jueves, 31 de julio de 2014

San Ignacio de Loyola

Xabier Pikaza


--De Ignacio me importan muchas cosas, tanto en un plano personal y eclesial, y no puedo referirme a todos. Aprendí las principales con mi madre, devota ignaciana y con su buen biógrafo Ignacio Tellechea (Sólo y a Pie. Ignacio de Loyola), Sígueme, Salamanca 2004 . Hoy quiero presentar uno de los rasgos importantes de su vida, en línea de Dios.
-- Me importa hoy más Ignacio porque el Papa Francisco es jesuita, fiel devoto e imitador de su camino, no sólo por su gran política y prudencia eclesial, sino por un tipo intenso de entrega en manos de la Providencia. Murió Ignacio en un tiempo de dura crisis de su Compañía con el Papado. Quisiera hoy que el papado retome el mejor camino de Ignacio, unido al de Francisco, los dos creadores de la Iglesia católica moderna.
-- Me importa sobre todo Ignacio porque siendo un hombre de la modernidad siguió inmerso en un tipo de Edad Media religiosa, como muestran las visiones que he querido recoger en esta postal, en un camino que pasa especialmente por Manresa. Unió su piedad más tradicional con su capacidad de organización. Está terminando quizá una época que él inició, nos queda su experiencia más honda de Dios, en el río de la vida, en el cambio del tiempo.
Sería bueno comentar estas visiones ignacianas de Dios en un plano psicológico y religioso, pero las dejo ahí, para que los lectores puedan entenderlas a su gusto, en toda su anchura. Buen día a todos, a jesuitas y amigos de Ignacio. Buen trabajo al Papa.
Una visión espiritual
(Imagen segunda: Ignacio entre los grandes doctores cristianos, tal como aparece en la portada de mi Diccionario de Pensadores Cristianos, Estella 2010. ¿Pueden distinguirle?)

Fue un hombre de mundo: un señor de tierra vasca, un guerrero, un caballero, un convertido, un fundador universal,uno de los creadores de la Edad Moderna. Su obra y herencia ha sido discutida y valorada por doquier. Aquí sólo quiero saludar a sus hermanos los jesuitas y a los vascos que aún le quieren (le queremos), recordando un aspecto menos destacado de su vida: su visión de Dios. 

Propiamente hablando, Ignacio de Loyola no ha tenido una visión de Dios como Trinidad, sino una experiencia interior, una comprensión en profundidad del misterio trinitario, que ha tenido como consecuencia un consuelo y un gozo perdurable. Así lo muestra tanto su Autobiografía¸ como su Diario espiritual, el día de su fiesta:


Visión de la Trinidad: Tres teclas. Montserrat.
Tenía mucha devoción a la santísima Trinidad, y así hacía cada día oración a las tres personas distintamente. Y haciendo también a la santísima Trinidad, le venía un pensamiento, que ¿cómo hacía cuatro oraciones a la Trinidad? Mas este pensamiento, le daba poco o ningún trabajo, como cosa de poca importancia. Y estando un día rezando en las gradas del mesmo monasterio (Monserrat) las Horas de nuestra Señora, se le empezó a elevar el entendimiento, como que veía la santísima Trinidad en figura de tres teclas, y esto con tantas lágrimas y tantos sollozos, que no se podía valer.
Y yendo aquella mañana en una procesión, que de allí salía, nunca pudo retener las lágrimas hasta el comer; ni después de comer podía dejar de hablar sino en la santísima Trinidad; y esto con muchas comparaciones y muy diversas, y con mucho gozo y consolación; de modo que toda su vida le ha quedado esta impresión de sentir grande devoción haciendo oración a la santísima Trinidad (Autobiografía, num 28).
Visión intelectual: río hondo. Manresa.
Una vez iba por su devoción a una iglesia, que estaba poco más de una milla de Manresa, que creo yo que se llama sant Pablo, y el camino va junto al río; y yendo así en sus devociones, se sentó un poco con la cara hacia el río, el cual iba hondo.
Y estando allí sentado se le empezaron abrir los ojos del entendimiento; y no que viese alguna visión, sino entendiendo y conociendo muchas cosas, tanto de cosas espirituales, como de cosas de la fe y de letras; y esto con una ilustración tan grande, que le parecían todas las cosas nuevas... Y esto fue en tanta manera de quedar con el entendimiento ilustrado, que le parescía como si fuese otro hombre y tuviese otro intelecto, que tenía antes (Autobiografía, 30. 5º).
Diario espiritual, 21 de Febrero de 1544, Paris.
Durante la oración, todo el tiempo, devoción continua y muy grande, luz cálida y gusto espiritual, entrañando en cierto modo alguna elevación [...]. En la misa...yo conocía, yo sentía o veía, Dominus scit (Dios lo sabe) que hablar al Padre, ver que él era una persona de la Santa Trinidad, ello me llevaba a amarle del todo y tanto más porque las tres restantes personas se encontraban totalmente en él. Yo sentía la misma cosa cuando oraba al Hijo y la misma cosa cuando oraba al Espíritu Santo, gozando indiferentemente de una o de la otra persona, mientras yo sentía las consolaciones, atribuyéndolas a los tres.
(Conocimiento y visión. Roma)Cuando decía misa tenía también muchas visiones, y cuando hacía las Constituciones las tenía también con mucha frecuencia; y que ahora lo puede afirmar más fácilmente, porque cada día escribía lo que pasaba por su alma y lo encontraba ahora escrito. Y así me mostró un fajo muy grande de escritos de los cuales me leyó una parte. Lo más eran visiones que él veía en confirmación de alguna de las Constituciones y viendo unas veces a Dios Padre, otras las tres personas de la Trinidad, otras a la Virgen que intercedía, otras que confirmaba (Autobiografía, 100).
Recordar las visiones de un hombre de Dios .
He querido recordar las visiones de un hombre de Dios, de uno de los creadores del cristianismo occidental moderno. Fue un precursor del racionalismo, de la organización eficaz, de la unidad de la empresa misionea de la Iglesia. Pero fue, al mismo tiempo, un hombre de visiones y experiencias interiores, en contacto personal con el Dios que le hablaba por dentro, sin necesidad de visiones exteriores.
Este Ignacio de la experiencia sigue siendo para nosotros un guía y maestro, no para hacer sin más lo que él hizo, sino para buscar a Dios como él le buscó, descubriendo incluso caminos distintos de los suyos. Un peregrino fue, peregrinos seguimos siendo nosotros. (Los textos que cito están tomados San Ignacio de Loyola, Obras completas, BAC, Madrid 1992; hay un desarrollo más extenso de esta vertiente espiritual de Ignacio en mi libro Enquiridion Trinitatis, Sec. Trinitario, Salamanca 2005)..

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