domingo, 25 de enero de 2015

Actualidad del fanático Jonás 

Jesús Espeja


He leído muchas veces el libro de Jonás porque me resulta gratificante. Posiblemente porque se ve cómo en un juego de fuerzas prevalece la misericordia entrañable de Dios hacia todos los seres humanos, sobre la cerrazón del hombre testarudo. En la situación actual cuando los fanatismos e intolerancia en todos los ámbitos brotan como hongos venenosos, es significativa la leyenda de Jonás que para este domingo trae la liturgia.

Nínive era una «ciudad grande sobremanera, de tres días de recorrido». Rica en comercio, sus habitantes nada tenían que ver con la religión judía; eran paganos, y sus ídolos que encubrían la corrupción. Jonás, un judío conservador y reaccionario, lógicamente desprecia de corazón a los ninivitas y desea que Dios los castigue con un rayo desde el cielo. Por eso emplea todas sus artimañas para no ir a Nínive y avisar a sus habitantes del peligro que corren si no se convierten. A pesar de todas sus ingeniosas escapatorias, Jonás tiene que ir a Nìnive, avisa del peligro y sus habitantes se convierten. Entonces el fanático judío arremete contra Yahvé: ya sabía yo que tu me la ibas a jugar “ pues eres un Dios clemente, compasivo, paciente y generoso que se arrepiente del castigo; así que quítame la vida pues prefiero morir a estar vivo”.
Curiosamente Nínive estuvo ubicada en el actual Irak, donde la figura del fanático Jonás toma cuerpo en musulmanes radicales que persiguen y matan a fieles de otras religiones, de modo especial a los cristianos ¡Cuánto daño ha hecho y actualmente sigue haciendo el fanatismo religioso! Es la expresión más ladina y perversa del fanatismo, intolerancia y falta de respeto hacia los otros que hoy carcome a nuestra sociedad. La libertad religiosa exigida por la dignidad de toda persona humana fue uno de los aportes más novedosos en el concilio Vaticano II. Un indicativo muy saludable para una sociedad internacional donde la soberbia y la codicia de unos que se creen poseedores absolutos de la verdad, destruyen una y otra vez esos anhelos de ternura, solidaridad y diálogo que, como imagen del Creador, toda persona humana lleva dentro.
Hoy también la Iglesia celebra la conversión de San Pablo: un fanático judío que se cayó del burro al experimentar el amor inagotable y universal de Dios manifestado en Jesucristo. Su conducta es una llamada no sólo para la unión y diálogo entre las distintas confesiones cristianas, sino entre todas las religiones y entre todos los seres humanos.

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