¿Quién está realmente
en la tumba de los Reyes Magos?
Dr. en Biblia
Ariel Álvarez Valdés
Diversas investigaciones en torno al cofre que contiene
los restos de los Reyes Magos en Colonia (Alemania), sugieren que no se
trataría de los sabios de Oriente de la época de Jesucristo.
Hace 850 años que los restos de los Tres Reyes Magos yacen en la catedral
alemana de Colonia, en el oeste del país. Pero, ¿se trata realmente de Melchor,
Gaspar y Baltasar?
Hace
exactamente 850 años, el 23 de julio de 1164, el arzobispo Rainald von Dassel
trasladó los restos hasta Colonia. Entonces nadie puso en duda su veracidad,
pero hoy en día muchos quieren saber exactamente si los restos son o no son de
sus majestades de Oriente.
La
primera sorpresa: en la Biblia apenas se encuentran menciones sobre los Tres
Reyes Magos. Tres de los cuatro evangelistas los ignoran. Sólo aparecen
mencionados en el Evangelio de San Mateo, pero no habla de reyes, sino de
"magoi". Cuando San Mateo escribió su Evangelio, el término
"magoi" englobaba a los miembros de la casta de los sacerdotes
persa-babilónica, que se ocupaban de la astronomía y de la astrología. El
concepto "judiciario" (personas que estudian la posición y el
movimiento de los astros) habría sido por ello el correcto.
En
el siglo V los magos se convirtieron en reyes, debido seguramente a que en el
Antiguo Testamento había una profecía que hablaba que el Mesías recibiría
regalos de los reyes. Así, ese aspecto está claro: no eran reyes. Pero, ¿al menos
eran tres? Pura especulación, pues Mateo no habla de ninguna cifra, sólo
menciona que los "magoi" le traen al niño Jesús oro, incienso y
mirra. En base a que fueron tres regalos se estableció que debían haber sido
tres.
El
evangelista también menciona otro detalle: el asunto de la estrella.
"Vimos salir una estrella y la seguimos para venerarle", relatan los
"magoi". "Y la estrella, que vieron en el cielo, les guió hasta
el lugar donde estaba el niño". Así, a lo largo de los años la existencia
de la estrella de Belén no sólo cautivó a los teólogos, sino también a los
astrónomos. Actualmente muchos científicos están convencidos de que sí que
apareció la estrella. Mientras en muchas imágenes es representada como un
cometa con una larga estela, la mayoría de los investigadores creen que se
trató de una conjunción -aspecto de dos astros que ocupan una misma casa
celeste- creada al ponerse los planetas Saturno y Júpiter uno al lado del otro,
muy cerca. Una aproximación de este tipo, algo que sólo sucede cada 800 años,
tuvo lugar como pudo comprobarse en el año siete antes de Cristo. Algo que hace
el asunto aún más sorprendente: de acuerdo a las investigaciones actuales,
Jesús no nació en el año que fue marcado como año cero del inicio de nuestra
era, sino unos años antes.
Por
otro lado, el nombre de los Tres Reyes Magos no tiene su origen en la Biblia.
La primera vez que aparecen Melchor, Gaspar y Baltasar fue en el siglo VI. El
monje benedictino inglés Beda Venerabilis supo en torno al año 725 que Melchor
fue un anciano con barba blanca, Baltasar un hombre de mediana edad con una
barba tupida negra y Gaspar un mozalbete sin barba. En base a esto los asignó a
los continentes conocidos entonces: Europa, Asia y Africa. Posteriormente,
Baltasar fue calificado como un moro noble de Africa. De esta manera, los reyes
representaban a todos los hombres del planeta: mayores y jóvenes, negros y
blancos. Una bella historia y si se quiere, una leyenda de migrantes.
Sin
embargo, ¿están sus restos realmente en el la catedral de Colonia? Para ello
hay que seguir la historia de las reliquias. Al parecer Helena de
Constantinopla, madre del emperador Constantino I, descubrió los restos durante
un viaje de peregrinación a Palestina. A través de Constantinopla, los huesos
llegaron a Milán, conquistada de nuevo en 1162 por el emperador Barbarroja.
Inmediatamente después acabaron en manos del arzobispo de Colonia Rainald von
Dassel. No está claro si fue un regalo del emperador o si él mismo llegó a
ellos. En cualquier caso, llevó el trofeo de guerra en 1164 a la ciudad
alemana. Así, Colonia acabó convirtiéndose en una ciudad de peregrinación,
junto a Santiago de Compostela y Roma, gracias a la llegada de las reliquias.
Para poner de relieve la gran importancia de los huesos, Colonia ordenó al más
famoso orfebre, Nikolaus von Verdun, un trabajo de orfebrería titánico: la
creación del cofre duró 40 años.
Pero
aquello no era suficiente para albergar el mayor relicario de la cristiandad,
según Colonia. Debían construir una nueva catedral, más grande que la antigua,
para que fuera la mayor Iglesia sobre la Tierra. Así comenzó la construcción de
la nueva catedral de Colonia, que perduró hasta nuestros días. Las calaveras de
los reyes -sin la mandíbula inferior- se colocaron durante un tiempo sobre una
de las tablas de la época para colocar cráneos. Desde 1322 hasta 1794 se
mantuvieron intactas en la capilla de la catedral de Colonia a medio terminar.
Después, tuvo que ponerse todo a resguardo debido al avance de las tropas
francesas.
Cuestionar
la autenticidad de las reliquias fue durante mucho tiempo algo impensable.
Hasta que en el siglo XIX, exactamente el 21 de julio de 1864, se abrió el
cofre, y los investigadores con gran sorpresa descubrieron los esqueletos casi
completos de un joven de 12 años y de dos hombres mayores, de 30 y 50 años. Las
edades encajaban con la representación de los Tres Reyes Magos.
Y
no fue la única sorpresa. Más de cien años después, en 1979, se analizó la tela
con la que habían envuelto los huesos. El resultado: se trataba de un damasco
de seda y púrpura del siglo II o III después de Cristo. La ropa era por tanto
más antigua de lo que se pensaba. Pero no de los tiempos de Jesús. Los propios
huesos no han sido nunca analizados hasta el momento.
El experto y escritor Manfred Becker-Huberti solicitó en la
década de los noventa llevar a cabo un análisis de los restos óseos.
"Técnicamente sería posible", indicó. No obstante, la catedral de
Colonia lo rechazó. El presidente del cabildo de la catedral, Norbert Feldhoff,
lo niega. "No es para nada importante y por ello nunca nos hemos decidido
al respecto", afirmó. "Se trata de una cuestión de devoción".
Por tanto, seguirá siendo una incógnita quién yace realmente en el gran cofre
dorado. Quizás sea mejor así. Para Goethe, lo más fascinante era aquella mezcla
de hechos y leyendas que no habían sido clarificadas. Escribió a un amigo de
Colonia: "Historia, tradición, probable, improbable, fábula con
naturaleza, probabilidad, realidad fundido todo hasta con el último y más individual
relato, desarma como un cuento de hadas toda la crítica". Puede ser que el
cofre dorado de la catedral de Colonia no albergue los Tres Reyes Magos, pero
guarda en cualquier caso una bonita historia.
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