Ya ha cancelado actos en seis ocasiones
Los
"plantones" de Francisco
La
silla vacía de Francisco en el concierto
Bergoglio
se levanta a las 4.45 horas, se viste, lee los informes de las nunciaturas
('embajadas') de todo el mundo, reza y prepara la homilía de la misa durante
una hora. Celebra la ceremonia a las 7.00
La semana pasada, el
Papa dio plantón en el último momento a quienes le esperaban en su
visita al hospital Gemelli de Roma, unas 5.000 personas. No anuló la cita con
antelación, sino cuando ya era la hora.
Es
más, primero se anunció un retraso de treinta minutos y al final simplemente
dijeron que no iba por una "indisposición". Sembró cierta
inquietud, porque con Juan Pablo II y Benedicto XVI nunca ocurría, y si ocurría
era probablemente señal de algo grave, porque no se saltaban una cita así como
así.
Lo
que pasa es que Francisco, como ya ha quedado claro, es distinto. Se
comporta con naturalidad y no tiene problemas en cancelar un compromiso si
realmente ve que no puede ir. No disimula y, si es necesario, es poco
diplomático.
El
primer plantón, de hecho, fue famoso. En aquel concierto honorífico con
la gente bien de la sociedad romana, en junio de 2013, en el que dejó su
silla vacía porque tenía cosas que hacer. Quedó claro que no le iba la
farándula, sino trabajar. "Él decide su agenda y lleva un ritmo muy
intenso, porque se siente llamado al servicio del Señor con todas sus fuerzas,
sigue el estilo de vida de San Ignacio", ha explicado Federico
Lombardi, jesuita como él, portavoz vaticano.
Pero
Jorge Mario Bergoglio tiene 77 años y a veces por algún dolor, por unas décimas
de fiebre o simple cansancio decide dejar su agenda para otro día. Ha
ocurrido ya seis veces.
En
resumen, no le pasa nada raro ni padece ninguna enfermedad grave. Es lo que
parece y lo que suele comentar Lombardi en estos casos: no se encontraba bien y
prefirió descansar. Aquel plantón del Gemelli fue un viernes, pero en los
actos del fin de semana se le volvió a ver como una rosa. El lunes recibió
a los Reyes y los periodistas que lo tuvieron delante aseguraron que estaba tan
campante. No había noticia, el Papa no estaba mal como empezaba a rumiar con
suspicacia la prensa italiana.
Lo
que más bien indican estas repentinas indisposiciones es algo que sí es
novedoso y hasta ahora pasaba en sordina: el Papa no para, literalmente,
desde el día en que le eligieron, el 13 de marzo de 2013. No se cogió
vacaciones el verano pasado, tampoco lo hará este año, y nunca ha tenido el
tradicional día libre de los pontífices, el martes, sin audiencias programadas.
Es decir, en términos laborales comprensibles para todos, a sus 77 años lleva
casi 16 meses 'sin librar'. Y tampoco tenía vacaciones cuando era arzobispo
de Buenos Aires.
Pero
esto no es todo. A las habituales tareas del Papa ha sumado otra que requiere
un esfuerzo notable, la misa diaria pública que oficia cada mañana en su
residencia de Santa Marta, con homilía incluida. Hasta ahora los pontífices
celebraban una misa privada en su capilla con sus ayudantes, un compromiso poco
exigente y si se la saltaban por algún motivo no se enteraba nadie.
Pero
Bergoglio se levanta a las 4.45 horas, se viste, lee los informes de las
nunciaturas ('embajadas') de todo el mundo, reza y prepara la homilía de la
misa durante una hora. Celebra la ceremonia a las 7.00. Al terminar se queda un
rato a saludar a todos los presentes y se calcula, por lo bajo, que sólo en estas
misas se ha relacionado ya con unas 12.000 personas. Después, por fin,
desayuna. Y el día no ha hecho más que empezar.
La
jornada sigue con visitas y recepciones de los responsables de la Curia a
jefes de Estado, y reuniones de trabajo, y no hay que olvidar que ha
emprendido una compleja reforma de la Curia y está transformando el banco
vaticano, el IOR. También debe recibir las visitas 'ad limina', la que cada
cinco años hacen al Papa los obispos de todo el mundo, y cada vez hay más.
Actualmente, más de 3.000. Francisco los ve en pequeños grupos y a menudo
conversa personalmente con cada uno. Según la prensa italiana, se estaría
pensando en aumentar la cadencia de las visitas a siete años, porque empieza a
ser una agenda abrumadora. Por otro lado aconsejan al Papa empezar a recibir a
los obispos en grandes grupos, como hacía Benedicto XVI.
Además,
Bergoglio tiene los miércoles la tradicional audiencia pública en San Pedro
y el domingo, el Ángelus desde la ventana. Come a la una y luego al menos
se concede media hora de siesta. Pero después vuelve a la carga con nuevos
encuentros, lectura de unas 50 cartas al día -recibe 4.000 a la semana-,
llamadas que, como se sabe, hace él personalmente y redacción de textos y
discursos. Muchos los escribe él, y otros los delega en sus asistentes de la
Secretaría de Estado, pero tiene que darles directrices y supervisar el
resultado. Reza una hora antes de cenar, a las ocho, y luego cae rendido.
En algunas ocasiones debe de caer antes, y otras le toca estar enfermo, como a
cualquiera, por edad y estadística, y de ahí las repentinas indisposiciones.
Por
ejemplo, el 4 de diciembre anuló en el último momento una audiencia al
cardenal de Milán, Angelo Scola, y el 28 de febrero, una visita al
seminario romano. Otras veces altera el programa, como cuando anuló una visita
al santuario del Divino Amor, en Roma, en víspera del viaje a Tierra Santa,
para coger fuerzas. También el pasado 20 de junio prefirió ahorrarse los dos
kilómetros a pie de la tradicional procesión del Corpus Domini, porque ese
fin de semana tenía un intenso viaje a Calabria.
No
es un misterio, por otra parte, que Francisco tiene dolores lumbares, algo
de sobrepeso, a veces camina con dificultad y lleva zapatos ortopédicos. En
su primera entrevista confesó que a los pocos días de ser elegido sufrió un
fuerte ataque de ciática, y no obstante siguió a lo suyo. Es cabezota y no se
detiene por cualquier achaque.
(RD/Agencias)
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