Proceso Angelelli; ¿y ahora?
MARCELO DANIEL COLOMBO
Habla
el sucesor del obispo asesinado:
“Estamos
dispuestos para iniciar el proceso de beatificación”
ALVER METALLI
BUENOS AIRES
Marcelo Daniel Colombo, 53 años, abogado por la Universidad
Nacional de Buenos Aires. No ejerció su profesión porque la vocación lo llevó
por otros rumbos, pero admite que le hubiera gustado. Y algo de lo que estudió
en esa época le ha quedado en la sangre; se nota en la precisión con que elige
los términos exactos que corresponden al ámbito de un tribunal. Por otra parte,
nuestra conversación se refiere a un proceso judicial, el que condenó a cadena
perpetua a dos ex militares por el asesinato de Mons. Angelelli, su antecesor
en La Rioja, provincia del noroeste argentino y tierra natal de los presidentes
Isabel Martínez de Perón y, en tiempos más recientes, Carlos Saúl Menem. Una
sentencia y, se presume, una verdad que muchos esperaban y que ha tardado casi
cuarenta años.
¿Eso no significa que también hubo reticencias en la Iglesia?
Ciertamente no todos estaban de acuerdo con su pastoral tan
comprometida desde una Iglesia comunión bien encarnada en la realidad, con una
comprensión precisa, dolida pero esperanzada, del momento histórico. La versión
del “accidente” se extendió mucho y todavía hoy se encuentran personas en la
Iglesia que así se explican la muerte de Mons. Angelelli. ¡Curiosa y “casual”
manera de morir los obispos por entonces!
¿Por qué los obispos?
Porque de esa misma forma moriría un año después Mons. Ponce de
León, obispo de San Nicolás. Y por esos años, también Mons. Zaspe, arzobispo de
Santa Fe, sufriría un “accidente” de esa naturaleza, sin morir pero quedando
gravemente afectado físicamente. Pero hay personas que nunca estuvieron
convencidas de que hubiera sido un accidente.
¿Puede dar nombres?
Los que en 1983 pidieron públicamente la investigación de la
causa de la muerte de Mons. Angelelli; me refiero a cuatro obispos muy
reconocidos por su compromiso con los derechos humanos, Mons. De Nevares
(Neuquén), Novak (Quilmes), Hesayne (Viedma) y Mendiharat (Salto, Uruguay).
Ellos expresaron, pero no fueron los únicos, lo que muchos pensaban y decían en
La Rioja desde el primer momento: “¡A Angelelli lo mataron!” Sobre todo, si te
tiene en cuenta que su muerte fue la última de una serie de muertes ocurridas
en los días inmediatos anteriores, me refiero a los sacerdotes Carlos Murias y
Gabriel Longueville y el laico Wenceslao Pedernera.
Y así llegamos a 2006…
… Cuando la Conferencia Episcopal Argentina encomendó a Mons.
Carmelo Giaquinta, una investigación sobre la muerte de Mons. Angelelli, la que
condujo con una seriedad admirable. Mi predecesor en La Rioja, Mons. Rodríguez,
se presentó como querellante dando impulso a la causa penal…
… Y a usted, a quien Bergoglio nombró hace un año…
Desde que asumí esta responsabilidad pastoral, he querido dar
toda mi colaboración y siempre encontré en la máxima conducción de la
Conferencia Episcopal Argentina una gran sensibilidad e interés por la causa
Angelelli. Es cierto, treinta y ocho años es mucho tiempo. Pero es preferible
alcanzar la verdad que anhelarla para siempre y no poderla encontrar.
¿Quién es Angelelli para Ud.?
Un ejemplo de obispo que comprendió el Concilio Vaticano II y no
se quedó en las modificaciones litúrgicas, como si ello fuera el único aporte
de este Pentecostés que vivió la Iglesia contemporánea. Angelelli entendió que
el Concilio debía ser aplicado de una manera consecuente, sobre todo alentando
la participación de todos en la reflexión de la pastoral. Era un hombre que
valoraba muchísimo la religiosidad popular y veía el potencial evangelizador
que ella tenía. Previó con mucha anticipación lo que Aparecida llamaría,
treinta años después, la conversión pastoral de las estructuras de la Iglesia.
Era un hombre para el que todos, especialmente los más pobres, los últimos,
contaban, eran valiosos. Incluso sus detractores. Porque Angelelli no guardaba
rencor a nadie. Quería entrañablemente a los sacerdotes y religiosas de su
diócesis y generaba vida de comunidad con pequeños y grandes gestos para
reunirlos, visitarlos y alentarlos en el camino de una Iglesia comunión.
¿Qué peso tuvo el material que le envió el Papa desde el Vaticano
para que el Tribunal llegara a la sentencia de culpabilidad de Menéndez y
Estrella, emitida el viernes 4 de julio?
Todavía no conocemos los fundamentos de la sentencia. Se
conocerán el 12 de setiembre. Pero claramente uno de los escritos expresaba sin
medios términos el estado de persecución que vivía la Iglesia en La Rioja y las
amenazas de muerte que había recibido Angelelli.
¿En alguna otra oportunidad el Papa se había interesado por el caso
Angelelli?
Es sabido que el Papa conoció a Mons. Angelelli. Como provincial
jesuita durante esos años visitó la diócesis donde trabajaban algunos
sacerdotes de su orden, algunos de los cuales incluso habían sufrido la
persecución y la cárcel en esos días. En 2006, en ocasión del 30° aniversario
del asesinato de Angelelli, Bergoglio encabezó las celebraciones con
participación de numerosos obispos y sacerdotes. Fue elocuente su homilía de
entonces. Todos la recuerdan con emoción. Como presidente de la Conferencia
Episcopal Argentina decretó la creación de la comisión investigadora ad hoc,
presidida por Mons. Giaquinta.
¿Confirma la intención de iniciar el proceso de beatificación de
monseñor Angelelli a nivel diocesano?
Estamos llevando adelante la causa de los padres Longueville y
Murias y del laico Pedernera; se encuentra en la etapa final diocesana y pronto
la presentaremos en Roma. Apenas podamos completar algunos pasos preliminares
que se requieren, con absoluto respeto de las normas de la Iglesia y con todas
las pruebas que tenemos, presentaremos la solicitud de apertura de la causa de
Mons. Angelelli, testimonio ejemplar de obispo, servidor abnegado de su pueblo,
que no vacila en dar su vida por amor.
¿Todavía quedan sombras, cosas que se debe aclarar, o ahora que se
llevó a cabo el juicio y se dictó la sentencia todo es de público conocimiento
y todo ha quedado claro?
Considero que la Justicia ha logrado recabar una gran cantidad
de información. Y en función de ello se ha expedido con total objetividad, en
servicio de la verdad. Pueden quedar aspectos secundarios sin dilucidar, como
puede suceder en una causa de estas características. Pero no quedan dudas de
que esta Iglesia particular vivió un período de persecución muy fuerte que se
cobró cuatro vidas: Enrique, Carlos, Gabriel y Wenceslao. Como solemos decir,
no hay peor ciego que el que no quiere ver. Hay personas, dentro y fuera de la
Iglesia, que no quiere ver en la vida y en la muerte de Mons. Enrique Angelelli
un signo elocuente y heroico de Dios para su pueblo. Rezamos por ellos.
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