martes, 8 de julio de 2014

Ya ha cancelado actos en seis ocasiones

Los "plantones" de Francisco


La silla vacía de Francisco en el concierto


Bergoglio se levanta a las 4.45 horas, se viste, lee los informes de las nunciaturas ('embajadas') de todo el mundo, reza y prepara la homilía de la misa durante una hora. Celebra la ceremonia a las 7.00
La semana pasada, el Papa dio plantón en el último momento a quienes le esperaban en su visita al hospital Gemelli de Roma, unas 5.000 personas. No anuló la cita con antelación, sino cuando ya era la hora.
Es más, primero se anunció un retraso de treinta minutos y al final simplemente dijeron que no iba por una "indisposición". Sembró cierta inquietud, porque con Juan Pablo II y Benedicto XVI nunca ocurría, y si ocurría era probablemente señal de algo grave, porque no se saltaban una cita así como así.
Lo que pasa es que Francisco, como ya ha quedado claro, es distinto. Se comporta con naturalidad y no tiene problemas en cancelar un compromiso si realmente ve que no puede ir. No disimula y, si es necesario, es poco diplomático.
El primer plantón, de hecho, fue famoso. En aquel concierto honorífico con la gente bien de la sociedad romana, en junio de 2013, en el que dejó su silla vacía porque tenía cosas que hacer. Quedó claro que no le iba la farándula, sino trabajar. "Él decide su agenda y lleva un ritmo muy intenso, porque se siente llamado al servicio del Señor con todas sus fuerzas, sigue el estilo de vida de San Ignacio", ha explicado Federico Lombardi, jesuita como él, portavoz vaticano.
Pero Jorge Mario Bergoglio tiene 77 años y a veces por algún dolor, por unas décimas de fiebre o simple cansancio decide dejar su agenda para otro día. Ha ocurrido ya seis veces.
En resumen, no le pasa nada raro ni padece ninguna enfermedad grave. Es lo que parece y lo que suele comentar Lombardi en estos casos: no se encontraba bien y prefirió descansar. Aquel plantón del Gemelli fue un viernes, pero en los actos del fin de semana se le volvió a ver como una rosa. El lunes recibió a los Reyes y los periodistas que lo tuvieron delante aseguraron que estaba tan campante. No había noticia, el Papa no estaba mal como empezaba a rumiar con suspicacia la prensa italiana.
Lo que más bien indican estas repentinas indisposiciones es algo que sí es novedoso y hasta ahora pasaba en sordina: el Papa no para, literalmente, desde el día en que le eligieron, el 13 de marzo de 2013. No se cogió vacaciones el verano pasado, tampoco lo hará este año, y nunca ha tenido el tradicional día libre de los pontífices, el martes, sin audiencias programadas. Es decir, en términos laborales comprensibles para todos, a sus 77 años lleva casi 16 meses 'sin librar'. Y tampoco tenía vacaciones cuando era arzobispo de Buenos Aires.
Pero esto no es todo. A las habituales tareas del Papa ha sumado otra que requiere un esfuerzo notable, la misa diaria pública que oficia cada mañana en su residencia de Santa Marta, con homilía incluida. Hasta ahora los pontífices celebraban una misa privada en su capilla con sus ayudantes, un compromiso poco exigente y si se la saltaban por algún motivo no se enteraba nadie.
Pero Bergoglio se levanta a las 4.45 horas, se viste, lee los informes de las nunciaturas ('embajadas') de todo el mundo, reza y prepara la homilía de la misa durante una hora. Celebra la ceremonia a las 7.00. Al terminar se queda un rato a saludar a todos los presentes y se calcula, por lo bajo, que sólo en estas misas se ha relacionado ya con unas 12.000 personas. Después, por fin, desayuna. Y el día no ha hecho más que empezar.
La jornada sigue con visitas y recepciones de los responsables de la Curia a jefes de Estado, y reuniones de trabajo, y no hay que olvidar que ha emprendido una compleja reforma de la Curia y está transformando el banco vaticano, el IOR. También debe recibir las visitas 'ad limina', la que cada cinco años hacen al Papa los obispos de todo el mundo, y cada vez hay más. Actualmente, más de 3.000. Francisco los ve en pequeños grupos y a menudo conversa personalmente con cada uno. Según la prensa italiana, se estaría pensando en aumentar la cadencia de las visitas a siete años, porque empieza a ser una agenda abrumadora. Por otro lado aconsejan al Papa empezar a recibir a los obispos en grandes grupos, como hacía Benedicto XVI.
Además, Bergoglio tiene los miércoles la tradicional audiencia pública en San Pedro y el domingo, el Ángelus desde la ventana. Come a la una y luego al menos se concede media hora de siesta. Pero después vuelve a la carga con nuevos encuentros, lectura de unas 50 cartas al día -recibe 4.000 a la semana-, llamadas que, como se sabe, hace él personalmente y redacción de textos y discursos. Muchos los escribe él, y otros los delega en sus asistentes de la Secretaría de Estado, pero tiene que darles directrices y supervisar el resultado. Reza una hora antes de cenar, a las ocho, y luego cae rendido. En algunas ocasiones debe de caer antes, y otras le toca estar enfermo, como a cualquiera, por edad y estadística, y de ahí las repentinas indisposiciones.
Por ejemplo, el 4 de diciembre anuló en el último momento una audiencia al cardenal de Milán, Angelo Scola, y el 28 de febrero, una visita al seminario romano. Otras veces altera el programa, como cuando anuló una visita al santuario del Divino Amor, en Roma, en víspera del viaje a Tierra Santa, para coger fuerzas. También el pasado 20 de junio prefirió ahorrarse los dos kilómetros a pie de la tradicional procesión del Corpus Domini, porque ese fin de semana tenía un intenso viaje a Calabria.
No es un misterio, por otra parte, que Francisco tiene dolores lumbares, algo de sobrepeso, a veces camina con dificultad y lleva zapatos ortopédicos. En su primera entrevista confesó que a los pocos días de ser elegido sufrió un fuerte ataque de ciática, y no obstante siguió a lo suyo. Es cabezota y no se detiene por cualquier achaque.

(RD/Agencias)

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