sábado, 26 de julio de 2014

¿Quién está realmente 
en la tumba de los Reyes Magos?

Dr. en Biblia
Ariel Álvarez Valdés

Diversas investigaciones en torno al cofre que contiene los restos de los Reyes Magos en Colonia (Alemania), sugieren que no se trataría de los sabios de Oriente de la época de Jesucristo.


Hace 850 años que los restos de los Tres Reyes Magos yacen en la catedral alemana de Colonia, en el oeste del país. Pero, ¿se trata realmente de Melchor, Gaspar y Baltasar?

Hace exactamente 850 años, el 23 de julio de 1164, el arzobispo Rainald von Dassel trasladó los restos hasta Colonia. Entonces nadie puso en duda su veracidad, pero hoy en día muchos quieren saber exactamente si los restos son o no son de sus majestades de Oriente.
La primera sorpresa: en la Biblia apenas se encuentran menciones sobre los Tres Reyes Magos. Tres de los cuatro evangelistas los ignoran. Sólo aparecen mencionados en el Evangelio de San Mateo, pero no habla de reyes, sino de "magoi". Cuando San Mateo escribió su Evangelio, el término "magoi" englobaba a los miembros de la casta de los sacerdotes persa-babilónica, que se ocupaban de la astronomía y de la astrología. El concepto "judiciario" (personas que estudian la posición y el movimiento de los astros) habría sido por ello el correcto.
En el siglo V los magos se convirtieron en reyes, debido seguramente a que en el Antiguo Testamento había una profecía que hablaba que el Mesías recibiría regalos de los reyes. Así, ese aspecto está claro: no eran reyes. Pero, ¿al menos eran tres? Pura especulación, pues Mateo no habla de ninguna cifra, sólo menciona que los "magoi" le traen al niño Jesús oro, incienso y mirra. En base a que fueron tres regalos se estableció que debían haber sido tres.
El evangelista también menciona otro detalle: el asunto de la estrella. "Vimos salir una estrella y la seguimos para venerarle", relatan los "magoi". "Y la estrella, que vieron en el cielo, les guió hasta el lugar donde estaba el niño". Así, a lo largo de los años la existencia de la estrella de Belén no sólo cautivó a los teólogos, sino también a los astrónomos. Actualmente muchos científicos están convencidos de que sí que apareció la estrella. Mientras en muchas imágenes es representada como un cometa con una larga estela, la mayoría de los investigadores creen que se trató de una conjunción -aspecto de dos astros que ocupan una misma casa celeste- creada al ponerse los planetas Saturno y Júpiter uno al lado del otro, muy cerca. Una aproximación de este tipo, algo que sólo sucede cada 800 años, tuvo lugar como pudo comprobarse en el año siete antes de Cristo. Algo que hace el asunto aún más sorprendente: de acuerdo a las investigaciones actuales, Jesús no nació en el año que fue marcado como año cero del inicio de nuestra era, sino unos años antes.
Por otro lado, el nombre de los Tres Reyes Magos no tiene su origen en la Biblia. La primera vez que aparecen Melchor, Gaspar y Baltasar fue en el siglo VI. El monje benedictino inglés Beda Venerabilis supo en torno al año 725 que Melchor fue un anciano con barba blanca, Baltasar un hombre de mediana edad con una barba tupida negra y Gaspar un mozalbete sin barba. En base a esto los asignó a los continentes conocidos entonces: Europa, Asia y Africa. Posteriormente, Baltasar fue calificado como un moro noble de Africa. De esta manera, los reyes representaban a todos los hombres del planeta: mayores y jóvenes, negros y blancos. Una bella historia y si se quiere, una leyenda de migrantes.
Sin embargo, ¿están sus restos realmente en el la catedral de Colonia? Para ello hay que seguir la historia de las reliquias. Al parecer Helena de Constantinopla, madre del emperador Constantino I, descubrió los restos durante un viaje de peregrinación a Palestina. A través de Constantinopla, los huesos llegaron a Milán, conquistada de nuevo en 1162 por el emperador Barbarroja. Inmediatamente después acabaron en manos del arzobispo de Colonia Rainald von Dassel. No está claro si fue un regalo del emperador o si él mismo llegó a ellos. En cualquier caso, llevó el trofeo de guerra en 1164 a la ciudad alemana. Así, Colonia acabó convirtiéndose en una ciudad de peregrinación, junto a Santiago de Compostela y Roma, gracias a la llegada de las reliquias. Para poner de relieve la gran importancia de los huesos, Colonia ordenó al más famoso orfebre, Nikolaus von Verdun, un trabajo de orfebrería titánico: la creación del cofre duró 40 años.
Pero aquello no era suficiente para albergar el mayor relicario de la cristiandad, según Colonia. Debían construir una nueva catedral, más grande que la antigua, para que fuera la mayor Iglesia sobre la Tierra. Así comenzó la construcción de la nueva catedral de Colonia, que perduró hasta nuestros días. Las calaveras de los reyes -sin la mandíbula inferior- se colocaron durante un tiempo sobre una de las tablas de la época para colocar cráneos. Desde 1322 hasta 1794 se mantuvieron intactas en la capilla de la catedral de Colonia a medio terminar. Después, tuvo que ponerse todo a resguardo debido al avance de las tropas francesas.
Cuestionar la autenticidad de las reliquias fue durante mucho tiempo algo impensable. Hasta que en el siglo XIX, exactamente el 21 de julio de 1864, se abrió el cofre, y los investigadores con gran sorpresa descubrieron los esqueletos casi completos de un joven de 12 años y de dos hombres mayores, de 30 y 50 años. Las edades encajaban con la representación de los Tres Reyes Magos.
Y no fue la única sorpresa. Más de cien años después, en 1979, se analizó la tela con la que habían envuelto los huesos. El resultado: se trataba de un damasco de seda y púrpura del siglo II o III después de Cristo. La ropa era por tanto más antigua de lo que se pensaba. Pero no de los tiempos de Jesús. Los propios huesos no han sido nunca analizados hasta el momento.

El experto y escritor Manfred Becker-Huberti solicitó en la década de los noventa llevar a cabo un análisis de los restos óseos. "Técnicamente sería posible", indicó. No obstante, la catedral de Colonia lo rechazó. El presidente del cabildo de la catedral, Norbert Feldhoff, lo niega. "No es para nada importante y por ello nunca nos hemos decidido al respecto", afirmó. "Se trata de una cuestión de devoción". Por tanto, seguirá siendo una incógnita quién yace realmente en el gran cofre dorado. Quizás sea mejor así. Para Goethe, lo más fascinante era aquella mezcla de hechos y leyendas que no habían sido clarificadas. Escribió a un amigo de Colonia: "Historia, tradición, probable, improbable, fábula con naturaleza, probabilidad, realidad fundido todo hasta con el último y más individual relato, desarma como un cuento de hadas toda la crítica". Puede ser que el cofre dorado de la catedral de Colonia no albergue los Tres Reyes Magos, pero guarda en cualquier caso una bonita historia.

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