martes, 20 de enero de 2015

DESPROPORCIONALIDAD O 

AGRAVIO COMPARATIVO

     Supongo  que tanto vosotros como yo en los últimos días, decenios (desde el 11 de septiembre de 2001), hemos desayunado la prensa, la radio, la televisión que no hacía más que hablar de los terribles atentados cometidos en Nueva York, Londres, Madrid, y estos últimos días en París. También se habla en las últimas noticias de los yihadistas  abatidos en Bélgica que preparaban una nueva masacre. Toda precaución y toda lucha es poca. La condena de estos actos criminales está más que justificada y proteger a las posibles víctimas de semejante barbarie es de toda justicia. Las repulsas hay que expresarlas y las violencias extremas combatirlas con rotundidad.

     Dicho esto podríamos hacernos algunas preguntas y no precisamente ingenuas sino cargadas de sentido común,  lucidez y voluntad de verdad. Por ejemplo: ¿de dónde salen las armas que matan a tanta gente inocente? ¿Quién o quiénes las fabrican? ¿Cuánto beneficio obtienen traficando con el arsenal bélico y con el miedo?  Nos llevaríamos una gran sorpresa al ver a un grupito selecto de generales y banqueros occidentales, además sin  escrúpulos, obtener suculentos beneficios con un negocio premeditado, y que unos líderes políticos, a su merced, los condecoran por luchar contra el terrorismo que ellos mismos han fabricado. Ahora tildamos de extremistas a los que han sido adiestrados por sus propios amos para sembrar un terror que es el mejor caldo de cultivo que sostiene todo terror. Es la pescadilla que se muerde la cola, pero que mantiene vivo el negocio de la guerra… Pero la jugada parece que se les ha ido de las manos. Ahora se encienden todas las alarmas. Los horrores del Estado Islámico son prueba de ello.

     Qué pena que los diarios, las radios, las televisiones, aunque sólo fuese para equilibrar la información, abrieran sus titulares con la muerte diaria por desnutrición, por malaria, por el Ébola, por las epidemias de cólera, disentería y otras enfermedades que hacen relación a la falta de agua potable o en mal estado,  a la sequía. Esas víctimas superan masivamente, con creces, a las que el terrorismo televisado provoca. Y se las trata con una desproporcionalidad maliciosamente intencionada, que responde a intereses bien concretos. Está claro, como dice José Luis Sicre,  que la muerte de un blanco vale por la de cien negros, es así de triste.

     Por eso se puede hablar de agravio comparativo, de desproporcionalidad en la información oficial que llega a nuestros hogares. El terrorismo no es el problema número uno, como nos quieren hacer creer de manera machacona, interesada e hipócrita los grandes medios, sino el hambre que sigue matando a diario y silenciosamente sin que nadie levante la voz, sin que nadie salga  a la calle para manifestarse y protestar. Vender más prensa o aumentar los índices de audiencia con programas telebasura es el objetivo primordial. Prima el beneficio sobre la justicia.

     Desgraciadamente los que detentan el poder no luchan contra la pobreza sino contra los pobres. Conviene que sean sumisos, diezmados a ser posible,  que no levanten la voz, para poder seguir robando sus tierras, utilizando su suelo como basurero y sus mares como  vertedero para los productos nocivos de nuestras centrales nucleares.

     Creo que no he exagerado un ápice en nada de lo que he dicho, pues lo que he silenciado, e incluso lo que desconozco,  podría ser tan grave  como lo que acabo de escribir.

     No quiero terminar esta página sin un tono de esperanza. Los africanos estarían encantados en lanzar una campaña para apadrinarnos con sus sonrisas, con su alegría, con el enorme sentido festivo que tienen y la vitalidad que les sale hasta por los poros de la piel, pero nosotros nos miramos tanto el ombligo que nos cuesta salir de la tristeza y de ese sentimiento inconfesado de derrota que nos impide tantas veces celebrar la vida. ¡Ojalá levantemos la cabeza y comprobemos que le horizonte es más amplio de lo que parece!


     NOTA: 
Estos últimos días en Níger, como reacción a la caricatura de Mahoma publicada por el semanario de París, se han producido protestas, tumultos, con al menos ocho  muertos y varias iglesias quemadas y saqueadas. Quisiera puntualizar, en este túnel de oscuridad en el que muchos parecen haber entrado, que una cosa es “La libertad de expresión” y otra bien distinta “el derecho que toda religión y cultura tiene a ser respetada en su sensibilidad sin que la satiricen  gratuitamente ni pongan en ridículo su símbolo más sagrado, y más, cuando llueve sobre mojado”   

                         FRATERNO SIEMPRE, PACO BAUTISTA, SMA. 

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