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Adviento (A) Mateo 11, 2-11
CURAR
HERIDAS
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
La actuación de Jesús dejó desconcertado al Bautista. Él esperaba un Mesías que
extirparía del mundo el pecado imponiendo el juicio riguroso de Dios, no un
Mesías dedicado a curar heridas y aliviar sufrimientos. Desde la prisión de
Maqueronte envía un mensaje a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que
esperar a otro?”.
Jesús
le responde con su vida de profeta curador: “Decidle a Juan lo que estáis
viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan
limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia
la Buena Noticia”. Este es el verdadero Mesías: el que viene a aliviar el
sufrimiento, curar la vida y abrir un horizonte de esperanza a los pobres.
Jesús
se siente enviado por un Padre misericordioso que quiere para todos un mundo
más digno y dichoso. Por eso, se entrega a curar heridas, sanar dolencias y
liberar la vida. Y por eso pide a todos: “Sed compasivos como vuestro Padre es
compasivo”.
Jesús
no se siente enviado por un Juez riguroso para juzgar a los pecadores y
condenar al mundo. Por eso, no atemoriza a nadie con gestos justicieros, sino
que ofrece a pecadores y prostitutas su amistad y su perdón. Y por eso pide a
todos: “No juzguéis y no seréis juzgados”.
Jesús
no cura nunca de manera arbitraria o por puro sensacionalismo. Cura movido por
la compasión, buscando restaurar la vida de esas gentes enfermas, abatidas y
rotas. Son las primeras que han de experimentar que Dios es amigo de una vida
digna y sana.
Jesús
no insistió nunca en el carácter prodigioso de sus curaciones ni pensó en ellas
como receta fácil para suprimir el sufrimiento en el mundo. Presentó su
actividad curadora como signo para mostrar a sus seguidores en qué dirección
hemos de actuar para abrir caminos a ese proyecto humanizador del Padre que él
llamaba “reino de Dios”.
El
Papa Francisco afirma que “curar heridas” es una tarea urgente: “Veo con
claridad que lo que la Iglesia necesita hoy es una capacidad de curar heridas y
dar calor, cercanía y proximidad a los corazones... Esto es lo primero: curar
heridas, curar heridas”. Habla luego de “hacernos cargo de las personas,
acompañándolas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela”. Habla
también de “caminar con las personas en la noche, saber dialogar e incluso
descender a su noche y oscuridad sin perderse”.
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