domingo, 31 de marzo de 2013


Base Naval de Guantánamo, 
el Infierno en la Tierra
Yolaidy Martínez Ruiz



“Allí no se cumplen los derechos humanos. Podían hacer con nosotros lo que quisieran”, recuerda Murat Kurnaz, exprisionero de la base estadounidense de Guantánamo, enclavada en un territorio arbitrariamente ocupado a Cuba hace más de 100 años. 

Testimonios como el del joven turco-alemán ilustran la actual situación de quienes aún permanecen encerrados en el centro militar, abierto en enero de 2002 en el sureste del país caribeño contra la voluntad de sus autoridades gubernamentales y pueblo.

En este marzo es noticia a escala internacional una huelga de hambre iniciada por numerosos presos, hartos de las pésimas condiciones, los abusos y castigos denigrantes que sufren en la base estadounidense.

Sus protagonistas -en su mayoría ciudadanos árabes- recurrieron al ayuno desde el pasado 6 de febrero como forma de denunciar las continuas violaciones a los derechos más fundamentales de cualquier humano: ser tratados como personas y con respeto.

Un total de 166 extranjeros llevan casi 11 años tras las alambradas del penal sin enfrentar cargos concretos, aislados del resto del mundo, bajo un absoluto desamparo legal y expuestos a vejaciones, incluidas crueles modalidades de tortura.

Seis de ellos comenzaron la protesta, que en pocos días se radicalizó y logró sumar a más de 100 contra la aplicación de severas medidas disciplinarias como el confinamiento por tiempo indefinido, los registros a pertenencias personales y confiscación de copias del Corán, libro sagrado de los musulmanes.

Abogados de los detenidos denuncian que la ocupación de esos textos es considerado una profanación a la fe religiosa de sus clientes, todos recluidos en el bloque llamado Campo seis.

Pero el Departamento de Defensa niega que el motivo real del incidente sea la ocupación del Corán y se empeña en tratar con bajo perfil la huelga, considerada ya la más extensa y de mayor intensidad registrada en las cárceles de Guantánamo.

El Pentágono persiste, además, en disfrazar las cifras y solo hablan de una treintena de huelguistas, 11 de ellos alimentados a través de sondas nasogástricas y otros tres hospitalizados por deshidratación extrema.

Pero los abogados aseguran que el número real es de 130 prisioneros y excepto algunos reclusos de mayor edad, ninguno acepta los nutrientes que le ofrecen las autoridades de la cárcel y solo beben agua.

Incluso, el jefe del comando estadounidense desplegado en la base dijo recientemente que los reclusos iniciaron el ayuno porque están frustrados por la negativa de la Casa Blanca a clausurar ese centro y admitió también la creciente intensidad de la medida de presión.

“Estaban muy optimistas con el cierre de Guantánamo. Aparentemente, quedaron devastados (…) cuando el presidente (Barack Obama) retrocedió en esa decisión. Sabemos eso porque nos los dicen”, dijo el general John Kelly ante el Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes.

Obama se comprometió durante la campaña electoral de 2008 a cerrar dicha instalación, pero no cumplió la promesa en su primera gestión ni tampoco tocó el tema tras ser reelecto el año pasado para un nuevo periodo de mandato.

Por otro lado, los principales medios estadounidenses de prensa apenas tratan la huelga y -cuando lo hacen- solo destacan el financiamiento previsto para renovar la base naval.

“Escuchamos que a los abogados no se les permite visitar a los reos. Es más, existe una divergencia grande entre lo que dicen los abogados y la administración. Eso muestra que la administración todavía trata de silenciar la situación, no quieren que se difunda. Y esto significa que pasa algo grave”, indicó al respecto Andy Worthington, periodista e investigador británico.

Mientras, George Galloway, parlamentario de Reino Unido, dijo que si un caso similar tendría como escenario otro país de seguro los medios occidentales lo hubieran saturado en los periódicos impresos, radio, televisión e Internet.

Pese al silencio mediático, la huelga se expande y gana espacio en canales de comunicación de diferentes partes del mundo que, incluso, divulgan la horrible situación carcelaria del campo de detención desde su apertura.

Además, dentro de Estados Unidos miembros de Testigos contra la Tortura -organización defensora de los derechos civiles- desarrollan varias jornadas de ayuno, vigilias y protestas pacíficas en Washington, Nueva York, Chicago, Los Ángeles y otras ciudades en solidaridad con los detenidos en Guantánamo.

El grupo publicó una lista con los nombres de los reos en la instalación militar y llamó a los ciudadanos norteamericanos a enviar cartas a los jefes castrenses en protesta por las arbitrariedades cometidas contra los prisioneros.

¿QUÉ ES GUANTÁNAMO?

La base naval estadounidense de Guantánamo fue convertida en una cárcel tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, para encerrar allí a toda persona capturada al amparo de una supuesta guerra contra el terrorismo internacional, lanzada por Washington.

El centro es considerado un moderno campo de concentración donde a la población penitenciaria se le aplican diversas modalidades de tortura como el aislamiento en celdas con temperaturas extremas o mantenerlos amarrados en posición fetal por más de 24 horas sin alimentos.

Quienes lograron salir de allí coinciden en calificarlo como con una versión refinada del terror contra la especie humana, al estilo de los métodos empleados por los nazis en Auschwitz, Dachau, Sachsenhausen, Buchenwald, Flossenburg, Mauthausen y Ravensbrück.

El campo de detención dispone de cortes militares que imponen penas de muerte y cuyas decisiones son inapelables, aceptando como pruebas creíbles las “confesiones” conseguidas bajo coacción o tortura.

Documentos filtrados por el sitio alternativo WikiLeaks revelaron el uso de prácticas violentas de los interrogadores de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), obsesionados por conseguir confesiones acerca del fallecido líder de Al-Qaeda, Osama Bin Laden, muerto a manos de militares estadounidenses.

Ese medio digital también hizo público los casos del afgano Modulá Abdul Raziq y el saudí Mishal Awad Sayaf Alhabiri, algunos de los presos aquejados de enfermedades psiquiátricas que cometieron múltiples intentos de suicidio y pasaron años tras las rejas antes de ser trasladados a sus países de origen.

La base sigue abierta pese a la gran repulsa internacional y la denuncia permanente de las atrocidades cometidas por la CIA y las fuerzas militares estadounidenses.

Sigue abierta aunque represente un enorme gasto para los contribuyentes norteamericanos, pues cada interno le cuesta al presupuesto estatal unos 800 mil dólares al año contra los 35 mil con los que se mantiene un preso en los establecimientos penitenciarios en la Unión.

Y sigue abierta aunque -como afirman los analistas- sea un “agujero negro” en materia de respeto a los derechos civiles y solo contribuya a llenar de vergüenza la historia de la humanidad.

Fuente: http://www.cubainformacion.tv/index.php/mundo/49087-base-naval-de-guantanamo-el-infierno-en-la-tierra

¿Por qué somos tan reacios 
a la vida y a la alegría?
José Luis Cortés, en Ciclo C RD/Herder


- Ha terminado la Cuaresma; hemos completado ese "cursillo" que Jesús nos ha dado sobre el ser evangelizadores, portadores de su mensaje hoy. Ahora se trata de ponerlo en práctica... y empezamos a encontrarnos con las primeras dificultades.

Por ejemplo, y en primer lugar: nos cuesta alegrarnos, nos resistimos a la alegría; no entendemos por qué debemos estar alegres (DOMINGO: "Hasta entonces no habían entendido"), 
a pesar del mandato explícito de Jesús (LUNES: "¡Alegraos!"). 
A nosotros nos va más el llorar, el quejarnos, el lamentarnos (MARTES: "¿Por qué lloras?"); 
somos torpes para entender la razón de nuestra alegría (MIERCOLES: "¡Qué necios y torpes sois!") 
y nos quedamos atónitos (JUEVES: "¿Por qué surgen dudas en vuestro corazón?"), 
sin atrevernos a dar el paso que nos liberaría (VIERNES: "Ninguno se atrevía a preguntarle quién era").

Jesús nos reprocha esa resistencia nuestra a echarnos en brazos de la felicidad (SABADO: "Les echó en cara su incredulidad").

La Pascua es la ocasión ideal para hacer prácticas de alegría.

Una semana para preguntarnos por qué nos cuesta tanto unir fe y alegría.

  Martín Gelabert Ballester, OP 
Resucitado con llagas 



Llama la atención (sobre todo en los evangelios de Lucas y de Juan) que Jesús resucitado tenga tanto interés en mostrar a sus discípulos sus manos y sus pies. ¿Qué tenían de especial sus manos y sus pies? El relato de la aparición de Jesús a Tomás ofrece una buena orientación. Tomás es el que había dicho: “si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos…, no creeré”. Por eso, cuando Jesús se aparece a Tomás, le dice: “acerca aquí tu dedo y mira mis manos”. Eran unas manos llagadas. ¿Qué significa esto, un resucitado con llagas? Puestos a ver un martirizado resucitado, uno esperaría ver un cuerpo totalmente renovado, rejuvenecido, limpio, sin heridas ni huellas del martirio. Y, por otra parte, puestos a hablar de resurrección, lo que diría cualquier mentalidad medianamente crítica es que la resurrección es un acontecimiento trascendente, que de ningún modo puede ser vista con ojos de este mundo. El resucitado no vuelve a la tierra, entra en el cielo de Dios.
  

Y, sin embargo, Jesús resucitado toma la iniciativa: se deja ver, impone su presencia, provoca un encuentro. Los discípulos buscan un cadáver, para manifestarle respeto y cariño. Jesús resucitado busca a sus discípulas y discípulos e impone su presencia. ¿De qué modo? Como se imponen las cosas de la fe, respetando la libertad y los tiempos, sin forzar, con pedagogía. No se presenta con fuerza y poder, sino con amor y desde el amor. Por eso a veces no es fácil reconocerlo. Y, sin embargo, es él. Él mismo que fue crucificado es el que Dios ha resucitado. Esta igualdad queda expresada por medio de las llagas que porta el Resucitado. Pero estas llagas son algo más que un modo de decir “soy yo mismo”. Las llagas son expresión de identidad, o sea, pertenecen a su nuevo ser de resucitado. Dicho de otro modo: Jesús, vencedor de la muerte, no abandona lo caduco de la existencia mortal. La debilidad de la carne mortal ha sido asumida en la gloria del cuerpo resucitado.
  

Entendido así (Jesús resucitado no abandona su cuerpo mortal), la “desaparición” del cadáver tendría un sentido teológico. La pregunta no sería si aporta o puede aportar algo a la resurrección el cuerpo muerto de Jesús, sino qué aporta el Padre, que acoge a Jesús en su gloria, a la existencia terrena de Jesús. A Jesús y a nosotros, el Padre nos acoge con toda nuestra realidad, purificada y transformada, pero no por eso menos nuestra y menos real.

Lo nuclear de la vigilia pascual
José Manuel bernal




Llevo muchos años dedicados al estudio de la celebración de la pascua en la Iglesia. A estas alturas, si tuviera que hacer una síntesis y condensar en pocas palabras lo que, a mi juicio, representa lo más esencial de la celebración, la actitud básica de la comunidad al reunirse para celebrar la pascua del Señor, optaría por el siguiente diagnóstico.

La disposición de base de la comunidad en la noche de pascua yo la definiría como una actitud de espera vigilante y ansiosa. Los que creen en Jesús se reúnen esa noche envueltos en el duelo y la tristeza porque el Señor les ha sido arrebatado. Por eso están entristecidos, y por eso han ayunado, para expresar la angustia que les abruma, y por eso han dejado de cantar y de danzar, por eso han suprimido los adornos y las flores del recinto en que se reúnen. Es una noche tensa, alertada por las palabras de Jesús: “Días vendrán en que el esposo….”.

La comunidad espera. Hacen vela, despiertos, escuchando las palabras de los profetas, de los apóstoles y de los evangelios. Esas palabras les consuelan y les colman de esperanza. El Señor vendrá a media noche, cuando menos lo pensáis. Ellos esperan con las lámparas encendidas, como las doncellas de la parábola. Son las lámparas de la fidelidad y de la escucha. La comunidad espera la llegada del esposo. Él va a venir glorioso para reunirse con su esposa. Ellos, la comunidad de creyentes, son su esposa. Ellos son la expresión localizada y viviente de la Iglesia. 

Esa liturgia es una velada de oración, de plegarias, de escucha de la palabra de Dios, de meditación; y también una velada de ansiedad, de tensión retenida, de amor dolido. El Señor va a llegar; está al caer. Tiene que encontrarles despiertos, con las lámparas encendidas, con las alcuzas bien alimentadas por el aceite que las mantiene vivas.

El Señor llegará después de la medianoche, al canto del gallo, como relata la vieja Didascalia Apostolorum del siglo III de origen siriaco. Esa es la tradición más arcaica, la original, la de Tertuliano, la de la Epistola Apostolorum, la de la iglesia de Sardes y las otras iglesias del Asia Menor, la de la Roma antigua. Es la tradición más original, la genuina. 

Y después de la media noche, la comunidad preparará la mesa, dispondrá sobre ella los dones escatológicos del pan y del vino y celebrará la eucaristía. Entonces romperán el pan y compartirán todos juntos el banquete del Reino; se alimentarán todos con el cuerpo y la sangre del Señor. Entonces romperán el ayuno y se saciarán en la mesa de la abundancia, en la mesa del Señor. Ese será el momento del encuentro con el Resucitado. Él se hará presente al partir el pan, como lo hizo con los de Emaús y en las aparciones. Será el momento del encuentro con los suyos, el momento del encuentro nupcial con su esposa la Iglesia. La comunidad gritará con todo su alma el ¡Resurrexit!. El señor vive, ha resucitado y nosotros somos sus testigos.

Y comenzará la fiesta. La gran pascua. Una fiesta que se prolongará por espacio de cincuenta días. Será como un domingo largo, ininterrumpido, florido, colmado de alegría. Porque el Señor ha vencido a la muerte y está ya con los suyos. 

Los suyos comprenderán entonces que ha comenzado un tiempo nuevo, que Jesús ha inaugurado un nuevo tipo de existencia, que él es la semilla, la raíz, que un proceso de renovación y de cambio liberador se ha iniciado en el Jesús de la Resurrección. En el horizonte se ha dibujado una nueva utopía, la utopía del Reino. Para los que creemos en Jesús se nos ha abierto un reto desafiante y comprometedor. Es el reto de los testigos, de los que están llamados a luchar por la causa del evangelio, por la creación de una sociedad nueva y liberada de la podredumbre del mal. Ahí estamos ubicados en un mundo de fe y de esperanza, en un mundo de lucha por la paz y la fraternidad.

sábado, 30 de marzo de 2013


Ceremonia con contenido social en Alto Alberdi
La parroquia de San Jerónimo sorprendió anoche con un Cristo haitiano y un Calvario temático. Crecen las representaciones barriales para Viernes Santo.

Cristo negro. El haitiano Davidson Fleuribus cargó la cruz de Jesús por las calles de Alto Alberdi. Su actuación emocionó a los fieles (Facundo Luque/La Voz).

La madre de Jesús fue interpretada por una mujer afroperuana (Cristo negro. El haitiano Davidson Fleuribus cargó la cruz de Jesús por las calles de Alto Alberdi. Su actuación emocionó a los fieles .




“Quien quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo y cargue con su cruz de cada día”, arengó el padre Horacio Saravia, en el atrio de la iglesia de San Jerónimo. 

 Con la admonición de San Lucas dio comienzo el Vía Crucis de dicha parroquia, poco después de las 20.30. La luna brillaba en todo su esplendor y acentuó la mística de la principal celebración del Viernes Santo.

El peregrinaje crucial partió de La Rioja y Silvestre Remonda, y desde ahí recorrió las principales arterias de Alto Alberdi. Los vecinos se iban sumando de manera espontánea y además se mezclaban con los hinchas que concurrían al partido de Belgrano con Arsenal.

En este Vía Crucis temático, las 14 estaciones tuvieron un fuerte contenido social. Cada parada fue cristalizando los dramas comunes a las clases bajas, aunque tampoco son patrimonio de estas: ser pobre, ser inmigrante, ser mujer golpeada, niño abusado o anciano abandonado. También ser víctima de la droga, las enfermedades y la marginación. Si Cristo viviera, ese sería su entorno. 

 Decisión conjunta. Pero lo que más llamó la atención, e incluso causó cierto azoramiento inicial, fue que Jesús estuviera representado por un joven de color. Y su madre, la Virgen María, por una afroperuana de rostro y cabellos intensamente oscuros.

 “La decisión de que fuera un negro partió de la propia comunidad, porque ese pueblo sufre tremendas hambrunas y persecuciones”, adelantó el sacerdote, en referencia al haitiano Davidson Fleuribus.

Lejos de molestarse por la palabra “negro”, Davidson se siente “más cómodo” cuando le dicen así.

Representó al Salvador con marcada plasticidad caribeña. El estoicismo con que cargó la gran cruz de madera, y la manera con que se derrumbaba bajo el peso de ésta y del martirio físico y emocional, arrancó lágrimas del público.

“Yo estaba predestinado, para asumir este rol”, se alegró Fleuribus, quien estudia matemáticas en la UNC. Su nombre de pila significa “hijo de David”, la casa judía a la cual pertenecía Jesús. 

 Pilatos es blanco. Fuera de ello, el casting obedeció a la mera realidad barrial. En el tradicional y populoso enclave aledaño al cementerio conviven cordobeses, norteños y peruanos, y ahora también hay afro descendientes. Esta minoría buscó asentarse donde no tuvieran problemas. Tan rápido los incorporaron, que un haitiano “con la misma edad de Cristo”, es el primer Jesús negro en la historia oficial de Córdoba.

 Pero esa, y la de María interpretada por la incaica Benedicta Lavalle, fue la única salvedad racial. Una “celebridad” local, el rubicundo periodista Jorge “Galleta” Kelly, encarnó al antipático Poncio Pilato. Al gobernador romano en Judea le tocó escoger quién sería sacrificado, si Jesús o el criminal Barrabás. Pilato esquiva el bulto y cede la decisión al pueblo, quien salva a Barrabás y condena a Cristo. Esta es la primera, pero poco advertida señal de que las mayorías suelen equivocarse, y cómo. La alusión al “lavado de manos”, y la necesidad de responsabilizarnos por lo que sucede a nuestro alrededor, quedó marcada a fuego en el público apiñado en Remonda y avenida Colón. 

 Muerte y resurrección. A medida que se sucedían las estaciones, fue aumentando la violencia de los carceleros y las referencias a los calvarios actuales. También se acentuaban las muestras de reconocimiento por parte de la muchedumbre. Jesús es crucificado y abandonado a su mala muerte. “La miseria, la injusticia y el despojo son las tinieblas de ayer y de hoy”, recitó el padre Saravia, ya ante las puertas del Cementerio San Jerónimo. Allí la municipalidad montó un retablo especial, digno de la escena culminante de la Pasión.

 A más de 1500 años de teatralización, el regocijo de los fieles cuando Cristo resucita con un mensaje de esperanza y salvación, sigue conmoviendo al más duro e incrédulo de los espectadores.

En los barrios, las demostraciones de fe han crecido de manera palpable. Ayer se realizaron más de 20 diferentes Vía Crucis, casi todos con una interpretación en tiempo presente de las angustias cristianas y la caridad como única alternativa a la iniquidad.

Encontrarnos con el Resucitado
José Antonio Pagola




Según el relato de Juan, María de Magdala es la primera que va al sepulcro, cuando todavía está oscuro, y descubre desconsolada que está vacío. Le falta Jesús. El Maestro que la había comprendido y curado. El Profeta al que había seguido fielmente hasta el final. ¿A quién seguirá ahora? Así se lamenta ante los discípulos: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".

 Estas palabras de María podrían expresar la experiencia que viven hoy no pocos cristianos: ¿Qué hemos hecho de Jesús resucitado? ¿Quién se lo ha llevado? ¿Dónde lo hemos puesto? El Señor en quien creemos, ¿es un Cristo lleno de vida o un Cristo cuyo recuerdo se va apagando poco a poco en los corazones?

 Es un error que busquemos "pruebas" para creer con más firmeza. No basta acudir al magisterio de la Iglesia. Es inútil indagar en las exposiciones de los teólogos. Para encontrarnos con el Resucitado es necesario, ante todo, hacer un recorrido interior. Si no lo encontramos dentro de nosotros, no lo encontraremos en ninguna parte.

 Juan describe, un poco más tarde, a María corriendo de una parte a otra para buscar alguna información. Y, cuando ve a Jesús, cegada por el dolor y las lágrimas, no logra reconocerlo. Piensa que es el encargado del huerto. Jesús solo le hace una pregunta: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿a quién buscas?".

 Tal vez hemos de preguntarnos también nosotros algo semejante. ¿Por qué nuestra fe es a veces tan triste? ¿Cuál es la causa última de esa falta de alegría entre nosotros? ¿Qué buscamos los cristianos de hoy? ¿Qué añoramos? ¿Andamos buscando a un Jesús al que necesitamos sentir lleno de vida en nuestras comunidades?

 Según el relato, Jesús está hablando con María, pero ella no sabe que es Jesús. Es entonces cuando Jesús la llama por su nombre, con la misma ternura que ponía en su voz cuando caminaban por Galilea: "¡María!". Ella se vuelve rápida: "Rabbuní, Maestro".

María se encuentra con el Resucitado cuando se siente llamada personalmente por él. Es así. Jesús se nos muestra lleno de vida, cuando nos sentimos llamados por nuestro propio nombre, y escuchamos la invitación que nos hace a cada uno. Es entonces cuando nuestra fe crece.

 No reavivaremos nuestra fe en Cristo resucitado alimentándola solo desde fuera. No nos encontraremos con él, si no buscamos el contacto vivo con su persona. Probablemente, es el amor a Jesús conocido por los evangelios y buscado personalmente en el fondo de nuestro corazón, el que mejor puede conducirnos al encuentro con el Resucitado.

José Antonio Pagola 


 Domingo de Resurrección (C)
 Juan 20, 1-9

El Papa almuerza con 7 sacerdotes romanos, entre ellos un cura obrero
"Los ojos del Papa se humedecieron 
al escuchar la experiencia 
de quienes trabajan en lo social"


Ayer, el papa Francisco almorzó con siete sacerdotes de Roma. "Se trata de una costumbre del sustituto, monseñor Angelo Becciu, que se remonta a cuando era nuncio. Apenas lo supo el papa se unió 'volentieri'". En el apartamento del nuncio estaban invitados al almuerzo sacerdotes que monseñor Becciu conoce. Entre ellos, un sacerdote de Caritas, otro empeñado en la pastoral con los gitanos, también un sacerdote en silla de ruedas, otro sacerdote que se ocupa en la formación permanente de los jóvenes y otro con minusvalía física que es guía espiritual de otros sacerdotes".

El papa Francisco "se quedó muy contento con este encuentro con los sacerdotes romanos", dijo el portavoz, especialmente porque "ellos tenían muchas historias para contar sobre sus actividades".

Uno de los comensales, monseñor Enrico Feroci de Caritas de Roma indicó que se sintió como 'portavoz' de todos los pobres de esta ciudad: "Fue la primera vez que encontré al papa, dejará huella en mi vida ver al obispo de Roma que estaba sentado en nuestra mesa y nos escuchaba", dijo a los micrófonos de Radio Vaticano.

"Su capacidad de escuchar --prosiguió el responsable Caritas- es algo fantástico. Uno tiene la sensación de que uno se encuentra a su gusto al contar las experiencias que uno vive". Y añadió que "fue algo fuera de la norma: con nosotros reía, explicaba, reflexionaba, y nos daba consejos".

"Dejen las puertas abiertas de las iglesias --nos dijo Francisco--, así la gente entra, y dejen una luz encendida en el confesionario para señalar su presencia y verán que la fila se formará".

"Me acordé la frase de Zaqueo, baja y del baja y ven a almorzar con nosotros, indicó el sacerdote que precisó. "Todos los sacerdotes estabamos implicados en ayuda social. Le conté de la Cáritas de Roma, de sus 36 comedores y de los centros para madres con los niños. "Vi los ojos del papa humedecerse al escuchar la experiencia de quienes trabajan en lo social". Fue un "un animarnos a hacer más, porque nuestro obispo nos lo indica".

"Un almuerzo -prosiguió Mons. Feroci- en el que ni nos dimos cuenta de que comimos, como si se hablara solamente entre amigos que conversan serenamente entre amigos. Lo importante era con quien estábamos y lo que nos decía".

"Al despedirnos -concluyó el responsable Cáritas- nos abrazó uno por uno, sentir que el papa me abrazó. A uno de los sacerdotes le dijo ' te recomiendo, puertas abiertas'. A otro: 'Es muy importante el cuidado de los sacerdotes, te los recomiendo'. Y nos regaló a cada uno un rosario. Tuve la sensación que en breve vendrá entre los pobres de Roma así como a las comunidades en las parroquias. Lo sentiremos presente en la pastoral de nuestra ciudad".

Entre los presentes estaba también el párroco Mario Pasquale, que tuvo una experiencia en los años setenta como trabajador manual, sacerdote obrero, con diversas actividades manuales, como portavalijas en la estación Tiburtina.

"En este primer encuentro tuve la oportunidad de responderle al papa ¿quien eres tú? Tuve la impresión del obispo ideal que uno quiere tener en la propia vida".

Don Pascuale le contó al papa que en esos años eran unos 40 sacerdotes que habían tomado la decisión de vivir con los marginados. "Los frutos no nos toca a nosotros juzgarlos, nuestro espíritu era el de dar testimonio con nuestra presencia a estas problemática" dijo.

¿Cómo acogió el papa este testimonio? "Estaba muy atento, tuve la sensación que quería conocer y advertí que no estaba esperando para decirme lo que él pensaba sino para escucharme, como persona, como sacerdote. Y me sentí escuchado en mi historia, en mi camino, en mi ser sacerdote. El hecho de encontrarlo en este modo me ha dado la sensación de sentirme entendido sobre ese momento particular".

"Tuve la impresión -concluyó el sacerdote- que e me dijo 'ama a la Iglesia y hasta el fondo'. En particular cuando nos abrazó a cada uno de nosotros como un padre que abraza a su hijo que no ve desde hace años".

La renovación en la Iglesia, tarea de todos
José María Castillo




El papa Francisco, por las cosas que ha dicho desde el día que fue elegido y, más aún, por su llamativa forma humilde y sencilla de presentarse en público (ya que desde que era arzobispo de Buenos Aires), ha despertado tales expectativas de renovación en la Iglesia, que, con razón, se ha visto en él una evocación de Juan XXIII. El reciente libro de José Manuel Vidal y Jesús Bastante dejan muy claro este aspecto del nuevo papa. Por no hablar de los interminables comentarios, en el mismo sentido, que los medios difunden a diario y que, en cantidades asombrosas, circulan por la red. Es evidente que son muchos los católicos que ven la renovación de la Iglesia, no sólo como una posibilidad, sino incluso como una probabilidad cercana. 

 Nadie va a poner en duda que esta posible (incluso probable) renovación de la Iglesia es una esperanza excelente, que se debe fomentar en todo cuanto esté a nuestro alcance. Pero, ¡atención!, que esta esperanza de renovación está erizada de amenazas y peligros, que no son ninguna tontería. Ni son, desde luego, problemas imaginarios. 

 Para empezar, lo más importante de todo es que la renovación de la Iglesia no depende sólo del papa. Por más genial que sea este hombre, por más evangélicamente que viva y por más original y firme que sea en la toma de sus decisiones, la Iglesia es tan enorme, tan compleja y, en no pocos e importantes asuntos, una institución tan complicada, que un solo hombre no puede (ni podrá) renovar la Iglesia como la Iglesia necesita ser renovada, en este momento y tal como están las cosas. 

 No nos hagamos, pues, falsas ilusiones. La renovación de la Iglesia depende, por supuesto y en medida destacada, de lo que diga y haga el papa. Como depende también lógicamente de la Curia Vaticana. Pero, si es que hablamos en serio de renovación de la Iglesia, no olvidemos nunca que la Iglesia somos todos. Y, por tanto, de todos depende la tan esperada y ansiada renovación. 

 Al decir esto, no soy tan ingenuo como para estar imaginando que los más de mil millones de creyentes, que formamos parte de la Iglesia, vamos a cambiar de la noche a la mañana. Y así “tendremos servida” la deseada renovación. Es seguro que, si el papa cambia - en su estilo de vida y en sus enseñanzas - la Iglesia cambia y se renueva. Pero, tan seguro como eso, es que, si lo que los católicos esperamos del papa es que diga y haga lo que a cada uno nos conviene o nos interesa, en ese caso el poder renovador del papa quedará limitado, en no pocos asuntos. Y en cosas muy importantes, nosotros seremos los primeros en anular los mejores intentos del nuevo papa. 

 Hablemos claro y concreto. Si, por ejemplo, los teólogos que hemos sido censurados o incluso apartados de nuestros cargos de enseñanza en seminarios o centros superiores de estudios eclesiásticos, lo que esperamos y queremos del nuevo papa es que nos restituya, en la “¡dignidad perdida!”, mal servicio le haremos a la Iglesia. 

 En la Iglesia llevamos décadas en las que ha sido difícil la convivencia. Nos hemos dividido, nos hemos enfrentado, nos hemos hecho daño unos a otros. Con frecuencia, los que hemos tenido algo de poder (aunque haya sido poco, como creo que es mi caso), seguramente hemos dicho o hecho cosas que han causado sufrimiento y han humillado a otras personas. Si ahora yo espero una renovación de la Iglesia, que consistiría en que el papa me dé a mí la razón y se la quite a los que no piensan como yo, con semejante esperanza no busco, desde luego, la renovación de la Iglesia. Lo que buscaría, en ese supuesto, sería mi propia promoción, mi triunfo sobre los demás. Con lo cual, lo que haría es el más repugnante servicio que se le puede hacer a la causa de Jesús y su Evangelio. Y eso es el peor servicio que se le puede hacer a la Iglesia. 

 Como es lógico, lo que estoy diciendo debería ser aplicado, con libertad, audacia y transparencia, lo mismo a los grupos progresistas que a los conservadores. Lo mismo a los que quieren más “observancia” que a los que luchan para que en la Iglesia haya más “libertad”. En unos y en otros, creo yo, es el respeto, la tolerancia y la bondad los comportamientos que harán posible una Iglesia que se vaya capacitando para bajar, descender, acercarse a los millones de criaturas que no pretenden estar por encima de nadie, sino sencillamente vivir en paz, con honradez, con apertura mental ante las ideas o proyectos de los otros y, sobre todo, una Iglesia cercana a los últimos, identificada con los que menos tienen, acogedora siempre y con todos, tengan las ideas que tengan y crean en las creencias que cada cual ha podido asumir en su vida. 

Casa día que pasa, veo esto más claro. Todos sabemos que, en los dos últimos papados, anteriores a Francisco, los grupos más conservadores, precisamente porque la mayoría de los obispos era con esos grupos con los que contaban de manera incondicional, tales grupos han gozados de la cercanía de Roma, de muchos e importantes cargos de la Curia y, por supuesto, del favor de tantos y tantos obispos. Al tiempo que otros grupos - pienso en las comunidades y teólogos afines a la Teología de la Liberación - se han sentido olvidados o, al menos, marginados. Pues bien, si ahora lo que esperamos del nuevo papa es que, en unos casos se mantengan los privilegios o, en otros, se organicen revanchas, más o menos disimuladas, lo que haremos es que, en lugar de colaborar activamente en la renovación de la Iglesia, nos dedicaremos a la indeseable tarea de poner palos en las ruedas del carro de esta Iglesia a la que decimos que amamos, pero a la que en realidad hemos amado mientras ella nos ha mantenido en el candelero. 

El fondo del problema está en que la “lógica de la renovación” de la Iglesia no es la “lógica de la razón”, sino la “lógica del Evangelio”, que es paradójicamente la “lógica del caos”. El “desorden” que Jesús provocó con su conducta, con sus conflictos frente al Templo y los dirigentes religiosos de su tiempo. La conducta evangélica que se tradujo en el “miedo a la bondad” y el “miedo a la ternura” que el papa Francisco les dijo a los Jefes de Estado (en la misa de su nombramiento oficial) que tenían que superar. 

 Por supuesto, que sólo con bondad no se gobierna ni se arreglan las cosas. A veces, hay que tomar decisiones dolorosas. Pero que las tome quien las tiene que tomar. Si cada cual pretende “tomarse la justicia por su mano” y que el papa le dé la razón a él, a sus ideas y a sus intereses, entre todos haremos fracasar a este papa y a todos los “franciscos” que se nos interpongan en el torpe y desorientado camino de nuestros fanatismos. El camino que muchos hemos llevado, incluso con estúpido orgullo, hasta este momento.

viernes, 29 de marzo de 2013


Gustavo Gutiérrez: 
"Hagamos realidad el sueño del Papa 
de una Iglesia pobre y para los pobres"
El fundador de la TL se preguntó 
si la iglesia está dispuesta a seguir al Papa


El sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, padre de la Teología de la Liberación (TL), exhortó a los católicos a hacer realidad el sueño del papa Francisco de "una iglesia pobre y para los pobres" renunciando a ciertas ventajas, en su primera reflexión pública sobre el nuevo pontífice.

"El papa Francisco acaba de decirnos que sueña con una 'Iglesia pobre y para los pobres', para eso necesitamos, como lo ha dicho también, reconocer que el auténtico poder de la Iglesia consiste en servir a los pobres", dijo Gutiérrez en un texto publicado por la Pontificia Universidad Católica de Perú.

El fundador de la TL se preguntó si la iglesia y los fieles están dispuestos a seguir al Papa para hacer realidad esa sueño.

"¿Estamos, como cristianos y como Iglesia, dispuestos a morir a nuestras propias ventajas y a ciertas consideraciones sociales por solidaridad con los más pobres, en los que encontramos a Jesucristo, muerto y resucitado por todos", escribió Gutiérrez, hoy de 85 años y sacerdote dominico.

"Si no es así, aunque hayamos pasado por la Semana Santa, ella no habrá pasado por nosotros", aseguró Gutiérrez en el texto "La Semana Santa y los pobres", publicado en la revista institucional de la universidad, un centro de estudios enfrentado al Vaticano desde el papado de Benedicto XVI (2004-2013).

La TL surgió en América Latina hace más de cuatro décadas con el objetivo de renovar el mensaje central de la religión católica en una de las regiones con mayores desigualdades del mundo.

El Vaticano, bajo el pontificado del papa Juan Pablo II (1978-2004), acusó de marxista a la TL por resaltar la opción preferencial de Dios por los pobres y sancionó a varios sacerdotes vinculados a ella, como el brasileño Leonardo Boff o el nicaragüense Ernesto Cardenal.

La ofensiva del Vaticano contra la TL se tradujo en el nombramiento de obispos conservadores en América y en subrayar que la iglesia optaba por los pobres, pero no tenía una "opción preferencial por los pobres" como pregonaba la TL, una idea que Roma atribuía al análisis sociológico y a la lucha de clases.

Gutiérrez salió bien librado de esa ofensiva, pero recibió un llamado de atención en 1984 de Joseph Ratzinger, entonces prefecto de la Congregación de la Santa Fe. El peruano optó por quedarse dentro de la iglesia.

En la actualidad, la TL dejó de ser la 'piedra en el zapato' del Vaticano y quedó relegada a un segundo plano desde el papado de Benedicto XVI.(RD/Agencias)

Francisco de Asís y Francisco de Roma 

Leonardo Boff



            Desde que el obispo de Roma electo, y por eso Papa, asumió el nombre de Francisco, se hace inevitable la comparación entre los dos Franciscos, el de Asís y el de Roma. Además, el Francisco de Roma se remitió explícitamente a Francisco de Asís. Evidentemente no se trata de mimetismo, sino de constatar puntos de inspiración que nos indiquen el estilo que el Francisco de Roma quiere conferir a la dirección de la Iglesia universal.
            Hay un punto común innegable: la crisis de la institución eclesiástica. El joven Francisco dice haber oído una voz venida del Crucifijo de San Damián que le decía: “Francisco repara mi Iglesia porque está en ruinas”. Giotto lo representó bien, mostrando a Francisco soportando sobre sus hombros el pesado edificio de la Iglesia.
            Nosotros vivimos también una grave crisis por causa de los escándalos internos de la propia institución eclesiástica. Se ha oído el clamor universal («la voz del pueblo es la voz de Dios»): «reparen la Iglesia que se encuentra en ruinas en su moralidad y su credibilidad». Y se ha confiado a un cardenal de la periferia del mundo, a Bergoglio, de Buenos Aires, la misión de restaurar, como Papa, la Iglesia a la luz de Francisco de Asís.
            En el tiempo de san Francisco de Asís triunfaba el Papa Inocencio III (1198-1216) que se presentaba como «el representante de Cristo». Con él se alcanzó el grado supremo de secularización de la institución eclesiástica con intereses explícitos de «dominium mundi», de dominación del mundo. Efectivamente, por un momento, prácticamente toda Europa hasta Rusia estaba sometida al Papa. Se vivía en la mayor pompa y gloria. En 1210, con muchas dudas, Inocencio III reconoció el camino de pobreza de Francisco de Asís. La crisis era teológica, pues una Iglesia-imperio temporal y sacral contradecía todo lo que Jesús quería.
            Francisco vivió la antítesis del proyecto imperial de Iglesia. Al evangelio del poder, presentó el poder del evangelio: en el despojamiento total, en la pobreza radical y en la extrema sencillez. No se situó en el marco clerical ni monacal, sino que como laico se orientó por el evangelio vivido al pie de la letra en las periferias de las ciudades, donde están los pobres y los leprosos, y en medio de la naturaleza, viviendo una hermandad cósmica con todos los seres. Desde la periferia habló al centro, pidiendo conversión. Sin hacer una crítica explícita, inició una gran reforma a partir de abajo pero sin romper con Roma. Nos encontramos ante un genio cristiano de seductora humanidad y de fascinante ternura y cuidado que puso al descubierto lo mejor de nuestra humanidad.
            Estimo que esta estrategia debe haber impresionado a Francisco de Roma. Hay que reformar la Curia y los hábitos clericales de toda la Iglesia. Pero no hay que crear una ruptura que desgarraría el cuerpo de la cristiandad.
            Otro punto que seguramente habrá inspirado a Francisco de Roma: la centralidad que Francisco de Asís otorgó a los pobres. No organizó ninguna obra para los pobres, sino que vivió con los pobres y como los pobres. Francisco de Roma, desde que lo conocemos, vive repitiendo que el problema de los pobres no se resuelve sin la participación de los pobres, no por la filantropía sino por la justicia social. Ésta disminuye las desigualdades que castigan a América Latina y, en general, al mundo entero.
            El tercer punto de inspiración es de gran actualidad: cómo relacionarnos con la Madre Tierra y con los bienes y servicios escasos. En la alocución inaugural de su entronización, Francisco de Roma usó más de 8 veces la palabra cuidado. Es la ética del cuidado, como yo mismo he insistido fuertemente, la que va a salvar la vida humana y garantizar la vitalidad de los ecosistemas. Francisco de Asís, patrono de la ecología, será el paradigma de una relación respetuosa y fraterna hacia todos los seres, no encima sino al pie de la naturaleza.
            Francisco de Asís mantuvo con Clara una relación de gran amistad y de verdadero amor. Exaltó a la mujer y a las virtudes considerándolas «damas». Ojalá inspire a Francisco de Roma una relación con las mujeres, que son la mayoría de la Iglesia, no sólo de respeto, sino también dándoles protagonismo en la toma de decisiones sobre los caminos de la fe y de la espiritualidad en el nuevo milenio.
            Por último, Francisco de Asís es, según el filósofo Max Scheler, el prototipo occidental de la razón cordial y emocional. Ella nos hace sensibles a la pasión de los que sufren y a los gritos de la Tierra. Francisco de Roma, a diferencia de Benedicto XVI, expresión de la razón intelectual, es un claro ejemplo de la inteligencia cordial que ama al pueblo, abraza a las personas, besa a los niños y mira amorosamente a las multitudes. Si la razón moderna se amalgama con la sensibilidad del corazón, no será tan difícil cuidar la Casa Común y a los hijos e hijas desheredados, y alimentaremos la convicción muy franciscana de que abrazando cariñosamente al mundo, estamos abrazando a Dios.            

"La mayor fidelidad al Papa es liberarlo del papado"
José I. González Faus: 
"El Papa tiene una capacidad enorme de seducir"


Defensor de una profunda reforma de la Iglesia, el teólogo José Ignacio González Faus (Valencia, 1935) ve con esperanza el papado del argentino Jorge Bergoglio, jesuita como él, y pide que se haga luz en sus sombras. Alumno de Ratzinger en Alemania y mal visto en la curia, el director de Cristianismo y Justicia publica ahora "Herejías del catolicismo actual" y da estos días unas charlas en el centro Fonseca, en A Coruña. Lo entrevista Isabel Bugallal en Faro de Vigo.


- ¿Qué impresión tiene del Papa Francisco?

- Hasta ahora es bastante prometedor. Por otro lado, lo que ha hecho son cosas elementales: que un Papa no se vista con ostentación, que no vaya en una limusina, decir que lo llamen de tú y que es un hermano... Todo eso es muy elemental y muy bonito. Cuando pase de los gestos a las cuestiones más de fondo como son la reforma de la curia y la Iglesia de los pobres, que son para mí los aspectos más importantes, ya veremos lo que puede y le dejan hacer. A veces, cuando creemos que no hay esperanza, de pronto se produce un milagro.


- Dice que Bergoglio tiene una gran "capacidad de seducción".

- Decían eso sus compañeros de América. Es un hombre que tiene una capacidad enorme de seducir.


- ¿Estos gestos harán olvidar la reforma de la curia y los escándalos como el Vatileaks o los abusos sexuales?

- Si eso ocurriera, mala cosa sería, pero no me parece que sea la línea apuntada por este Papa, ya desde el hecho de llamarse Francisco. Lo que está haciendo no le debe gustar mucho a la curia. Que no quiera vivir en el palacio papal sino en una residencia de curas ya es parte de la reforma y es una lección para todos los cardenales y monseñores. Y hay un sector de la Iglesia que necesitaba tanto esta reforma que no se quedaría contento si se olvidase. El punto vidrioso es la banca vaticana [el IOR], donde luz y taquígrafos sería algo fantástico.


- Quiere ser el obispo de Roma, ¿debe renunciar a ser jefe del Estado Vaticano?

- Ese es un detalle muy significativo. ¿Declararse obispo de Roma significa, además, que está dispuesto a renunciar a ser jefe del Estado? Es una reivindicación de mucha gente. Sería un papado más evangélico. No me imagino a este Papa en un viaje de Estado a España visitando un barrio miserable en Madrid o Barcelona, como la Cañada Real o el Raval, porque no son sitios para un jefe de Estado. No sé si está en su agenda. Hay que darle tiempo con esperanza y ganas de ayudar.


- Es el primer Papa jesuita, ¿es bueno para la congregación?

- Cualquiera puede ser un buen Papa y nosotros no somos los mejores. San Ignacio quería una especial fidelidad al Papa y yo creo que en estos momentos la mayor fidelidad al Papa es liberarlo del papado, porque el papado altera la figura evangélica de lo que tenía que ser el sucesor de Pedro.


- ¿La elección de Bergoglio, con el apoyo americano, es un golpe para el Opus Dei y movimientos como Comunión y Liberación o los kikos?

- Puede serlo pero, si tienen fidelidad al ministerio de Pedro, no será problema. Antes del Cónclave se creó un frente fundamentalmente entre América del Norte y Alemania para evitar la elección de un Papa italiano.


- Y acorde al status quo.

- Evidentemente. Mi primera ilusión es que fuese un Papa no europeo, porque el futuro de la Iglesia no está en Europa; cristianamente significamos ya muy poco.


- Continúan las reservas en cuanto a su papel en la dictadura argentina.

- No tengamos miedo a la verdad y que la verdad salga. Si hay alguna sombra en su pasado, también Pedro la tuvo y fue querido.

- ¿El enfrentamiento de Bergoglio al antiguo general de los jesuitas, Kolvenbach, fue por la Teología de la Liberación?

- Hubo una división en la provincia argentina pero ignoro el motivo del enfrentamiento. Se ha dicho que [Bergoglio] es enemigo de la Teología de la Liberación y amigo de los pobres. Un camelo. Y la prueba es que Gustavo Gutiérrez, Jon Sobrino o Leonardo Boff, teólogos de la Liberación, están contentísimos. La Teología de la Liberación lo único que dice, en sustancia, es que los pobres son los representantes de Dios y hay que estar con ellos; todo lo demás son añadidos para poder atacarla.

- ¿Es necesario otro Concilio?

- La gran mayoría de los obispos es tan conservadora que preferiría que no hubiese otro Concilio. Por otro lado, son tantos que sería costosísimo. Sería mejor establecer un verdadero gobierno colegial en la Iglesia, que los obispos fuesen elegidos de otra manera y su poder fuese decisivo.

- Ha sido muy crítico con Ratzinger, ¿sigue siéndolo?

- Critiqué aspectos de su teología pero no su persona. El gesto de dimitir es muy significativo; es una manera de decir que lo que quería hacer, reformar la curia, no pudo hacerlo.

jueves, 28 de marzo de 2013

LA PALABRA DEL DÍA



humus

La antigua palabra latina para tierra, humus, llegó intacta hasta nosotros para denominar la capa superficial de la tierra, la más rica en nutrientes.

Humum ore mordere 'morder la tierra', decía Virgilio, y también humo mandare (enterrar, dar sepultura).


Los más remotos orígenes presumibles de humus están en el vocablo indoeuropeo dhghem- 'tierra', el mismo de donde proviene el vocablo griego geon 'tierra', 'país'.


Derivados de humus están presentes en numerosos vocablos de nuestra lengua, vinculados a la idea de tierra, tales como inhumar 'enterrar', exhumar 'desenterrar' o trashumante 'pueblo pastoril que emigra de una tierra a otra'.

También homo, hominis 'hombre' (v. hombre) es aquel ser que habita en la tierra, a diferencia de los dioses, y humidus 'húmedo' es aquello que está ligeramente mojado, como la tierra. (V. humilde).

Daniel Annone y nosotros
Era uno de los motores principales del Comipaz, combinando con maestría su sobrada experiencia y un espíritu juvenil. 
Marcelo Polakoff.



No escribo estas líneas de manera personal. Lo hago desde un bello “nosotros”, ese que conformamos en el Comité Interreligioso por la Paz, el Comipaz, del que nuestro querido pastor Daniel Annone no sólo era uno de sus cuatro copresidentes en estos últimos 10 años, sino que además había sido uno de sus socios fundadores, en 1998.

 “Nosotros” es un término que incluye a los “otros”, y quienes tienen el don de poder entender esa bendición ensanchan el “nosotros” hasta su mayor dimensión posible, que es la humana. Una dimensión que –para quienes sostenemos lo trascendente como parte esencial de nuestras existencias– se conecta de manera inexorable con lo divino, categoría frente a la cual, más allá de matices y diferencias, todos somos necesariamente hermanos.

En tiempos en que el “nosotros” se ve demasiado reducido en demasiados ámbitos alrededor del globo terráqueo y, por ende, aumentan las tasas de violencia contra tantos “otros”, despedir a Daniel no se nos hace una tarea sencilla. Más aun cuando –ya octogenario– era uno de los motores principales del Comipaz, combinando con maestría su sobrada experiencia y un espíritu maravillosamente juvenil y pujante.

Nunca tuvo Daniel prejuicios contra “otros”, incluso habiendo sido en cierto modo víctima de algunos desprecios dentro de su propia Iglesia y fuera de ella, a veces precisamente por propiciar y fomentar el diálogo interreligioso, del que estaba tan enamorado desde hace tantos años.

Tenía la paciencia y la humildad de los grandes y sabía –y creía con toda su fe– que estaba en el camino correcto, ampliando permanentemente el “nosotros”.

Ese mismo amor lo manifestaba hacia su familia y su Iglesia Evangélica, de las que siempre estuvo plenamente orgulloso, sin sospechar siquiera cuánto de ese orgullo dependía de su propia persona.

No son estos los momentos de una biografía ni de una reseña de sus días. Ya llegará el tiempo para eso. Ahora es tiempo de dolor por su partida, de acompañar a sus seres queridos en el duelo y de estar agradecidos a Dios por su vida tan plena.

Este pastor ha vuelto de algún modo a su casa. Su nombre (lo sabía bien) era de origen hebreo y significa “que Dios me juzgue” o “Dios es mi juez”. Los que tuvimos el privilegio de conocerlo y de quererlo sabemos muy bien lo preciosa que será su sentencia.

Su recuerdo ya es una bendición para todos.

*En nombre de todos los miembros del Comipaz

La homilía del Papa Francisco, 
para los sacerdotes, 
hoy en la Misa Crismal

Celebro con alegría la primera Misa Crismal como Obispo de Roma. Os saludo a todos con afecto, especialmente a vosotros, queridos sacerdotes, que hoy recordáis, como yo, el día de la ordenación.
Las Lecturas nos hablan de los «Ungidos»: el siervo de Yahvé de Isaías, David y Jesús, nuestro Señor. Los tres tienen en común que la unción que reciben es para ungir al pueblo fiel de Dios al que sirven; su unción es para los pobres, para los cautivos, para los oprimidos... Una imagen muy bella de este «ser para» del santo crisma es la del Salmo: «Es como óleo perfumado sobre la cabeza, que se derrama sobre la barba, la barba de Aarón, hasta la franja de su ornamento» (Sal 133,2). La imagen del óleo que se derrama, que desciende por la barba de Aarón hasta la orla de sus vestidos sagrados, es imagen de la unción sacerdotal que, a través del ungido, llega hasta los confines del universo representado mediante las vestiduras.
La vestimenta sagrada del sumo sacerdote es rica en simbolismos; uno de ellos, es el de los nombres de los hijos de Israel grabados sobre las piedras de ónix que adornaban las hombreras del efod, del que proviene nuestra casulla actual, seis sobre la piedra del hombro derecho y seis sobre la del hombro izquierdo (cf. Ex 28,6-14). También en el pectoral estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel (cf. Ex 28,21). Esto significa que el sacerdote celebra cargando sobre sus hombros al pueblo que se le ha confiado y llevando sus nombres grabados en el corazón. Al revestirnos con nuestra humilde casulla, puede hacernos bien sentir sobre los hombros y en el corazón el peso y el rostro de nuestro pueblo fiel, de nuestros santos y de nuestros mártires.

De la belleza de lo litúrgico, que no es puro adorno y gusto por los trapos, sino presencia de la gloria de nuestro Dios resplandeciente en su pueblo vivo y consolado, pasamos a fijarnos en la acción. El óleo precioso que unge la cabeza de Aarón no se queda perfumando su persona sino que se derrama y alcanza «las periferias». El Señor lo dirá claramente: su unción es para los pobres, para los cautivos, para los enfermos, para los que están tristes y solos. La unción no es para perfumarnos a nosotros mismos, ni mucho menos para que la guardemos en un frasco, ya que se pondría rancio el aceite... y amargo el corazón.

Al buen sacerdote se lo reconoce por cómo anda ungido su pueblo. Cuando la gente nuestra anda ungida con óleo de alegría se le nota: por ejemplo, cuando sale de la misa con cara de haber recibido una buena noticia. Nuestra gente agradece el evangelio predicado con unción, agradece cuando el evangelio que predicamos llega a su vida cotidiana, cuando baja como el óleo de Aarón hasta los bordes de la realidad, cuando ilumina las situaciones límites, «las periferias» donde el pueblo fiel está más expuesto a la invasión de los que quieren saquear su fe. Nos lo agradece porque siente que hemos rezado con las cosas de su vida cotidiana, con sus penas y alegrías, con sus angustias y sus esperanzas. Y cuando siente que el perfume del Ungido, de Cristo, llega a través nuestro, se anima a confiarnos todo lo que quieren que le llegue al Señor: «Rece por mí, padre, que tengo este problema...». «Bendígame» y «rece por mí» son la señal de que la unción llegó a la orla del manto, porque vuelve convertida en petición. Cuando estamos en esta relación con Dios y con su Pueblo, y la gracia pasa a través de nosotros, somos sacerdotes, mediadores entre Dios y los hombres. Lo que quiero señalar es que siempre tenemos que reavivar la gracia e intuir en toda petición, a veces inoportunas, a veces puramente materiales, incluso banales – pero lo son sólo en apariencia – el deseo de nuestra gente de ser ungidos con el óleo perfumado, porque sabe que lo tenemos. Intuir y sentir como sintió el Señor la angustia esperanzada de la hemorroisa cuando tocó el borde de su manto. Ese momento de Jesús, metido en medio de la gente que lo rodeaba por todos lados, encarna toda la belleza de Aarón revestido sacerdotalmente y con el óleo que desciende sobre sus vestidos. Es una belleza oculta que resplandece sólo para los ojos llenos de fe de la mujer que padecía derrames de sangre. Los mismos discípulos – futuros sacerdotes – todavía no son capaces de ver, no comprenden: en la «periferia existencial» sólo ven la superficialidad de la multitud que aprieta por todos lados hasta sofocarlo (cf. Lc 8,42). El Señor en cambio siente la fuerza de la unción divina en los bordes de su manto.

Así hay que salir a experimentar nuestra unción, su poder y su eficacia redentora: en las «periferias» donde hay sufrimiento, hay sangre derramada, ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantos malos patrones. No es precisamente en autoexperiencias ni en introspecciones reiteradas que vamos a encontrar al Señor: los cursos de autoayuda en la vida pueden ser útiles, pero vivir pasando de un curso a otro, de método en método, lleva a hacernos pelagianos, a minimizar el poder de la gracia que se activa y crece en la medida en que salimos con fe a darnos y a dar el Evangelio a los demás; a dar la poca unción que tengamos a los que no tienen nada de nada.

El sacerdote que sale poco de sí, que unge poco – no digo «nada» porque nuestra gente nos roba la unción, gracias a Dios – se pierde lo mejor de nuestro pueblo, eso que es capaz de activar lo más hondo de su corazón presbiteral. El que no sale de sí, en vez de mediador, se va convirtiendo poco a poco en intermediario, en gestor. Todos conocemos la diferencia: el intermediario y el gestor «ya tienen su paga», y puesto que no ponen en juego la propia piel ni el corazón, tampoco reciben un agradecimiento afectuoso que nace del corazón. De aquí proviene precisamente la insatisfacción de algunos, que terminan tristes y convertidos en una especie de coleccionistas de antigüedades o bien de novedades, en vez de ser pastores con «olor a oveja», pastores en medio de su rebaño, y pescadores de hombres. Es verdad que la así llamada crisis de identidad sacerdotal nos amenaza a todos y se suma a una crisis de civilización; pero si sabemos barrenar su ola, podremos meternos mar adentro en nombre del Señor y echar las redes. Es bueno que la realidad misma nos lleve a ir allí donde lo que somos por gracia se muestra claramente como pura gracia, en ese mar del mundo actual donde sólo vale la unción – y no la función – y resultan fecundas las redes echadas únicamente en el nombre de Aquél de quien nos hemos fiado: Jesús.

Queridos fieles, acompañad a vuestros sacerdotes con el afecto y la oración, para que sean siempre Pastores según el corazón de Dios.

Queridos sacerdotes, que Dios Padre renueve en nosotros el Espíritu de Santidad con que hemos sido ungidos, que lo renueve en nuestro corazón de tal manera que la unción llegue a todos, también a las «periferias», allí donde nuestro pueblo fiel más lo espera y valora. Que nuestra gente nos sienta discípulos del Señor, sienta que estamos revestidos con sus nombres, que no buscamos otra identidad; y pueda recibir a través de nuestras palabras y obras ese óleo de alegría que les vino a traer Jesús, el Ungido.

miércoles, 27 de marzo de 2013


¿Cree usted en los milagros?
Frei Betto




 Desde el surgimiento de la agricultura, cuando el ser humano ya no dependía de la fase recolectora y extractiva, se trató de domesticar la naturaleza, ponerle límites, desviar su curso, exigir que siga, no sus leyes intrínsecas sino nuestra lógica volteada hacia el lucro.

Por lo cual encauzamos ríos, reducimos el ímpetu de los mares, rompemos la oscuridad de la noche, logramos hacer volar lo que es más pesado que el aire.

La razón moderna desencantó al mundo. Y la primera víctima fue el milagro, que la ciencia trata de expulsar del mundo y de la mente humana.

La creencia en el milagro revela cierta noción de Dios. ¿Será él como un encantador que, habiendo cometido errores en su obra, necesita a cada momento correr para acá y parara allá a fin de corregir defectos imprevistos? ¿Libra él de la enfermedad a los hijos preferidos y no a los marginados? ¿Permanece atento a quien expone más súplicas y premia su insistencia con el milagro?

La razón moderna considera que sólo la ignorancia acepta milagros en el orden natural de las cosas. Que hay milagro cuando se desconocen las leyes de la naturaleza, igual que se llama magia a lo que esconde o provoca un truco.

Lo que hoy es considerado como milagro ¿será esclarecido mañana por la ciencia, como lo hace el Fantástico en sus reportajes sobre el origen ordinario de hechos extraordinarios?

Hay teólogos que restringen la acción divina al hecho de la Creación. Dios, al crear, habría dotado a la naturaleza de leyes que, cual un mecanismo de reloj, funcionan sin que el relojero tenga que intervenir. Si se dan imperfecciones en la creación no son culpa de Dios. Hay que buscar las causas en la acción humana sobre la naturaleza y en nuestra ignorancia, que percibe como defecto lo que para Dios sería un mero y previsible efecto.

Las Iglesias adoptan una posición ambigua ante el milagro. Unas admiten la omnipotencia divina, el poder de Dios para obrar cambios sustanciales en el rumbo natural de las cosas y, al mismo tiempo, miran con escepticismo cualquier suceso que, por su carácter extraordinario, sea tenido como milagro.

Las Iglesias neopentecostales estimulan la fe de sus fieles a través de milagros sucesivos, especialmente los que restablecen la salud. Pero las Iglesias histórica ya sospechan ante tanta profusión de milagros. Hasta el punto de que el Vaticano, en los procesos de canonización, nombra un "abogado del diablo”, encargado de rebatir fenómenos que la fe identifica como milagrosos.

Muchos aceptan que Dios tiene la capacidad de obrar milagros. Un Dios mágico capaz de extraer de su chistera omnipotente todo tipo de curaciones y de bendiciones. Un Dios dispuesto en todo momento a contradecir e incluso a subvertir las leyes de la naturaleza que él mismo estableció. Un Dios hecho a nuestra imagen y semejanza.

¿Qué hizo Moisés en aquel mundo politeísta para convencer al faraón de que Yavé era un Dios especial, diferente de los demás? Le presentó una serie de milagros. Y al convencerse de que el faraón se mantenía obstinadamente apegado a sus dioses egipcios recurrió a las diversas plagas.

El Dios espectáculo es tan paradójico como el Dios utilitario. Mientras en el dólar norteamericano está grabada la inscripción "En Dios confiamos” (In God we trust), los soldados nazis llevaban inscrito en la hebilla del cinto "Dios está con nosotros” (Gott mit uns).

¿Y el Dios de Jesús con quién está? ¿Cuál es su posición en todo esto? Jesús actuaba con discreción, pedía a sus discípulos que no hicieran alarde en cuanto a su identidad, y cuando curaba no atribuía el mérito a sí mismo sino a la fe: "Tu fe te ha salvado”.

El verdadero milagro de Dios es la presencia de Jesús entre nosotros. Presencia nada espectacular (nace en un pesebre y muere asesinado en una cruz) e incómoda (choca con las autoridades religiosas y políticas). No era el orden de la naturaleza lo que le interesaba cambiar sino el corazón humano. Quedo a la espera de que Dios le cambie a él…

Es frecuente encontrar a alguien que tenga fe en Jesús. Lo raro es toparse con alguien que tenga la fe de Jesús, que lo llevó a posicionarse en defensa de los oprimidos en nombre de un Dios amoroso y misericordioso.

Sin duda la vida humana es el mayor de todos los milagros. Sin embargo no nos llama la atención. No creemos en él. Somos muy indiferentes a tantas vidas segadas precozmente por la miseria y la violencia