sábado, 2 de marzo de 2013


Martín Gelabert Ballester, OP 
La Sede está vacante, la Iglesia no 



En estos días en que están saliendo todo tipo de asuntos, unos más turbios relacionados con el entorno del Papa, y otros más piadosos sobre sus últimos gestos; en que se analizan algunas de sus últimas palabras públicas, como por ejemplo, esas en las que ha confesado que durante su ministerio ha habido días soleados y pacíficos, junto con otros en que las aguas bajaban agitadas y Dios parecía callado, considero preferible mirar hacia delante, aunque sin olvidar del todo que en la casa de la Iglesia hay necesidad de conversión y purificación.



Puestos a “cambiar de tercio” voy a contar una anécdota de la que fui testigo y que tiene que ver con la situación actual de espera que vive la Iglesia. Cuando falleció Juan Pablo II, y hasta la elección de Benedicto XVI, hubo un fraile que, en la Misa conventual, cuando llegaba el momento de acordarse de la Iglesia extendida por todo el mundo, con el Papa y el Obispo, decía, ante la sorpresa general: “con nuestro Papa Sede vacante”. Por otra parte, hoy mismo me han preguntado “qué se debe decir ahora” cuando se pide por el Papa en la plegaria eucarística. De hecho, algunos Obispos han dictado normas sobre este asunto.



La Iglesia nunca está vacante, ni vacía, ni de vacaciones. Y en ella el importante no es el Papa ni el Obispo, sino Cristo y su cuerpo todo entero, o sea, el conjunto de los cristianos. Pero como institución humana que es, ocurre que, en ocasiones, los que tienen en ella responsabilidades, dejan de ejercerlas por algún motivo. En este caso, lo que debe hacer la comunidad es proveer nuevos responsables o ministros. Y en esas estamos ahora con la diócesis de Roma. Ocurre que Roma es la diócesis primada, la diócesis del Papa, que tiene la misión de mantener a la Iglesia unida en la fe y en la caridad.



En este periodo de espera todo debe continuar con normalidad, aunque algunas situaciones se vivan con una cierta provisionalidad. En lo referente a la oración por el Papa que aparece en la plegaria eucarística, que es un modo de decir que los que celebramos estamos en comunión con él, ahora nuestra comunión no está personalizada en el Papa, porque no lo hay. Por eso, no hay que nombrarlo. Hay que pasar directamente a nombrar al Obispo diocesano. Pero en la oración de los fieles es bueno, conveniente y necesario que, al orar por la Iglesia, pidamos para que Dios nos conceda un Pastor bueno, que sepa guiarla por los caminos del Evangelio y estimularla para sea cada día más fiel al Señor.

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