Un Dios escondido
“Tú eres un Dios escondido” exclama el profeta Isaías. El profeta añade que este Dios escondido es también el Salvador de Israel (Is 45,15). En lo referente al escondimiento de Dios, hay una coincidencia básica entre el creyente y el no creyente. Precisamente lo que hace posible el ateísmo es la no evidencia de Dios, el hecho patente de que Dios no se impone y de que no existe ningún argumento concluyente que nos obligue a afirmar su existencia. El creyente también está de acuerdo en que Dios no es una evidencia. Si existe no hay modo de señalarlo con el dedo. Señalar con el dedo solo se puede a los ídolos. Por tanto, la diferencia entre creyente y no creyente no está en afirmar el silencio o el ocultamiento de Dios, sino en que el creyente afirma que, a pesar de este ocultamiento, Dios existe y es Salvador. En la base de toda religión está esta convicción y esta confianza.
En la creación no existen signos evidentes del Creador. La grandeza del universo, la frondosidad de la naturaleza o la maravilla de la vida, plantean muchas preguntas. Científica y filosóficamente es posible dar distintas respuestas a estas preguntas. Unos dicen que el universo existe desde siempre y no necesita de ningún agente externo para explicarse. Otros concluyen que Dios está en el origen de lo creado. Estas respuestas, si son serias, tienen sus buenas razones, pero nunca son concluyentes y definitivas. Ahora bien, si Dios existe tiene que ser un Dios coherente con este silencio que, en última instancia, aparece en la creación. Una respuesta creyente, explicativa del silencio de Dios, es que Dios no quiere imponerse, porque quiere ser aceptado libremente, ya que solo desde la libertad es posible el amor, y solo desde el amor es posible la salvación.
En la revelación cristiana aparece un Dios muy coherente con el silencio de la creación. La religión que mejor explique el silencio de Dios y que más en consonancia se muestre con el Dios escondido de la creación, tiene más visos de ser considerada auténtica. Precisamente el Dios que se revela en Jesús está tan escondido que es posible rechazarlo, sin que este Dios pronuncie una sola palabra o responda con una sola amenaza. Es un Dios que permanece en silencio ante el Crucificado. Es un Dios tan callado que parece impotente. Se diría que no está. Este Dios que se oculta ante el conocimiento y el sufrimiento es también el Salvador. La resurrección del Crucificado que clamaba a Dios y no obtenía respuesta, manifiesta la futura liberación con que Dios salvará a la historia humana.
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