jueves, 10 de enero de 2013


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"Un tercer problema importante que presentan esos relatos de la infancia es el de las divergencias -por no decir contradicciones- entre las versiones mateana y lucana de la infancia de Jesús. Naturalmente, algunas de tales divergencias se podrían armonizar con un poco de ingenio. Por ejemplo, en Mateo, sólo José recibe de un ángel el anuncio de la concepción virginal de Jesús; en Lucas, en cambio, es sólo María quien recibe esa revelación. Estrictamente hablando, ninguno de los dos relatos contradice al otro y se podría hacer una mezcla de ambos, como efectivamente se hizo en reelaboraciones cristianas posteriores.
Más difíciles de armonizar son las diferentes noticias que se ofrecen de los viajes de José y María en los dos relatos de la infancia y los dos esquemas "geográficos" que están en la base de esas narraciones. En el caso de Mateo, d primer topónimo que aparece propiamente relacionado con su relato de la infancia (Mt 1,18:.2,23) es Belén de Judea (Mt2,1).
Como en este punto no se da ninguna indicación de un cambio de lugar, el lector que conozca tan sólo la versión de Mateo podría, naturalmente, considerar que el precedente pasaje de la "anunciación a José" (Mt 1,18-25) ocurre también en Belén.
Esto casa perfectamente con ciertos datos del relato sobre los Magos. Los Magos encuentran a María y Jesús al entrar "en la casa"(Mt 2,11), no en un establo o una cueva. Presumiblemente, se trata de la casa donde José y María residen en Belén de modo permanente. Esto, a su vez, encaja bien en el hecho de que Herodes, habiendo averiguado por los Magos el tiempo de la aparición de la estrella (para calcular la edad del niño), ordena matar a todos los pequeños varones de Belén y sus alrededores «de dos años para abajo».
Mateo redondea el dato, explicando a continuación: «según la edad que [Herodes] había podido calcular cuidadosamente por los Magos» (Mt 2,16). En otras palabras, el relato de Mateo no da por supuesto que Jesús acabara de nacer cuando llegaron los Magos. Para asegurarse de que Jesús sea asesinado, Herodes manda matar niños de hasta dos años de edad.
Obviamente, en Mateo no se trata, como en Lucas, de un nacimiento ocurrido en un breve viaje a Belén desde Nazaret, seguido de un regreso bastante rápido a Nazaret después de una visita a Jerusalén, Mateo piensa en Belén como el lugar donde reside permanentemente José; tanto es así que necesita esforzarse en explicar cómo Jesús acaba viviendo de modo permanente en Nazaret y que por eso se le llamaba "el Nazareno".
El esquema de Mateo da un largo rodeo para ir a Nazaret desde Belén. Primero, la huida a Egipto (Mt 2,16-18), para la que no hay tiempo en el esquema de Lucas, oportunamente saca a Jesús de Belén. Al regreso de Egipto, José tiene miedo de volver a Judea (y, por consiguiente, a Belén) porque Arquelao, el hijo de Herodes, reinaba en lugar del viejo tirano. Curiosamente, la solución de José al peligro representado por un rey que es hijo de Herodes el Grande consiste en ir a Galilea, ¡cuando allí gobierna Herodes Antipas (el futuro ejecutor de Juan Bautista), otro hijo de Herodes el Grande! De Guatemala a Guatepeor. José tiene un extraño concepto de las medidas de seguridad.
Más razonablemente, Mateo pone fin a las peregrinaciones de José, narrando: «y [José] fue a establecerse en un pueblo que llaman Nazaret» (Mt 2,23). Esto difícilmente suena a regreso a los antiguos lares. La solemnidad con que se introduce Nazaret nos insinúa que esto no estaba en el horizonte mental del autor ni de su público antes de la "retirada estratégica" de José.
Resulta significativo que Mateo utilice exactamente las mismas palabras griegas para decir que Jesús, ya adulto, traslada su residencia desde Nazaret a Cafarnaún: «y dejando Nazaret, [Jesús] fue a establecerse en Cafarnaún" (Mt 4,13). Se trata del primer viaje de Jesús a Cafarnaún, efectuado para fijar allí una nueva residencia; por eso, el sentido natural del texto paralelo de Mt 2,23 es que ése es un primer viaje de José a Nazaret, emprendido para establecerse allí, después de haber resultado Belén demasiado peligroso.
Brevemente, todo el esquema geográfico del relato de la infancia de Mateo descansa sobre la base del cambio de residencia por parte de José desde Belén a Nazaret, buscado como refugio.
Lucas sigue un esquema exactamente contrario. En el tiempo de la anunciación a María, ella (explícitamente) y José (implícitamente) se encuentran en Nazaret de Galilea (Lc 1,26-27). La noticia de la concepción por parte de Isabel del futuro Juan Bautista mueve a María a visitar a esta pariente suya en la región montañosa de Judea, pero, naturalmente, después de la visita «volvió a su casa» (Lc 1,56), o sea, a Nazaret. Por tanto, hay que buscar otra razón para la presencia de María en Belén cuando nace Jesús.
La solución de Lucas es un censo mundial decretado por César Augusto cuando Quirino era gobernador de Siria (Lc 2,1); desdichadamente, ese censo (que habría tenido lugar hacia el año 5 a. C.) no se puede documentar en ninguna otra fuente antigua. Según antiguos documentos, Quirino, que llegó a gobernador de Siria el año 6 de nuestra era, hizo en 6-7 d. C. un censo de Judea, pero no de Galilea.
Los intentos dirigidos a conciliar Lc 2,1 con los hechos de la historia antigua resultan irremediablemente artificiosos. Además, María no tenía por qué acompañar a José a inscribirse en el censo, y su avanzado estado de gestación habría sido un argumento convincente para no ir con él, no habiendo obligación de hacerlo.
Una vez nacido Jesús en Belén, Lucas se toma la molestia de insistir en que Jesús pronto es conocido no sólo en los alrededores de Belén, sino también en Jerusalén. De hecho, se le señala públicamente como el redentor del que habían hablado los profetas (Lc 2,25-38), en el templo, «justo al otro lado de la ciudad» con respecto a la ubicación del palacio de Herodes, quien (según Mateo) hace todo lo posible por averiguar el paradero del pretendido rey de los judíos. Después de la purificación/rescate/presentación en el templo, toda la familia regresa en paz «a su ciudad de Nazaret» (¡en contraste con Mateo!), sin tiempo, ni pensamiento, ni necesidad de huir a Egipto.
En otras palabras, mientras que en el relato de la infancia ofrecido por Mateo la familia se traslada desde su residencia original en Belén a otra de adopción en Nazaret (movimiento necesario por razones políticas), en el esquema de Lucas el cambio es en sentido contrario: desde la residencia original en Nazaret, la familia se traslada para una estancia temporal en Belén (movimiento necesario por razones políticas) y luego regresa «a su casa» en Nazaret.
Se podrían examinar otras notables divergencias entre los relatos de la infancia de Mateo y Lucas; pero las mencionadas bastan para mostrar por qué el historiador debe ser cauto en el uso de tales relatos como fuentes de información histórica sobre Jesús. Ambos textos parecen, en gran parte, productos de la reflexión cristiana primitiva sobre el significado salvífico de Jesucristo a la luz de las profecías del AT,
En buena medida, los principales temas cristianos de las tradiciones sobre la muerte-resurrección presentes en los Evangelios y en las primitivas formas de credo fueron retroproyectados a narraciones sobre la concepción y el nacimiento de Jesús (p. ej., compárese Rom 1,3-4 con Lc 1,31-35), Así queda de manifiesto un importante punto teológico: lo que se reveló plenamente del ser de Cristo en la resurrección (Hijo de David, Hijo de Dios por el poder del Espíritu Santo) lo era realmente a partir de su concepción.
Después de todo lo anterior, cabe la pregunta: ¿pueden los relatos de la infancia aportar algo a nuestro conocimiento sobre el Jesús histórico? Algunos exegetas contestarían: prácticamente nada. Sin embargo, un juicio totalmente negativo puede ser demasiado radical.
Según la teoría de las dos fuentes, Mateo y Lucas no tenían conocimiento recíproco de sus Evangelios; además, como acabamos de ver, los relatos de la infancia de estos autores divergen entre sí e incluso se contradicen. Por eso, toda coincidencia entre Mateo y Lucas en sus relatos de la infancia resulta relevante en la medida en que entra en juego el criterio de testimonio múltiple. Tales coincidencias en dos relatos independientes y marcadamente discrepantes se remontarían, como mínimo, a una tradición primitiva y no serían creación de los evangelistas.
De hecho, los especialistas admiten generalmente algunos de esos puntos de acuerdo como históricos. Por ejemplo, a pesar de todas sus divergencias, tanto Mateo como Lucas sitúan el nacimiento de Jesús en el reinado de Herodes el Grande (37-4 a. C.; Mt 2,1; Lc 1,5). Además, Mateo insinúa que ocurrió hacia el final de ese reinado, lo cual es congruente con otros datos comprobables relativos a la cronología de la vida de Jesús.
Ambos relatos de la infancia coinciden en que el padre putativo de Jesús se llamaba José y su madre María, punto que vienen a apoyar unas cuantas referencias dispersas en diferentes corrientes de la tradición evangélica (para José: Lc 3,23; 4,22; Jn 1,45; 6,4238; para María: Mc 6,3[par. Mt 13,55]; Hch 1,14-39)."

John P. Meier
Extracto de V. Daniel Blanco

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