de la alegría del Evangelio.
Los romeros y romeras siempre vuelven para su tierra, llenos de fe y esperanza. Nosotros también volvemos como romeros y romeras preñados de la utopía del Reino que es de las CEBs. Volvemos para nuestra tierra, con un mensaje del Papa Francisco, obispo de Roma e Primado en la Unidad. De él recibimos reconocimiento, coraje, convite a continuar con pisada firme la caminada de ser Iglesia Romera de la justicia e profecía al servicio de la vida.
Nos juntamos a la voz de Maria que aclamó al Dios de la vida que realiza sus maravillas en los humillados. Unamos nuestras voces a la suya para con ella derribar a los poderosos de ses tronos y elevar a los humildes, despedir los ricos de manos vacías y llenar de hartura la mesa de los empobrecidos.
Hermanas y hermanos, os abrazamos con “amorosidad”. Amém, Axê, Auerê, Aleluya!
Participantes: mujeres (2248), hombres (1788), obispos (72), sacerdotes (232), religiosas/os (146), evangélicos (20), otras religiones (35), extranjeros (36), ampliada/asesoras/es (68), indígenas (75) . Total (incluyendo los equipos de servicio y visitantes): 5046.

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