RECUPERAR LA NAVIDAD
JOSEP
CORNELLÀ,
GIRONA.
Dicen que, hace
muchos años, los hombres se asustaron cuando tomaron conciencia de que los días
se acortaban y el sol duraba menos horas en el cielo. Dicen que los hombres
creyeron que era un presagio de que el mundo acabaría. Y tenían miedo. Y
entonces intentaron modificar sus vidas. Compraban mucho, comían mucho, e
iluminaban las calles. Ya que los árboles perdían la hoja, ponían guirnaldas de
pino y de abeto para dar la impresión de que la vida seguía a pesar del crudo
invierno. Y con estos engaños pretendían detener el tiempo. Pero el tiempo no
se detenía. Y, de repente, el sol volvía a alzarse sobre el horizonte. Y hacían
una fiesta. Pero al cabo del año, se repetía el mismo ciclo. Y la luminosidad
del sol que renacía no era capaz de desvanecer aquellos sentimientos de miedo.
Hace
poco más de dos mil años, dicen, sucedió un hecho excepcional en la actual
Palestina. Con un niño, dicen, había nacido una esperanza. Y dicen que, por
unas horas, en aquel lugar, los hombres proclamaban la Paz y hacían propósitos
de vivir con sencillez. Pero duró poco. Los cánticos de alegría de esa noche se
desvanecieron. Aquel niño creció y, dicen, sus palabras no fueron del agrado de
los que tenían la sartén por el mango. Y acabó mal. Y, a pesar del esfuerzo y
la perseverancia de algunos de sus seguidores, su memoria quedó encorsetada en
unos ritos y en unas costumbres que no evolucionaban con el paso de los años.
Pero,
dicen que, poco a poco, después de una grave crisis, los hombres volvieron a
mirar hacia su interior. Y vieron como la racionalidad excesiva y el consumismo
exacerbado generaba una saturación existencial y un sentimiento de profunda
decepción. Descubrieron que la felicidad no estaba en la materialidad de las
cosas, sino en las dimensiones relacionadas con el corazón, con los afectos, y
con las relaciones de amor, de solidaridad y de compasión. Y, dicen que, poco a
poco, los hombres descubrieron, en su profundo interior, una dimensión
espiritual que no habían osado desarrollar. Y, con la dimensión espiritual,
fueron capaces de celebrar la Navidad. Y recuperaron de nuevo el mensaje de
aquella noche en que, hacía dos mil años, había nacido el niño. Aquel mensaje
que decía "No temáis, os anuncio una gran alegría, os ha nacido un
Salvador, que veréis en un pobre pesebre, y envuelto en pañales”.
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