Dios te salve, Francisco I
Xabier Pikaza
Así solemos saludar a la Virgen María ¡Dios te salve! Y así quiero saludarte, en este pequeño blog, que no leerás, pues tienes mil cosas más importantes que hacer, pero que alguno de tus amigos cristianos leerán, en España y también en Argentina, tu tierra: ¡Dios te salve, Francisco I!
Te salve Dios, es decir, te ayude a ser tú mismo, en la barca de Pedro, para que seas fiel al evangelio, en la línea de Ignacio, tu Padre, en la línea de Francisco, cuyo nombre has querido hacer tuyo, como signo de fraternidad y de gozo cristiano, en gesto de retorno a los caminos de Jesús, desde la hermana pobreza, en un mundo que sólo parece apoyarse en las seguridades del dinero.
Has dicho en el primer saludo desde el balcón de la casa de San Pedro que "han venido a buscarte de los extremos del mundo". Tienes razón, pero no es del todo exacto, porque sabíamos que estabas ahí, que hace ocho años pudiste ser Papa, pero la providencia de Dios te ha reservado para este momento. Este año 2013 no estabas en los planes de un tipo de prensa que buscaba nombres sonados, pero estabas ahí, y casi todos nos alegramos de que te hayan sacado de tu piso de Buenos Aires para meterte un poco a la fuerza en ese gran caserón de Roma.
Dicen que eres algo mayor, no hagas caso; tienes la edad justa para iniciar unas reformas urgentes que necesita la Iglesia, como vieron Ignacio y Francisco, tus hermanos cristianos. Sabes bien que Francisco veía caerse las paredes de la Iglesia y que quiso apuntalarla, con fraternidad y pobreza. Tú quieres lo mismo, y lo harás, estoy seguro.
Si has tomado ese nombre (¡Francisco!) es porque quieres hacer lo que haría el hermano Francisco siendo Papa. Él no pudo, no quiso... Pero tú puedes hacerlo, te han elegido... y tú has elegido el nombre de Francisco. ¡Gracias por hacerlo!
No sé si te sentirás a gusto en esa gran casa del Vaticano, pero tendrás que arreglarte y aguantar (¡rezaremos por ti!), y la deberás cambiar, estoy seguro, y limpiar, para que huela a pan y vino, a humanidad concreta y cercana, necesitada de cariño y de palabra, de comprensión y de esperanza.
Me ha gustado lo que has dicho en el balcón, sencillamente, saludando a tu pueblo cristiano de Roma, pidiendo que recen por ti y rezando con ellos, vestido simplemente de blanco, con una cruz sencilla... No creo que puedas tomar el metro y los autobuses para andar con la gente, pero no pierdas las costumbres. Tú eres de pueblo, sigue siendo de pueblo... Sólo así, siendo muy de pueblo, podrás ser obispo de la Iglesia de Roma, en fraternidad con todas las iglesias. No te has llamado Papa, sino "obispo de Roma", y me ha gustado mucho, y también que hayas citado a tu Vicario de la Diócesis de Roma.
Ayer mismo le pedí a un amigo musulmán que me dijera los dos rasgos principales que debería tener hoy un Papa, y los puse en el blog; creo que se han cumplido ambos:
1. El primer rasgo era que fueras un Papa del pueblo, a poder ser “hispano”, de Europa o de América Latina, pues la mayor parte de los católicos son de lengua hispana (castellana o portuguesa). Y eso es lo que eres, hombre de pueblo, hijo de sencillos y pobres emigrantes. Sigue siéndolo, hermano Francisco. No olvides nunca que el evangelio es buena noticia del pueblo y para el pueblo. Por eso me ha gustado mucho que al presentarte en el balcón de San Pedro hayas pedido a la gente de tu diócesis (Roma) que rece por ti, que rece contigo, antes de ofrecerles tú la bendición.
2. El segundo rasgo que mi amigo musulmán pedía es que fueras capaz de dialogar con el Islam y con las restantes religiones, con todos los hombres. Creo que eres capaz de hacerlo, porque vienes del pueblo y porque has escogido el nombre de Francisco, el hermano de Asís, que fue sin armas a dialogar con los musulmanes, en un tiempo de luchas armadas.
Te he visto sonriente en el balcón, y me he alegrado. Has recordado al hermano Benedicto XVI, y me he alegrado, pues le sucedes en la función de Obispo de Roma. Has dicho que querías amor y fraternidad, y me he alegrado, porque el Evangelio es amor y porque vas a necesitar mucha inteligencia y valentía para crear en la Iglesia que parece dividida (y en especial en el Vaticano) espacios fuertes de clara fraternidad, con gran respeto, pero con mucha valentía.
Le estoy pidiendo a Dios que seas valiente, hermano Francisco, y estoy convencido de que lo serás. En Roma estuvieron tu Padre Ignacio y tu hermano Francisco de Asís, abriendo los dos (cada uno a su manera) caminos de reforma. La Iglesia actual de Roma y del mundo les necesita hoy más que nunca, y te necesita a ti. Dios te hará valiente, no temas.
En este pequeño blog hablaré con cierta frecuencia de ti y de tu servicio en la Iglesia, como he hecho con Benedicto XVI. Quizá seré crítico más de una vez, pero lo seré con amor, por amor al evangelio. No soy nadie ante ti, pero te ofrezco este pequeño lugar de mi blog, con mis amigos y comentaristas. Estamos en el mismo barco, al servicio de los hermanos de Jesús (¡tu Compañía!) y de la comunión de la Iglesia.
Y basta ya por hoy. Sólo quiero añadir para terminar que me alegro de que seas Papa. Pido a Dios que te conceda muchas alegrías y que así puedas transmitir tu gozo a los católicos y cristianos que te escuchen. Y te vuelvo a decir, como al principio: Francisco I, Dios te salve.
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