MENSAJE A LOS RIOJANOS
EN LA FIESTA DE SAN NICOLÁS DE
BARI
Padre Obispo de la Rioja
Marcelo Colombo
Ciudad de La Rioja, 6 de julio de 2014
Mis queridos riojanos,
Hemos caminado
felices junto a nuestro Padre y Patrón tutelar, San Nicolás. Nos acercamos a su
Santuario para expresar como comunidad cristiana convocada por la Palabra de
Jesucristo, nuestra fe en el Señor de la Vida que nos llamó a ser suyos.
“Alégrense siempre en el Señor. Insisto:
¡Alégrense!” (Filipenses 4,4) Cada año esta fiesta de San Nicolás,
la “fiesta de invierno” como la llamamos afectuosamente, nos permite recorrer
las calles del centro de la ciudad trayendo nuestros ruegos y nuestra gratitud,
nuestras esperanzas y anhelos de una Rioja llena de luz y de paz donde vivamos
fraternalmente nuestra dignidad de hijos muy amados de Dios. El frío no puede
con nuestra riojanidad vestida de fiesta. Desafiados por la inclemencia del
invierno, sabemos de la alegría de ser pueblo de Dios, de tener el gusto de
pertenecerle y de pertenecernos en este entrelazamiento de vínculos profundos
que nos hacen ser nosotros mismos junto a los demás. ¡Y aquí estamos!
Deseo poner en
manos de San Nicolás los trabajos que están llevando a cabo nuestras
comunidades en ocasión del Año Catequístico, una oportunidad para reflexionar
sobre nuestra comunicación de la fe. El 6 de setiembre tendremos la Asamblea
diocesana que recogerá los frutos de las Asambleas parroquiales y decanales.
Los representantes de cada comunidad confluirán en un gran encuentro que nos
permita compartir las reflexiones precedentes y animarnos a dar los primeros
trazos de un pequeño pero ansiado plan pastoral para nuestra diócesis.
La Rioja cambia
aceleradamente y la Iglesia tiene que estar junto a sus hijos, tratando de
adecuar su pedagogía a los nuevos desafíos que la realidad le propone, buscando
alcanzar a todos con su amor de madre y maestra, como servidora siempre
dispuesta a comprender y alentar, como testigo profética de una esperanza que
nos viene de Dios. De esa manera, la fe del cristiano puede acompañar su vida y
capacitarlo para responder desde ella a los grandes temas del amor y de la
familia, del trabajo y la solidaridad, de la vida social y la política. No
alimentar la propia fe a través de la reflexión de la Palabra de Dios, las
celebraciones sacramentales, la vida en comunidad y la formación permanente, es
estancarnos dramáticamente sin fortalecer nuestra vocación de hijos de Dios y
de hermanos de todos.
La fuerza
contagiosa de la religiosidad popular nos acerca y reúne para reconocer en Dios
al Señor, de alegrarnos en la experiencia de caminar juntos a su encuentro y
expresar en la vida cotidiana las exigencias de ese amor grande del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo. ¡Construyamos con entusiasmo, riojanísimamente,
nuestra fraternidad solidaria y misionera que surge de una fe renovada que se
comunica!
En estos días
hemos vivido con mucha emoción la instancia final del juicio por la muerte de
Mons. Angelelli. El calvario del dolor ve hoy los frutos pascuales de la verdad
alcanzada por los tribunales. El ministerio límpido y comprometido de nuestro
buen pastor queda de manifiesto también en los trazos finales de la justicia
humana gracias al aporte de numerosos testigos que pudieron contribuir al
conocimiento de lo que realmente sucedió aquella dramática tarde del 4 de
agosto de 1976.
En nombre de la
Iglesia riojana y de esta sociedad, quiero agradecer a todos los que trabajaron
en la causa por el asesinato de Mons. Angelelli: jueces y funcionarios,
abogados y testigos, gracias por este momento de máxima luz en nuestra
historia. Pasaron 38 años. Es cierto que fue mucho tiempo. Pero es mejor que
anhelar eternamente la verdad y no poderla encontrar. La verdad ya es nuestra,
está en la calle aquello que los corazones de numerosos riojanos sabían.
Agradezco a Dios aquel gesto profético de la Iglesia argentina, en 1983, cuando
en Neuquén, en el marco de un homenaje a Mons. Angelelli, los obispos De
Nevares, Novak, Hesayne y Mendiharat pidieron la apertura de la causa refutando
con firmeza la versión del accidente. Y
al Santo Padre Francisco por estar junto a nosotros en nuestra búsqueda de
verdad y justicia.
Mis queridos
hermanos, unidos en esta fraternidad en camino que es nuestra riojanidad
arraigada en Jesucristo, el niño Alcalde, acunada por la Virgen del Valle,
iluminada por el ministerio de San Nicolás, padre de los pobres, celebremos la
Vida de Dios en nosotros y comuniquemos la alegría del Evangelio a cuantos nos
pidan razón de nuestra esperanza.
+ Marcelo Daniel Colombo, Padre Obispo de La Rioja
No hay comentarios:
Publicar un comentario