Hay varios análisis posibles de esta tristísima situación que nos ha afectado a todos en Córdoba. El análisis político, el análisis social; las causas inmediatas y mediatas; las responsabilidades de los gobiernos y de los actores involucrados. Son análisis que hay que hacer.
Sin embargo me preocupa profundamente el día después. Esto va a dejar heridas muy profundas. Hay que ser muy miope para pensar que la resolución del conflicto salarial de los policías es la solución del problema. Aquí se han generado heridas sociales muy profundas que van a llevar tiempo cicatrizar.
Hay que aprender de esto… Como sociedad hemos perdido mucho en estos días. Hay mucho dolor y mucha bronca a flor de piel. Por eso mismo debemos parar un poco la pelota y reflexionar. Hay que evitar hacer lecturas cortoplacistas y lineales. No debemos dejarnos guiar por el enojo y la decepción.
Si hay algo penoso en todo este conflicto es que cada uno de los actores involucrados ha atendido a sus propios intereses en claro desmedro de los intereses de los ciudadanos. Los gobiernos -nacional y provincial- que debían cuidar de la ciudadanía, han hecho todo lo posible por echarse culpas y eludir responsabilidades. Mientras la gente indefensa hacía lo que podía para sobreponerse a su miedo y su angustia. Muy penoso. Y los policías que debían velar por la seguridad de todos, han estado pensando sólo en lo suyo y han puesto sus intereses sectoriales y sus legítimos reclamos por encima del bien público (¿no había alternativas a la paralización total de un servicio público fundamental?).
Está claro que pensando cómo salvar la cara cada uno por su lado, no vamos a salir adelante y podemos llegar a repetir errores serios. En este día tan triste los únicos que han ganado son los delincuentes y lo han hecho a costa de todos y por las omisiones y mezquindades de muchos.
Hay, también, conclusiones que sacar como sociedad, a nivel de respeto por los demás y hay que reflexionar acerca de la necesidad de cuidarnos unos a otros; reconsiderar el lugar que ocupan los reclamos sectoriales en función del bien común (no podemos seguir aceptando que es lo normal que ocurran hechos de violencia y no pasa nada); debemos reflexionar también sobre la responsabilidad por lo de todos, sobre el valor de cumplir y hacer cumplir la ley, y sobre la necesidad de no dejarnos llevar por nuestras broncas y prejuicios. La noche vio pasearse nuestros propios demonios asolando nuestras calles. Y sería un error, el día después, ceder a la tentación del odio social, la venganza o el rencor. Nada bueno surge de eso. Porque como sociedad hemos perdido mucho en este día aciago, pero hay quienes pueden perder mucho más en adelante. Y hay que ser lúcidos para no ser injustos. Y debemos exigir, sí, a quienes deben cuidar de todos que lo hagan y como ciudadanos, empezar a cuidar mejor unos de otros. Empezando por cuidar de los más débiles de la sociedad.
El día después es también el día en el que se hacen balances para aprender. Y el primer aprendizaje sería convencernos todos, de que debemos poner por delante el bien de común por encima de los intereses sectoriales.
Pero hay más que aprender. Si actores sociales y ciudadanos no aprendemos de esta triste jornada, habremos sufrido en vano. Rafael Velasco, sj Rector UCC
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