lunes, 14 de enero de 2013


En teología la autoridad no basta
   Martín Gelabert Ballester, OP



Decía Tomás de Aquino que la exposición de un tema puede tener una doble finalidad: dar seguridad e iluminar la inteligencia. Si se trata de convencer al alumno, evidentemente a un alumno creyente, de una determinada doctrina, entonces hay que notificarle lo que dice la autoridad por él aceptada: la Sagrada Escritura, la Tradición de la Iglesia o el Magisterio. Pero si el profesor se queda aquí, entonces el alumno se marcha vacío, quizás convencido de la verdad de una cuestión, pero vacío. Por eso, añadía Tomás de Aquino, es necesario, para iluminar la mente del alumno, que el profesor ofrezca argumentos, razones y explicaciones de cómo eso que dice la autoridad puede ser verdad. Si no sabemos dar razones de los motivos que tiene la autoridad para hacer una determinada afirmación, estamos ante el triunfo de la sin razón. Y la sin razón no es humana.



La autoridad ofrece seguridad. Pero si no tenemos razones, si no estamos personalmente convencidos, si la cabeza está vacía, cuando llegue la primera dificultad, corremos el riesgo de abandonar la fe, porque no tenemos buenos motivos para mantenerla. Peor aún, el testimonio y la misión son totalmente ineficaces con solo argumentos de autoridad. Dar una lista de citas bíblicas convence al que previamente cree en lo que dice la Biblia, pero no a aquel que debe ser llevado a la fe. Pero incluso de cara a los creyentes, la lista de citas bíblicas o de textos del catecismo puede resultar confusa, pues tales textos pueden tener varias lecturas o sentidos. Por eso el mismo Magisterio invita a los predicadores y catequistas a explicar el texto bíblico; explicarlo sí, porque por sí mismo puede resultar confuso.



La Escritura necesita exégesis. Y los textos dogmáticos necesitan hermenéutica, pues son deudores de una determinada teología o han surgido como respuesta a problemas precisos. Si un texto responde a un determinado problema, sólo se entiende en el contexto del problema que lo suscitó. Los creyentes necesitan explicaciones, razones y motivos para asimilar y acoger la fe. Una fe que no se hace cultura –y la cultura de la fe es la teología- es una fe no plenamente acogida, ni totalmente aceptada, ni bien asimilada.



No se puede hacer apologética a base de citar “autoridades”. Eso (dicho con todo respeto) lo hacen esos predicadores protestantes que, Biblia en mano, van por la calle o por las casas buscando convencer sobre cuestiones cristológicas o escatológicas a base de citas bíblicas. Los apologistas católicos no cumplen su misión de defensa de la fe citando únicamente el catecismo o la Biblia. Para el católico la explicación teológica es fundamental.

No hay comentarios:

Publicar un comentario