lunes, 7 de julio de 2014

¿Habrá progreso doctrinal en la moral sexual católica?

Jorge Costadoat

El Sínodo sobre la Familia convocado por el Papa Francisco para 2015 abordará temas como la sexualidad, el matrimonio, los hijos, el control de la natalidad, los separados, los divorciados vueltos a casar y la participación en los sacramentos. El nivel de preocupación de los católicos sobre estas materias es muy alto. Por lo mismo, la frustración o la satisfacción con los resultados del Sínodo pueden ser grandes.
Las respuestas a las 39 preguntas que el mismo Papa dirigió a fines de 2013 a todo el Pueblo de Dios, son coincidentes: existe una enorme distancia entre lo que lo que la jerarquía enseña en materia de moral sexual y lo que los católicos piensan y practican. Esta distancia, con el pasar de los años, no solo ha sido causa de grandes sufrimientos, sino que se acrecienta. De acuerdo a los informes de las iglesias de Alemania, Bélgica, Francia, Japón y Suiza –las únicas respuestas hechas públicas-, el abismo detectado afecta principalmente a la enseñanza oficial contraria a los métodos artificiales de control de natalidad, a la comunión de los divorciados vueltos a casar y a la posibilidad de una vida sexual fuera del matrimonio (relaciones prematrimoniales, convivencias hetero y homo sexual) (www.sinodofamilia2015.wordpress.com). El Instrumentum laboris –documento base del sínodo preparatorio que tendrá lugar en octubre próximo, el cual recoge los informes de los episcopados de todo el mundo- concluye prácticamente lo mismo, con la diferencia de dar mejor cuenta de la inmensa complejidad del tema y por reflejar un mayor celo doctrinal.
¿Qué es posible esperar? La cantidad de asuntos relativos a la familia son innumerables. Los tres recién mencionados son, desde el punto de vista doctrinal, los más complejos. Por lo mismo, en estas circunstancias cabe esperar un progreso doctrinal. La Iglesia no tendría dos mil años de existencia si no hubiera anunciado el Evangelio haciendo ajustes en su enseñanza acordes a los desafíos históricos y culturales que fue enfrentando. Una cosa es el Evangelio (que no cambia) y otra la doctrina (que, para ser verdaderamente “Buena noticia”, tiene que desarrollarse). El Concilio Vaticano II constituye el ejemplo más impresionante de creatividad doctrinal, la cual también se dio en el plano del matrimonio y la familia humana.
La audacia de Francisco tiene pocos precedentes. Como pastor supremo de la Iglesia, ha consultado directamente a los católicos qué entienden por familia y sexualidad; cómo ven que la fe y la doctrina sirven para vivir cristianamente; cuáles son las enseñanzas que les ayudan y cuáles no. El Papa ha puesto en operación el sensus fidelium. A saber, la verdad de la fe de la Iglesia -propia de todos los bautizados- que él y el colegio episcopal tienen la obligación de interpretar y comunicar. Si la Iglesia enseña una cosa y la misma Iglesia practica otra diferente, algo hay que revisar. Es que el Pueblo de Dios vive inmoralmente o ignorante de la doctrina sexual de la Iglesia, o la doctrina que sirvió para una época ya no sirve tal cual para esta otra.
Que el Papa haya corrido el riesgo de escuchar en los bautizados lo que el Espíritu quiere decir a la Iglesia hoy es osado, aunque parezca obvio que los pastores siempre debieran actuar así. Pero lo que está en juego no es el prestigio de este Papa y del actual colegio episcopal, sino la transmisión de la fe. ¿Cómo interpelará el cristianismo a la siguiente generación? El Sínodo en curso tiene por delante la noble tarea –como pide el primer Concilio Vaticano- de articular una vez más fe y razón. El Pueblo cristiano espera una proclamación del Evangelio en los cánones de razonabilidad de nuestro tiempo.

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