33 años del martirio de monseñor Romero
San Romero de América: se avecina el anuncio de su santidad
Jesús Bastante
"Que este Cuerpo inmolado y esta sangre sacrificada por los hombres nos alimenten también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor, como Cristo, no para sí, sino para dar conceptos de justicia y de paz a nuestro pueblo. Unámonos, pues íntimamente en fe y esperanza a este momento de oración por doña Sarita y por nosotros..." y entonces sonó un disparo desde el fondo de la iglesia, y Óscar Arnulfo Romero cayó abatido en el altar. Con el corazon atravesado. 24 de marzo de 1980.
Se cumplen 33 años -la edad de Cristo- del martirio de "San Romero de América", como sabiamente lo bautizó el último gran profeta de la Amazonía, Pedro Casaldáliga. Un hombre que luchó, hasta la muerte, por defender los derechos de los más pobres frente a la indignidad de los poderosos. Por eso lo mataron. Como nueve años después a Ellacuría y los suyos, como antes al obispo argentino Angelelli, como a Juan Gerardi en Guatemala. Como a tantos mártires silenciosos en Latinoamérica, cuya beatificación ha estado parada durante años en Roma.
¿También ahora? El clamor por la beatificación de monseñor Romero resuena entre los muros vaticanos. Ha llegado de la mano del nuevo aire, de los nuevos gestos, del Papa Bergoglio. No se extrañen de que pronto veamos, al fin, al obispo de San Salvador en los altares de las parroquias. Pues ya está en el corazón de muchos fieles, en América y el mundo.
El obispo auxiliar de San Salvador, Gregorio Rosa Chávez, apuntaba la pasada semana que "el Papa, al que tengo la dicha de conocer peronalmente, tiene una devoción por Romero y una convicción total de que es un santo y un mártir; por tanto, todo indica que los astros están alineados para que lo beatifique". ¿Esperanza o realidad? Lo cierto es que desde hace algo más de un año, Roma ha declarado la "ortodoxia" del pensamiento Romero, ya que la bondad de su "otopraxis" queda fuera de toda duda.
Bergoglio, Francisco, ha dado muestras a lo largo de su ministerio del respeto mostrado al obispo mártir. Incluso, llegó a visitar la que fue su casa y la iglesia donde aquel maldito 24 de marzo de 1980, un esbirro de Roberto D´Aubisson le metió una bala en el corazón. Y logró abrirlo en el interior de millones de almas.
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