Pero ¿prueba este uso teológico que el linaje davídico es, por consiguiente, un simple teologúmeno? Tal vez podría indicar justo lo contrario. Después de todo, aún seguimos preguntándonos: ¿Qué condujo a los primeros cristianos a ver la resurrección de Jesús como la entronización del Mesías davídico soberano, la estirpe de David que cumplía la promesa de 2 Sm 7,12-14?
Como veremos, la designación "Mesías" tenía, en el judaísmo del siglo 1, un significado vago, mal definido y abierto a muchas interpretaciones, como la de un Mesías sacerdotal de la tribu de Leví (así en Qumrán) o la de un profeta ungido con el Espíritu de Dios (como se describe en Is 61,1). Por eso, para creer que Jesús era el Mesías no se necesitaba verlo como Hijo de David.
De hecho, tal interpretación de la mesianidad de Jesús podía exponer a los primeros judíos cristianos a una fácil refutación, de llegarse a conocer que Jesús no era de linaje davídico. Además, no había nada en el AT ni en las creencias judías del siglo I que vinculase la resurrección de un individuo dentro de la historia en curso -ciertamente un concepto inusitado, en todo caso- con la medianidad davídica.
Que el individuo fuese un reo crucificado hace más que extraño el título real. En efecto, ver la resurrección del crucificado Jesús como la entronización del Mesías-rey davídico parece algo totalmente carente de base, a menos que algunos discípulos de Jesús hubieran pensado ya durante su vida terrena que era de estirpe davídica y puesto en él sus esperanzas en parte por su linaje, esperanzas que luego consideraron cumplidas con su resurrección.
Si algunos seguidores de Jesús ya durante su ministerio público lo designaban como hijo de David, entonces tiene sentido la interpretación que ellos daban de la resurrección como la entronización de la estirpe de David en cumplimiento de la promesa hecha en 2 Sm 7,12-14. Vista desde este ángulo, la resurrección no fue el catalizador de la idea del origen davídico, sino que el origen davídico sirvió de catalizador para una interpretación particular de la resurrección.
En suma, no hay que apresurarse a desechar la estirpe davídica de Jesús como un teologúmeno de los relatos de la infancia junto con su nacimiento en Belén. Los testimonios sobre ese origen son tempranos y están diseminados en varias y diversas ramas de la tradición neotestamentaria; y sólo la posibilidad de que algunos discípulos de Jesús durante su ministerio público lo creyesen de linaje davídico explica la interpretación muy temprana de la resurrección de un reo crucificado como la entronización del hijo de David.
¿Prueba todo esto que Jesús de Nazaret fuera literalmente, biológicamente, de estirpe davídica? Por supuesto que no. Los relatos de la infancia se pueden interpretar como diciendo justamente lo contrario. Trazan la genealogía davídica a través de José, su padre legal, no biológico. Todo lo que los datos nos permiten sugerir es que, durante el ministerio público de Jesús, algunos de sus seguidores lo consideraban ya de origen davídico.
Esta idea popular puede o no ser cierta literalmente, biológicamente: hoy no es posible comprobarlo, y además, salvo en el caso de algunos sacerdotes y aristócratas judíos, ni siquiera en aquella época eran susceptibles de verificación las pretensiones genealógicas. El único aspecto positivo derivado de este análisis es que, cuando pasemos a tratar el ministerio, los dichos y los títulos de Jesús adulto, tendremos ocasión de recordar que, ya antes de los acontecimientos pascuales, algunos discípulos probablemente le creyeron "Hijo de David".
John P. Meier
"Un judío marginal"
Extracto de V. Daniel Blanco
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