Pbro. Diego Fenoglio
Domingo
de Ramos – Ciclo C 2013
“…mirar a los hermanos que,
cerca o lejos de nosotros, viven sufriendo…”
En las celebraciones litúrgicas
la comunidad cristiana no recuerda hechos históricos que han ocurrido en un
punto geográfico concreto; “hace memoria” de acontecimientos (”Kairós” paso de
Dios) de la historia de la salvación.
Hoy los cristianos hacemos
presente como Jesús inicia un camino de justicia y humildad que sólo es creíble
para la gente sencilla que le acompaña. Así es como se hace posible que el
Justo pueda acercarse a una humanidad dividida, esclavizada por las
injusticias, odios, hambre, violencia
callejera, familia en crisis…
Alguien ha escrito que “un ‘Dios
crucificado’ constituye una revolución y un escándalo… el Crucificado no tiene
el rostro ni los rasgos que las religiones atribuyen al Ser Supremo “. Este
Dios no permite una fe frívola y egoísta; es un Dios al servicio de los hombres.
Con Él nos encontramos cuando nos acercamos al sufrimiento de cualquier
crucificado actual por las injusticias que existen en nuestro mundo.
Nosotros los hombres y mujeres
que vivimos en este siglo XXI, tenemos una cultura de “costumbres religiosas”,
pero que no nos ayudan a tener una vivencia profunda de nuestra fe. ¿Somos
capaces de reconocer en Jesús a ese hombre que cambió la imagen que tenían los
judíos de Dios? Jesús, nos ha revelado
que Dios es un Padre, lleno de ternura y de misericordia.
El relato de la Pasión del
Evangelista Lucas que leemos en este ciclo resalta la confianza en el Padre y
la petición de misericordia para los “que no saben lo que hacen” o para el buen
ladrón “hoy estará conmigo…”
La
celebración del domingo de ramos y nuestra confesión de fe, nos tendría que
llevar a dar una verdadera respuesta a la pregunta de Jesús como Pedro, aunque
después lo neguemos: “Tú eres el Mesías”. O como el centurión y sus hombres:
“Realmente este era Hijo de Dios”. Cuando
el Señor nos mira, sentimos su reclamo por nuestras negaciones y traiciones.
Sin embargo, lo único que dicen sus ojos es lo que vio Pedro en ellos: «Te
quiero».
La ramita de olivo que hoy llevamos a casa nos
recuerda la coherencia de Jesús hasta las últimas consecuencias. ¡¡Bastante
comprometida la ramita!!... Que el Crucificado nos mueva a mirar a los hermanos que, cerca o lejos de
nosotros, viven sufriendo.
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