El humor como
expresión de salud psíquica y espiritual
Todos
los seres vivos superiores poseen un acentuado sentido lúdico. Basta observa a
los gatos y los perros de nuestras casas. Pero el humor es propio sólo de los
seres humanos. El humor nunca fue considerado un tema «serio» por la reflexión
teológica, aunque es sabido que se encuentra presente en todas las personas
santas y místicas, que son los únicos cristianos verdaderamente serios. En la
filosofía y en el psicoanálisis tuvo mejor suerte.
Humor
no es sinónimo de chiste, pues puede haber chiste sin humor y humor sin chiste.
El chiste es irrepetible; repetido, pierde su gracia. La historieta llena de
humor conserva siempre su gracia y nos gusta oírla muchas veces.
El
humor sólo puede ser entendido a partir de la profundidad del ser humano. Su
característica es ser un proyecto infinito, portador de inagotables deseos,
utopías, sueños y fantasías. Tal dato existencial hace que haya siempre un
desajuste entre el deseo y la realidad, entre lo soñado y su concretización.
Ninguna institución, religión, Estado ni ley consiguen encuadrar totalmente al
ser humano, aunque para encuadrarlo exista justamente cierto tipo de orden.
Pero él desborda estas determinaciones. De ahí la importancia de la violación
de lo prohibido para la vivencia de la libertad y para que surjan cosas nuevas.
Y esto en el arte, en la literatura y también en la religión.
Cuando
nos damos cuenta de esta diferencia entre la ley y la realidad ―véase por
ejemplo, la esdrújula moral católica sobre la prohibición de usar el condón en
estos tiempos en que abunda el sida― surge el sentido del humor. Dan ganas de
reír, pues tiene todo tan poco buen sentido y es tanto hablar en pleno
desierto, ya que nadie escucha ni observa, que sólo puede provocarnos humor. Esas
personas viven en la luna, no en la Tierra.
En
el humor se vive el sentimiento de alivio del peso de las limitaciones y del
placer de verlas relativas y sin la importancia que ellas mismas se dan. Por un
momento, la persona se siente libre de los superegos castradores, de las
imposiciones que nos exige la situación y realiza una experiencia de libertad,
como una forma de plasmar su tiempo, dar sentido a lo que está haciendo y
construir algo nuevo. Detrás del humor existe la creatividad, propia del ser humano.
Por más limitaciones naturales y sociales que haya, siempre hay espacio para
crear algo nuevo. Si no fuese así, no habría genios en la ciencia, en el arte y
en el pensamiento. Inicialmente son tenidos por «locos», excéntricos,
anormales. Mucho tiempo después, una nueva mirada descubre la genialidad de un
van Gogh, la creatividad fantástica de Bach, casi desapercibidas en su tiempo.
Se dice de Jesús que los suyos vinieron a llevárselo, pues decían “está loco”
(Mc 3,21). De San Francisco se dijo lo mismo: es un «pazzus», un loco, cosa que
él aceptaba como expresión de la voluntad de Dios. Y era un santo lleno de
humor y alegría hasta el punto de llamarlo «el fraile siempre alegre».
En
palabras más pedestres: el humor es señal de que nos es imposible definir al
ser humano dentro de un cuadro establecido. En su ser más profundo y verdadero
es un creador y un ser libre.
Por
eso puede sonreír y mirar con humor los sistemas que lo quieren aprisionar en
categorías establecidas. Y el ridículo que constatamos en señores serios (por
ejemplo, profesores, jueces, directores de escuela y hasta monseñores) que
quieren, solemnemente y con aires de una autoridad superior cuasi divina, hacer
a los otros ciegos y sumisos, o que obedezcan cual ovejas a sus órdenes. Eso también
causa humor.
Estaba
en lo cierto aquel filósofo (Th. Lersch, Philosophie des Humors, Múnich
1953, 26) que escribió: «La esencia secreta del humor reside en la fuerza de la
actitud religiosa, pues el humor ve las cosas humanas y divinas en su insuficiencia
delante de Dios». Desde la seriedad de Dios, el ser humano sonríe de las
seriedades humanas con pretensión de ser absolutamente verdaderas y serias. Son
nada delante de Dios. Y existe también toda una tradición teológica que nos
viene de los Padres de la Iglesia Ortodoxa que hablan del Deus Ludens
(Dios lúdico), pues creó el mundo como un juego para su propio entretenimiento.
Y lo hizo sabiamente, uniendo humor con seriedad.
Quien
vive centrado en Dios tiene motivos para cultivar el humor. Relativiza las
seriedades terrenas, hasta los propios defectos y es un ser libre de
preocupaciones. Santo Thomas Moro, condenado a la guillotina, cultivó el humor
hasta el final: pedía a los verdugos que le cortasen el cuello pero que no le
tocasen la larga barba blanca. San Lorenzo sonría con humor a los verdugos que
lo asaban en la parrilla y los invitaba a darle la vuelta porque un lado ya
estaba bien cocido, o san Ignacio de Antioquia, anciano obispo de la primera
Iglesia, que suplicaba a los leones que viniesen a devorarlo para pasar más
rápidamente a la felicidad eterna.
Conservar
esta serenidad, vivir en estado de humor y comprenderlo a partir de las
insuficiencias humanas es una gracia que todos debemos buscar y pedir a Dios.
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