jueves, 21 de marzo de 2013


Pbro. Diego Fenoglio
Domingo de Ramos – Ciclo C 2013

“…mirar a los hermanos que, 

cerca o lejos de nosotros, viven sufriendo…


En las celebraciones litúrgicas la comunidad cristiana no recuerda hechos históricos que han ocurrido en un punto geográfico concreto; “hace memoria” de acontecimientos (”Kairós” paso de Dios) de la historia de la salvación.


Hoy los cristianos hacemos presente como Jesús inicia un camino de justicia y humildad que sólo es creíble para la gente sencilla que le acompaña. Así es como se hace posible que el Justo pueda acercarse a una humanidad dividida, esclavizada por las injusticias, odios, hambre,  violencia callejera, familia en crisis…

Alguien ha escrito que “un ‘Dios crucificado’ constituye una revolución y un escándalo… el Crucificado no tiene el rostro ni los rasgos que las religiones atribuyen al Ser Supremo “. Este Dios no permite una fe frívola y egoísta; es un Dios al servicio de los hombres. Con Él nos encontramos cuando nos acercamos al sufrimiento de cualquier crucificado actual por las injusticias que existen en nuestro mundo.

Nosotros los hombres y mujeres que vivimos en este siglo XXI, tenemos una cultura de “costumbres religiosas”, pero que no nos ayudan a tener una vivencia profunda de nuestra fe. ¿Somos capaces de reconocer en Jesús a ese hombre que cambió la imagen que tenían los judíos de Dios?  Jesús, nos ha revelado que Dios es un Padre, lleno de ternura y de misericordia.

El relato de la Pasión del Evangelista Lucas que leemos en este ciclo resalta la confianza en el Padre y la petición de misericordia para los “que no saben lo que hacen” o para el buen ladrón “hoy estará conmigo…”
La celebración del domingo de ramos y nuestra confesión de fe, nos tendría que llevar a dar una verdadera respuesta a la pregunta de Jesús como Pedro, aunque después lo neguemos: “Tú eres el Mesías”. O como el centurión y sus hombres: “Realmente este era Hijo de Dios”. Cuando el Señor nos mira, sentimos su reclamo por nuestras negaciones y traiciones. Sin embargo, lo único que dicen sus ojos es lo que vio Pedro en ellos: «Te quiero».


La ramita de olivo que hoy llevamos a casa nos recuerda la coherencia de Jesús hasta las últimas consecuencias. ¡¡Bastante comprometida la ramita!!... Que el Crucificado nos mueva  a mirar a los hermanos que, cerca o lejos de nosotros, viven sufriendo.

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