viernes, 4 de enero de 2013


Diácono Lucas Trucco

Domingo de la Epifanía del Señor –ciclo C-

El misterio de la Navidad es tan grande y tan profundo, que no basta un día para entrar a fondo en él y descubrir todas sus dimensiones. A la noche y el día de Navidad, en que contemplamos la luz del niño Dios nacido en Belén, le siguen otras fiestas que van completando un cuadro armonioso. 
La fiesta de la Sagrada Familia nos habla de un contexto de relaciones humanas, del que la verdadera humanidad de Jesús tenía necesidad para desarrollarse y crecer. 
Las fiestas de San Esteban y de los santos inocentes, para evitar un exceso de sentimentalismo, nos recuerdan que Jesús nace en un mundo violento e injusto y que Él mismo y otros por su causa habrán de sufrir las consecuencias de esa situación “no ideal” del mundo en la que tiene lugar la encarnación.[1]

Ante Jesús se pueden adoptar actitudes muy diferentes. El relato de los magos nos habla de la reacción de tres grupos de personas. Unos paganos que lo buscan, guiados por la pequeña luz de una estrella. Los representantes de la religión del Templo, que permanecen indiferentes. El poderoso rey Herodes que solo ve en él un peligro.

Los magos no pertenecen al pueblo elegido. No conocen al Dios vivo de Israel. Nada sabemos de su religión ni de su pueblo de origen. Solo que viven atentos al misterio que se encierra en el cosmos. Su corazón busca verdad.

En algún momento creen ver una pequeña luz que apunta hacia un Salvador. Necesitan saber quién es y dónde está. Rápidamente se ponen en camino. No conocen el itinerario preciso que han de seguir, pero en su interior arde la esperanza de encontrar una Luz para el mundo.

Su llegada a la ciudad santa de Jerusalén provoca el sobresalto general. Convocado por Herodes, se reúne el gran Consejo de “los sumos sacerdotes y los escribas del pueblo“. Su actuación es decepcionante. Son los guardianes de la verdadera religión, pero no buscan la verdad. Representan al Dios del Templo, pero viven sordos a su llamada.

El relato es desconcertante. A este Dios, escondido en la fragilidad humana, no lo encuentran los que viven instalados en el poder o encerrados en la seguridad religiosa. Se les revela a quienes, guiados por pequeñas luces, buscan incansablemente una esperanza para el ser humano en la ternura y la pobreza de la vida.[2]



[1] Cfr. Pág. Web Ciudad Redonda
[2] Cfr. Pág. Web Odres Nuevos

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