Pbro. Gabriel Martín Ghione
Homilía Solemnidad Epifanía del Señor.
Una luz que ilumina
nuestro año
Celebramos hoy la manifestación del Señor y la apertura
universal de la salvación: Dios quiere que todos los hombres se salven y la
consecuencia de ello, es el anuncio y la recepción de la Buena Noticia, más
allá del pueblo de Israel.
Muchas veces, ponemos el centro de la atención sobre
detalles ilustrativos de ciertas narraciones, de tal manera que cuando se
explican de otra manera “corre peligro nuestra fe”.
En el relato del Evangelio de hoy, se presentan magos que
van detrás de una estrella. Y podemos pensar que hay que centrar toda nuestra
atención hacia la estrella que guía y acompaña el caminar de los magos. Lo
curioso de este pasaje es confrontarlo con la primera lectura. En ella hay una
luz que guía a las naciones, todas las naciones caminaran en la presencia y
compañía del Dios de Israel. En cambio en el Evangelio los que profesan la Fe
del Dios de Israel no saben descubrir los signos (la estrella-luz), en cambio
los otros pueblos “paganos” son los que presentan y adoran al rey de Israel. El
contenido más importante de este pasaje es la universalidad de la fe. Dios abre
las puertas a todos y los primeros en ingresar son los que estaban más lejos,
según la mentalidad de algunos israelitas, de la fe.
Como creyentes a nosotros nos puede pasar exactamente lo
mismo, pensar que “los otros” tienen una fe inferior y superficial, una fe
supersticiosa. Sin embargo somos nosotros los que no sabemos reconocer los
signos de Dios, sus manifestaciones. Somos nosotros los que cerrando las
puertas a los demás nos quedamos afuera, nuestras actitudes muchas veces alejan
en vez de acercar, son paredes en lugar de puentes. Es necesario un cambio de
mentalidad, es urgente revisar los modos de nuestras acciones pastorales.
¿Somos universales?, nuestros corazón ¿está abierto a lo nuevo y a los nuevos?,
en lo familiar y social ¿somos capaces de aceptar lo distinto?
Pero además en este comienzo de año me parece importante que
nos dejemos guiar por Dios, iluminar por él. Hay cierta desorientación y falta
de horizonte que nos desgasta y perturba. Quizá sea necesario dar un paso más
en la comprensión de nuestro proyecto orientador de vida. Elegir una vocación
desde Dios no es suficiente, día a día hay que crecer y madurar en el modo de
vivirla en lo concreto, debemos fijarnos objetivos y metas, cultivar una utopía
que nos impulse a caminar y no nos deje estancados, inmóviles. Es curioso
observar cómo nos planteamos metas a nivel laboral, económico, edilicio pero
estamos paralizados para plantearnos metas a nivel humano-familiar-cristiano.
La cultura individualista y subjetivista reinante no nos ayuda a plantearnos
superaciones personales-comunitarias. Al vivir desde lo que sentimos o desde lo
que pensamos sin permitir que nadie nos presente otro modo de pensar u otros
criterios para valorar nos empobrecemos enormemente. Todo queda reducido a lo
que podemos ver y sentir cuando la realidad siempre es mucho más amplia.
A nivel eclesial es más fácil construir un aula de
catequesis que renovar el itinerario catequético, levantar una Iglesia que
hacer comunidad. Nuestra mirada está fija solo en aquellas cosas que
consideramos importantes sin valorar o pesar procesos personales y
comunitarios, nuevas perspectivas y miradas. El peso del siempre se hizo así y
los “privilegios” ganados son jerarquizados por encima de los criterios
evangélicos. También estamos estancados
y corremos el peligro de matar lo que el Espíritu anima a vivir. Volvamos al
Evangelio, volvamos a la alegría de contemplar al niño y ofrecerle nuestros
dones, dejémonos guiar por Dios aunque tengamos que abandonar tantos modos y
estructuras caducas que solo sirven para alimentar un miedo paralizante, un
cerrazón que impide de salir al encuentro.
Skipe: ghione.gabriel.martin
"Servidores de ustedes por amor de Jesús" 2 Cor 4,5
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