HOMILÍA EN LA
MISA EN HOMENAJE
A MONS. ANGELELLI
Padre Obispo de la Rioja
Marcelo Colombo
Catedral de La Rioja, Santuario de San Nicolás, 3 de
julio de 2014
Mis queridos
hermanos riojanos,
Un 3 de julio de 1968, hace exactamente 46 años, Pablo
VI nombraba a Enrique Angelelli, obispo de La Rioja. En esta providencial
coincidencia, mientras esperamos verdad
y justicia, celebramos el sacrificio de Cristo y rendimos homenaje a quien
fuera buen pastor de su pueblo.
1.
Justicia y
bienaventuranzas para tener y dar vida.
La primera lectura enseña sencilla y enfáticamente, la
importancia de la plena vigencia del derecho para el bien del pueblo. Aplicar la
ley sin trampas ni sobornos ni acepción de personas, preserva la mirada límpida
del juez y asegura la libertad y firmeza de su palabra para pronunciar una
sentencia justa.
“Tu deber es
buscar justicia, sólo justicia para que tengas vida y poseas la tierra que el
Señor, tu Dios te da”. La persistencia del mal y la mentira hiere la
dignidad humana y nos hace extranjeros en nuestra misma tierra. La justicia, en
cambio, abre el camino de la vida y la plena posesión de los dones de Dios.
Invitados por Jesús a ser sal de la tierra y luz del
mundo, las Bienaventuranzas iluminan nuestro camino con señales precisas para un
modo nuevo de vivir y de vincularnos, a contracorriente de la iniquidad, la
prepotencia, el hedonismo, el materialismo y toda forma de aprovechamiento de
los demás. Estas Bienaventuranzas constituyen un programa de vida por el cual
los hombres y mujeres de la Iglesia en La Rioja queremos optar decididamente,
aquí y ahora, en fidelidad a la más pura tradición de la Iglesia.
2.
Enrique
Angelelli, testigo de Jesucristo entre nosotros.
Treinta y ocho años atrás, en estos mismos días, Enrique
Angelelli padecía ataques e injustas acusaciones mientras se le impedía el
libre ejercicio de su ministerio pastoral. No podía aceptar la sugerencia de
tomar distancia, de cuidar su propio pellejo, de dejar a su rebaño. Presentía
los peligros que se cernían sobre él pero obraba movido por el Evangelio de
Jesucristo en su compromiso personal irrenunciable a favor de los hombres. Entrevió
que las muertes de Gabriel, Carlos y Wenceslao preanunciaban la suya. Pero
seguiría en la brecha, sosteniendo hasta el final el cayado de buen pastor.
Escuchemos al mismo Mons. Angelelli recorrer emocionado
sus veinticinco años de ministerio sacerdotal, para entrar en la intimidad de
su corazón y apreciar cabalmente sus gestos y palabras.
Mi vida fue como el arroyo...
anunciar el aleluya a los pobresy pulirse en el interior;
canto rodado con el pueblo
y silencios de "encuentros"...
contigo... solo... Señor.
Mi vida fue como el sauzal...
pegadita junto al Río
para dar sombra nomás.
Mi vida fue como el camino...
pegadita al arenal
para que la transite la gente pensando:
"Hay que seguir andando nomás".
Mi vida fue como el cardón...
sacudida por los vientos
y agarrada a Ti, Señor;
vigía en noches de estrellas
para susurrarle a cada hombre:
"Cuando la vida se esconde entre espinas,
siempre florece una flor".
Mi vida canta hoy dichosa a Ti, Señor...
Es misterio que se hizo camino
ya andado un buen trecho, Señor...
Mesa que acoge y celebra
los racimos ya maduros
que tu Sangre fecundó.
Todo esto soy yo, Señor...
un poco de tierra y un Tabor,
veinticinco años de carne ungida
con un Cayado, un pueblo y una Misión.
Mi vida fue como el cardón...
sacudida por los vientos
y agarrada a Ti, Señor;
vigía en noches de estrellas
para susurrarle a cada hombre:
"Cuando la vida se esconde entre espinas,
siempre florece una flor".
Mi vida canta hoy dichosa a Ti, Señor...
Es misterio que se hizo camino
ya andado un buen trecho, Señor...
Mesa que acoge y celebra
los racimos ya maduros
que tu Sangre fecundó.
Todo esto soy yo, Señor...
un poco de tierra y un Tabor,
veinticinco años de carne ungida
con un Cayado, un pueblo y una Misión.
Como cristianos no ansiamos venganza ni cultivamos el
odio o el rencor. Plenamente identificados con los sentimientos de Cristo,
esperamos justicia para que esta sociedad que conformamos conozca la verdad de
cuanto aconteció aquella dramática tarde del 4 de agosto de 1976. Dios conduce la historia y sabemos que
siempre fracasan los intentos de los prepotentes que “matan el cuerpo pero no pueden matar el alma”. De Cristo
resucitado hemos aprendido que la vida siempre tiene la última palabra.
3.
Portadores del
proyecto de Dios para nuestro hoy riojano.
En esta evocación de Mons. Angelelli, podríamos correr
el riesgo de desterrarlo al mármol. Nada nos alejaría más de quien, con plena
conciencia de ser un humilde servidor, un enviado del Señor y su Iglesia, sólo aceptó el camino de la encarnación para
construir, entre los pobres, con los pobres, un tiempo nuevo para La Rioja.
Como Iglesia de La Rioja, queremos prolongar la misión
de Jesucristo entre los hombres y transitar sin titubeos, por fidelidad al
mismo Señor de la historia, aquellos caminos que Mons. Angelelli resueltamente propuso:
La renovación eclesial como tarea pendiente para cada uno de nosotros; el
servicio como contenido y como método de nuestra actuación pastoral de
sacerdotes y consagrados, la opción preferencial por los pobres y excluidos, la
conversión pastoral de nuestras instituciones, la búsqueda entre todos, de la
voluntad de Dios para su Iglesia, “con un
oído en el pueblo y otro en el Evangelio”. Estos aspectos de sustancial
importancia que la vida y la entrega de Mons. Angelelli proclamaron
proféticamente, constituyen para nosotros una herencia sagrada firmemente
arraigada en Jesucristo.
También nuestra sociedad, aquí y ahora, está
atravesada por la urgencia de responder desde ese magisterio tan actual y
apremiante: La profundización de la cultura del encuentro y del trabajo, la
renovación de la política; la atención a los grandes problemas sociales con
vocación de afrontarlos más allá de intereses sectoriales o comportamientos
clientelares, la protección de la vida en todas sus etapas y circunstancias, el
cuidado del medio ambiente como casa común de todos los riojanos, de los que
estamos y de los que vendrán.
Si hoy estuviera entre nosotros, en esta Rioja tan
cambiada, me gustaría imaginarlo celebrándonos la misa bajo aquel mismo árbol
de su tiempo que todavía lo evoca, o en el 4 de junio o el Nuevo Argentino más
allá de la Ruta 38, peregrino junto a San Nicolás hacia Aicuña, Zapallar o Chilecito,
compartiendo con pequeños productores rurales en Chepes o Ulapes, acampando
entre jóvenes junto al Señor de la Peña, dialogando con los estudiantes que
transitan nuestras aulas en la Universidad, profesorados y colegios, o con
aquella serena firmeza suya ante quienes lo injuriaran o no quisieran
escucharlo o ante esos medios cizañeros e interesados desinformadores. Pediría la
reconciliación de aquellas comunidades que en estos últimos tiempos se han
dividido gravemente y no aciertan a transitar el regreso al diálogo.
Portadores de la Buena Noticia de Jesús, mientras
llega la aurora de la justicia, pidamos a San Nicolás, nuestro Padre y Patrón
tutelar, para que interceda por nuestra fidelidad evangelizadora a aquella
invitación de la Virgen en Caná, “hagan
lo que Jesús les diga”.
La Rioja, 3 de julio de 2014
+ Marcelo Daniel
Colombo
Padre Obispo de
La Rioja
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