martes, 3 de diciembre de 2013

“¡Más madera!”
José Ignacio González faus




“Es la crisis: ¡más madera humana!”, dirían hoy los hermanos Marx. Y si no veamos un momento. El último informe de Intermon-Oxfam del que apenas hablaron los medios, decía que, de seguir las cosas así, costará 25 años recuperar los niveles de bienestar anteriores a la crisis y que dentro de diez años España tendrá un 40% de pobreza porque “las políticas de austeridad y el control férreo del déficit no han conseguido nunca la recuperación de la economía o el retorno a una senda de bienestar”.

Lo único sorprendente en aquel texto era la condicional “de seguir las cosas así”. Pues ya va siendo evidente que no se trata de probar si unos remedios funcionan, sino de seguir en la senda por la que querían que fuésemos: provocar el shock (o aprovecharlo) para amputar partes del organismo social que nunca podrán recuperarse. Por eso, cada vez que los mandamases alaban la buena conducta del gobierno, añaden que hemos de seguir haciendo “reformas” (= robos a los débiles) porque si no, lo hecho servirá para poco.

¿Por qué? La existencia de un estado de bienestar (estado social o como queramos llamarlo) es incompatible con la existencia de grandes fortunas, en un país o en el mundo en general. Y nosotros hemos elegido lo segundo. Buen ejemplo es el desmonte tácito de un país tan rico como Alemania, alabado además por todos los medios del sistema. En los últimos años ha desaparecido la cogestión que era uno de los grandes valores del sistema alemán y hacía innecesario un salario mínimo por la presencia de sindicatos obreros en la gestión de las empresas (sólo tras las pasadas elecciones, la necesidad de pactar con SPD ha obligado a aceptar el salario mínimo). 

Evaporada la cogestión, vinieron las deslocalizaciones que provocaron un enorme descenso de salarios: porque si un puesto de trabajo costaba en Alemania 25 €, en Polonia costaba 7 y en Túnez sólo 2. Así hemos llegado al dato escalofriante de que Alemania (el país más rico de la UE), es un país sin salario mínimo legal, y el tercero por las diferencias entre ricos y pobres, detrás de Bulgaria y Rumanía. 

El mensaje no puede ser más claro: si Ud. quiere ser un país “rico” ya sabe el camino: llénese de pobres. Pobres cada vez más resignados y amordazados porque la única alternativa que tienen a su pobreza es la miseria. Y prefieren rezar como aquel del chiste: “Virgencita mía, que me quede como estaba”.

La meta final, a la que no sé si llegaremos, pero hacia la que debemos caminar, la ofrece uno de los episodios más vergonzosos, y más olvidados, de nuestra historia reciente, donde se cruzaron todas las líneas rojas sin que se levantara ninguna voz pseudoética para decir que aquellas atrocidades no podían quedar impunes: el pasado 24 de abril explotó en Daca (Bangladesh) una fábrica textil en un edificio de 7 alturas de mala calidad, que emergía en unos terrenos pantanosos. No fue el único. Bangladesh tiene más de 4000 fábricas que componen ropa para Disney, Walmart, Tesco, Marks & Spencer, Carrefour, El Corte Inglés y otros de esos nombres tan queridos para nosotros. Pero en los anteriores incendios los muertos no pasaron de ocho o diez. Otro con 112 cadáveres en noviembre, tampoco sirvió como aviso. Esta vez fueron 1139 muertos, 1500 heridos y más de 3000 desaparecidos. 

Por 30 € al mes durante diez horas al día y seis días a la semana, mujeres jóvenes confeccionaban ropa para las marcas citadas. A más de 30 grados, con humedad del 90% y sin unos miserables ventiladores: porque los costes laborales han de ser mínimos, y “si hemos de preocuparnos de condiciones higiénicas y humanas, para eso no venimos aquí; que no crea Ud que trasladarnos de Barcelona a Bangladesh nos sale gratis”. De hecho la facturación textil pasó de 5000 a 20,000 millones de dólares en sólo doce años. El FMI y Goldman Sachs (¿les suena este nombre?) profetizaron que Bangladesh estaría pronto entre los “países emergentes”. Varios diputados del Parlamento de Bangladesh son dueños de una fábrica textil.

En la fábrica incendiada los materiales altamente inflamables estaban almacenados al lado de la escalera de entrada, desafiando normas elementales de seguridad. Las salidas de emergencia cerradas con llave para evitar robos de mercancía. Los contratos de trabajo eran en su mayoría orales, de modo que no hay mucho que reclamar. Cuando sonó la primera alarma el capataz obligó a las muchachas a seguir trabajando, diciéndoles que era sólo un ejercicio táctico. Hasta ahora no ha habido imputados: el tiempo cura muchas cosas él solo, como muy bien sabe Rajoy.

Y algo de eso es lo que nos espera de seguir así las cosas. Los gobiernos podrán presentar cifras espectaculares de crecimiento económico, aunque sin decirnos que el crecimiento en dólares es directamente proporcional al crecimiento en muertos. Total ¿qué son cien o doscientos cadáveres, si en el mundo hay más de siete mil millones de seres humanos y además nos hemos de morir de todas maneras?

No digamos pues que “de seguir así las cosas”… Es que las cosas han de seguir así. “Es la guerra. ¡Más madera humana!”.

(N.B. Los datos del artículo están tomados de El País domingo (16.06.13) y de Le Monde diplomatique, (junio 2013).

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