viernes, 2 de enero de 2015

Et incarnatus est. “Carne” de Dios

Xabier Pikaza


Dom 2. Navidad. Ésta es la palabra más significativa de la historia de occidente, y para nosotros, cristianos, la más importante de la humanidad: Dios se ha “encarnado¨, se ha hecho vida en la “carne/historia" de los hombres, y así le acogemos con fe, y celebramos su misterio en Jesús de Nazaret, que estos días de Navidad nace en la Liturgia. Así lo muestran las dos imágenes de esta postal:

-- La primera presenta a unos obispos que celebran, arrodillados, ante los fieles alejados, el nacimiento de Dios, representado en la estrella de mármol frío (estrella de David, de los Magos de Oriente) que está en el suelo.
-- La segunda presenta una mano con el niño caliente de vida, la mano del partero/a (o del padre), que recibe al niño del vientre de su madre, ya limpio y sonriente, dispuesto a comenzar la gran carrera de la vida, si le acogemos y amamos como carne de Dios.

Una fe "difícil"
-- Muchos hombres y mujeres no lo entienden, no pueden aceptar esta palabra, pues no creen que haya un Dios que pueda y quiera encarnarse (hacerse humano); no creen quizá en Dios, ni tampoco en el hombre como “capaz de ser Dios”. Por eso, un genio de la filosofía como el judío L. Wittgenstein (tan amigo de los cristianos, pero no cristiano) decía que lo más grande que existe es un tipo de filosofía como la de Platón, o un tipo de religión como la de Buda o Mahoma, donde Dios está siempre separado, o no existe, o no se encarna.
-- Tampoco muchos “creyentes” de la Iglesia entienden ni aceptan de verdad esta palabra de la “encarnación” (pues son en el fondo más platónicos que cristianos). Dicen que Dios se ha encarnado, pero después entienden esa encarnación de una forma “espiritualista” (¡como rayo de luz por un cristal!), sin aceptar de verdad la “carne” de María (la madre de Jesús), ni la carne de Jesús. K. Rahner decía que en el fondo somos “monofisitas” (no creemos en el hombre); yo añadiría que somos “gnósticos” (no creemos en la carne de Dios, ni por consiguiente en la carne humana)
La fe en el niño, carne de Dios, lo más fácil
Pues bien, sin negar los valores de Buda, de Platón o de Mahoma y los de tantos otros pensadores y profetas (incluidos muchos “platónicos eclesiales”), los cristianos confesamos la encarnación de Dios, tal como fue formulada por el evangelio de Juan (Jn 1, 14) y por el Credo (y se encarnó por obra del Espíritu Santo).
Dios sigue siendo Dios (más Dios que nunca, más misterioso y distinto), y el hombre humano (pequeño y grande…). Pero ese mismo Dios ha querido ser Dios en forma humana, compartir con nosotros su vida, para que nosotros vivamos en la suya.
Eso significa que "todo niño" nace de Dios, con Jesús (Jn 1, 14), como Jesús (Jn 1, 12-13), siendo carne y sangre, deseo de vida, pero carne y sangre de Dios, necesitando la ayuda de otros hombres (mujeres y hombres que le acojan).
Éste es el misterio central de la “tercera misa” de la Navidad, el evangelio de este Segundo Domingo de Navidad (Jn 1, 1-18), un texto que aún no ha entrado de verdad en la conciencia cristiana, pues somos más monofisitas que mesiánicos, más gnósticos que cristianos.
Decimos sin más esas palabras (e incluso inclinamos la cabeza al escuchar en misa solemne la gran palabra cantad: ¡Et incarnatus est!. Pero luego no creemos de verdad en ella (aunque ese texto del “segundo evangelio” se haya leído al final de todas las misas de la cristiandad hasta el Vaticano II). No estamos acostumbrados a ver a Dios en la carne de la historia, como seguiré indicando, no acogemos e impulsamos la carne de la historia de la debilidad humana como revelación y presencia de Dios. Buen comienzo de año, buen domingo II de Navidad.

Para seguir eyendo:
http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2015/01/02/4-1-15-et-incarnatus-est-carne-de-dios-

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