viernes, 1 de marzo de 2013


Pbro. Gabriel Martín Ghione
Homilía III Domingo de Cuaresma 
¿Quiero convertirme?


Ya nos encontramos en medio del tiempo cuaresmal en el cual queremos repensar, reflexionar y meditar sobre nuestra vida, nuestra vocación y misión, sobre nuestra relación con Dios y los hermanos.

Hoy el texto del Evangelio nos presenta el corazón de este tiempo: la conversión. Ella es un proceso, toda nuestra vida es conversión: es volver al camino, optar por unos valores, retomar las actitudes del Evangelio. Convertirse es asumir una vocación-misión.

En la primera lectura Moisés tiene que convertirse: 
Abandonar el lugar de seguridad que implicaba apacentar las ovejas de su suegro y asumir la misión de Dios de liberar a su pueblo, ser la manifestación de un Dios que escucha el clamor y el sufrimiento. Dios interviene en la historia de un pueblo sufriente y esclavizado a través de una persona, que abandonando sus seguridades y cautivado por una Presencia que arde sin consumirse, sale a hacer presente el proyecto de Dios. Moisés se “puso de rodillas”, se descalzo ante la zarza, no para permanecer inmóvil sino para asumir una misión. Moisés paso de la indiferencia a la acción, tomo una determinación: esa es una característica de la conversión.

En la segunda lectura los Corintios 
Estaban demasiado seguros en ellos mismos, en sus talentos y carismas. La soberbia sutilmente se había apoderado del corazón y del modo de relacionarse, cada uno hacía alarde de lo que era pero se habían olvidados del carisma fundamental: al amor. San Pablo los invita a prestar atención: el que se cree seguro cuídese de no caer. En la conversión necesitamos tener la actitud de la humildad, de asumir que no somos perfectos, que nos podemos equivocar. Si estamos demasiados contentos con nosotros, demasiado seguros de nosotros mismos, a lo mejor no permitimos que Dios obre en nuestra vida y nos muestre otro camino: el de amor.

El Evangelio
Como un estribillo, nos invita a convertirnos. Convertir una manera de pensar que hacer responsable a Dios de los males del mundo y de nuestros propios errores en las decisiones que tomamos.
Convertirse es querer dar fruto, es trabajar para que nuestros hermanos se puedan alimentar con nuestra vida.

Ojala hagamos la experiencia de este Dios que nos vuelve a dar, una y otra vez, la oportunidad de cambiar, de convertirnos. Descubrir a Dios que remueve nuestra tierra y nos invita a dar fruto. Qué triste que es la vida de aquellos que piensan que no pueden cambiar, que lo de ellos está todo bien, que en realidad Dios le debe. Que hermoso es vivir desde la realidad de un Dios que siempre nos da nuevas oportunidades para crecer, madurar y dar fruto, de un Dios que con su paciencia infinita nos invita a dar lo mejor de nosotros mismos.

Por ello te invito que te preguntes 
¿quiero convertirme? ¿De qué? ¿A qué? ( la conversión marca un rumbo), ¿necesito convertirme? Preguntas complementarias que nos pueden llevar a reflexionar.

La Iglesia nos invita en Aparecida a una profunda conversión pastoral de las comunidades en clave misionera: ¿estamos dispuestos a aceptarla? ¿lo queremos realmente?


Skipe: ghione.gabriel.martin

"Servidores de ustedes por amor de Jesús" 2 Cor 4,5

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