A las agresiones humanas,
la Tierra responde con flores
Leonardo Boff
Mas que estar en el centro de
una crisis de proporciones planetarias, nos enfrentamos hoy con un proceso
irreversible. La Tierra ya nunca será la misma. Ha sido transformada en su base
físico-química-ecológica de forma tan profunda que ha acabado perdiendo su
equilibrio interno. Entró en un proceso de caos, es decir, perdió su
sostenibilidad y afectó a la continuidad de lo que durante milenios venía
haciendo: producir y reproducir vida.
Todo
caos tiene dos lados: uno destructivo y otro creativo. El destructivo
representa el desmantelamiento de un tipo de equilibrio que implica la erosión
de parte de la biodiversidad y, en el límite, la disminución de la especie
humana, que se produce o por incapacidad de adaptarse a la nueva situación o
por no conseguir mitigar los efectos letales. Concluido ese proceso de
purificación, el caos comienza a mostrar su cara generativa. Crea nuevos
órdenes, equilibra los climas y permite a los seres humanos supervivientes
construir otro tipo de civilización.
La
historia de la Tierra nos enseña que ella pasó por cerca de quince grandes
destrucciones, como la del cámbrico, hace 480 millones de años, que destruyó el
80-90% de las especies. Pero como es madre generosa, lentamente rehízo la diversidad
de la vida.
Hoy,
la comunidad científica en su gran mayoría nos alerta frente a un eventual
colapso del sistema-vida, que puede amenazar el propio futuro de la especie
humana. Todos podemos percibir los cambios que están ocurriendo ante nuestros
ojos. Grandes efectos extremos: por un lado veranos prolongados asociados a
gran escasez de agua, que afectan a los ecosistemas y a la sociedad como un
todo, como está ocurriendo en el sudeste de nuestro país. En otros lugares del
planeta, como en Estados Unidos, inviernos rigurosos como no se veían desde
hace decenas o hasta cientos de años.
El
hecho es que hemos tocado los límites físicos del planeta Tierra. Al forzarlos
como lo hace nuestra voracidad productivista y consumista, la Tierra responde
con huracanes, tsunamis, crecidas devastadoras, terremotos y una incontenible
subida del calentamiento global. Si llegamos a aumentar la temperatura dos
grados centígrados, la situación todavía sería manejable. Pero si no hacemos
los deberes, disminuyendo drásticamente la emisión de gases de efecto
invernadero y no reorientamos nuestra relación con la naturaleza hacia la
autocontención colectiva y el respeto a los límites de soportabilidad de cada
ecosistema, entonces se prevé que el clima puede elevarse de cuatro a seis
grados centígrados. Ahí conoceremos la “tribulación de la desolación”, para
usar una expresión bíblica, y gran parte de las formas de vida que conocemos,
inclusive partes de la humanidad, no podrán subsistir.
La
renombrada revista Science acaba de publicar el 15 de enero de 2015 un trabajo
de 18 científicos sobre los límites planetarios (Planetary Boundaries:
Guiding human development on a changing Planet). Identificaron nueve
dimensiones fundamentales para la continuidad de la vida y de nuestro ensayo
civilizatorio. Vale la pena citarlas:
(1) cambios climáticos;
(2) cambios en la
integridad de la biosfera con erosión de la biodiversidad y extinción acelerada
de especies;
(3) disminución de la capa de ozono estratosférico que nos protege
de los rayos solares letales;
(4) creciente acidificación de los océanos;
(5)
desarreglos en los flujos biogeoquímicos (ciclos del fósforo e del nitrógeno,
fundamentales para la vida);
(6) cambios en el uso de los suelos como la
deforestación y la desertificación crecientes;
(7) escasez amenazadora de agua
dulce;
(8) concentración de aerosoles en la atmósfera (partículas microscópicas
que afectan al clima y a los seres vivos);
(9) introducción de agentes químicos
sintéticos, de materiales radioactivos y nanomateriales que amenazan la vida.
De
estas nueve dimensiones, las cuatro primeras ya han sobrepasado sus límites y
las demás se encuentran en un elevado grado de degeneración. Esta sistemática
guerra contra Gaia puede llevarla al colapso como ocurre con las personas.
Y
a pesar de este escenario dramático, miro a mi alrededor y veo, extasiado, el
bosque lleno de cuaresmeiras, árboles de la cuaresma violetas, casias
amarillas, y en la esquina de mi casa amaryllis belladonnas en flor,
tucanes posados en los árboles frente a mi ventana, y araras que hacen nidos
debajo del tejado.
Entonces
me doy cuenta de que la Tierra es realmente madre generosa: a nuestras
agresiones, aun nos sonríe con flora y fauna. Y nos infunde la esperanza de que
no es el apocalipsis sino un nuevo génesis lo que está en camino. La Tierra
todavía va a sobrevivir. Como aseguran las Escrituras judeocristianas: “Dios es
el soberano amante de la vida” (Sab 11,26). Y no permitirá que la vida que
penosamente superó el caos, vaya a desaparecer.
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