El bien común fue enviado al limbo
Leonardo Boff
Las actuales discusiones
políticas en Brasil en medio de una amenazadora crisis hídrica y energética se
pierden en los intereses particulares de cada partido. Hay un intento
articulado por los grupos dominantes, detrás de los cuales se esconden grandes
corporaciones nacionales y multinacionales, los medios corporativos y,
seguramente, la actuación de los servicios de seguridad del imperio
norteamericano, de desestabilizar el nuevo gobierno de Dilma Rousseff. No se
trata solamente de una crítica feroz a las políticas oficiales, hay en acción
algo más profundo: el deseo de desmontar y, si es posible, liquidar el PT que
representa los intereses de las poblaciones que históricamente siempre han sido
marginalizadas. A las élites conservadoras les cuesta mucho aceptar el nuevo
sujeto histórico –el pueblo organizado y su expresión partidaria– pues se
sienten amenazadas en sus privilegios. Como son claramente egoístas y nunca han
pensado en el bien común, se empeñan en sacar de la escena a esa fuerza social
y política que podrá cambiar irreversiblemente el destino de Brasil.
Estamos
olvidando que la esencia de la política es la búsqueda común del bien común.
Uno de los efectos más avasalladores del capitalismo globalizado y de su
ideología, el neoliberalismo, es la demolición de la noción de bien común o de
bienestar social. Sabemos que las sociedades civilizadas se construyen sobre
tres pilares fundamentales: la participación (ciudadanía), la cooperación
societaria y el respeto a los derechos humanos. Juntas crean el bien común.
Pero el bien común ha sido enviado al limbo de la preocupación política. En su
lugar, han entrado las nociones de rentabilidad, flexibilización, adaptación y
competitividad. La libertad del ciudadano es sustituida por la libertad de las
fuerzas del mercado, el bien común por el bien particular, y la cooperación por
la competición.
La
participación, la cooperación y los derechos aseguraban la existencia de cada
persona con dignidad. Negados esos valores, la existencia de cada uno no está
ya socialmente garantizada ni sus derechos asegurados. Como consecuencia, cada
uno se siente impelido a garantizar lo suyo: su empleo, su salario, su auto, su
familia. Impera el individualismo, el mayor enemigo de la convivencia social.
Nadie es animado, por tanto, a construir algo en común. La única cosa en común
que queda es la guerra de todos contra todos con vistas a la supervivencia
individual.
En
este contexto, ¿quién va a implementar el bien común del del planeta Tierra? En
un reciente artículo de la revista Science (15/01/2015) 18 científicos
enumeran los nueve límites planetarios (Planetary Bounderies), cuatro de
los cuales ya ha sido sobrepasados (clima, integridad de la biosfera, uso del
suelo, flujos biogeoquímicos (fósforo y nitrógeno). Los otros están en avanzado
grado de erosión. Sobrepasar solo esos cuatro puede hacer a la Tierra menos
hospitalaria para millones de personas y para la biodiversidad. ¿Qué organismo
mundial se está enfrentando a esta situación que destruye el bien común
planetario?
¿Quién
cuidará del interés general de más de siete mil millones de personas? El
neoliberalismo es sordo, ciego y mudo a esta cuestión fundamental como lo viene
repitiendo como un ritornello el Papa Francisco. Sería contradictorio
suscitar el tema del bien común, pues el neoliberalismo defiende concepciones
políticas y sociales directamente opuestas al bien común. Su propósito básico
es: el mercado tiene que ganar y la sociedad debe perder, pues es el mercado
quien va a regular y resolver todo. Siendo así, ¿por qué vamos a construir
cosas en común? Se ha deslegitimado el bienestar social.
Ocurre,
sin embargo, que el creciente empobrecimiento mundial resulta de las lógicas
excluyentes y predadoras de la actual globalización competitiva,
liberalizadora, desreguladora y privatizadora. Cuanto más se privatiza más se
legitima el interés particular en detrimento del interés general. Como ha
mostrado Thomas Piketty en su libro, El Capitalismo en el siglo XXI, cuanto más
se privatiza, más crecen las desigualdades. Es el triunfo del killer
capitalism. ¿Cuánto de perversidad social y de barbarie aguanta el
espíritu? Grecia ha evidenciado que no aguanta más. Se niega a aceptar el diktat
de los mercados, en su caso hegemonizados por la Alemania de Merkel y por la
Francia de Hollande.
Resumiendo:
¿qué es el bien común? En el plano infra-estructural es el acceso justo de
todos a la alimentación, la salud, la vivienda, la energía, la seguridad y la
cultura. En el plano humanístico es el reconocimiento, el respeto y la
convivencia pacífica. Por haber sido desmantelado por la globalización
competitiva, el bien común deber ser ahora reconstruido. Para eso, es
importante dar supremacía a la cooperación y no a la competición. Sin ese
cambio, difícilmente se mantendrá la comunidad humana unida y con un buen
futuro.
Ahora
bien, esa reconstrucción constituye el núcleo del proyecto político del PT y de
sus afines ideológicos. Entró por la puerta correcta: Fome Zero (Hambre
Cero) transformada después en varias políticas públicas de cuño popular.
Intentó poner un fundamento seguro: el nuevo pacto social a partir de los
valores de la cooperación y la buena voluntad de todos. Pero el efecto ha sido
débil, dada nuestra tradición individualista y patrimonialista. Pero en el
fondo permanece esta convicción humanística de base: no hay futuro a largo
plazo para una sociedad fundada sobre la falta de justicia, de igualdad, de
fraternidad, de respeto a los derechos básicos, de cuidado de los bienes
naturales y de cooperación. Ella niega el anhelo más originario del ser humano
desde que apareció en la evolución, hace millones de años. Lo queramos o no,
incluso admitiendo errores y corrupción, lo mejor del PT articuló y articula
ese anhelo ancestral. Por eso puede recuperarse y renovar y alimentar su fuerza
de convocatoria. Si no es el PT serán otros actores en otros tiempos los que lo
harán.
La
cooperación se refuerza con cooperación que debemos ofrecer incondicionalmente.
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