martes, 3 de febrero de 2015

Las sábanas mojadas

John Curtis era un niño de 14 años, con problemas para retener su flujo de orina durante la noche, de modo que todas las mañanas, su madre tenía que cambiar sus sábanas y limpiar todo lo que había ensuciado.
Para poder secar las sábanas mojadas, su madre comenzó a tenderlas en la ventana de su casa.
El pueblo donde vivía John era demasiado pequeño, todos se conocían, y empezaron a ver la prenda extendida, de modo que el muchacho comenzó a sentir vergüenza y humillación.
La noticia de las sábanas  mojadas, no tardó en llegar a oídos de sus compañeros quienes lo ridiculizaban constantemente. Lo que había hecho su mamá y las burlas en su escuela, dejaron en su corazón un sentimiento de abandono total, se sentía desprotegido y expuesto todo el tiempo.
Para evitar más humillaciones, el muchacho cuando salía de la escuela iba corriendo hasta su casa, para quitar las sábanas y evitar así que fueran vistas por sus compañeros.
Pasó el tiempo, y a ese constante esfuerzo logró desarrollar en él una gran velocidad, sus piernas se fortalecieron, y adquirieron una gran resistencia. Se desarrolló en él un instinto  por el cual tenía que llegar a destino antes que los demás.
Al año siguiente comenzó a correr en un equipo de atletismo y diez años más tarde, John Curtis se convirtió en un corredor olímpico, que además ganó varias medallas de oro.
En una entrevista que le hicieron por causa de su éxito deportivo, John no dudó en darle crédito a su madre por tales logros como corredor.
La historia autobiográfica  de Michael Landon fue plasmada en una película emitida por primera vez en 1976 y que ganó mucha aceptación por el público.


Esto nos muestra cómo en la vida, incluso las peores humillaciones, si las utilizamos adecuadamente, pueden volverse favorables con el tiempo.

En los momentos  de crisis, es muy difícil saber por qué a uno le toca atravesar situaciones tan complicadas. Las preguntas emergen y no logramos manejar los sucesos.

Quizás no todo lo que planificamos el año pasado ha salió como esperábamos.. Pero no debemos desanimarnos. La vida nos tiene reservadas varias medallas olímpicas para quienes perseveramos en la carrera, confiamos en Dios y estamos dispuestos a creer que las situaciones desfavorables son simplemente momentáneas.


En esos momentos, nuestra vida se convierte en una escuela en la que Dios cada día nos enseña una nueva lección. Porque aun nuestros errores pueden tornarse favorables. 
Como dice la Biblia, en el Salmo 126:  
“Los que siembran entre lágrimas, 
cantando cosecharán”.

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