Verdad, Justicia y Reparación
Adolfo Pérez Esquivel
- Premio Nobel da Paz -
Presidente del Servicio Paz y Justicia Argentina
La nominación del Papa Francisco, hasta entonces Cardenal Jorge Bergoglio, desató sorpresa en el mundo y nuestro país, como es esperable surgieron también diferentes interpretaciones sobre los alcances de esta designación. Al menos de mi parte quisiera compartir algunas reflexiones, dado que por diferentes medios se cuestionaron opiniones personales pasadas y presentes sobre el rol de la Iglesia durante la dictadura y en particular sobre el nuevo Papa.
Nunca creí que la historia esté predeterminada, contingencias, escenarios inesperados, no me parece que puedan determinarse a priori los comportamientos y resultados de las acciones que pueda tomar la Iglesia, siempre habrá incertidumbres y certezas en las opciones que se tomen en un momento histórico. Y en ese caminar podremos tener aciertos y también cometer errores. Nadie al respecto es infalible, ni siquiera el Papa. El desafío está en tratar de interpretar un proceso y evaluar las diversas oportunidades y riesgos que pueda presentar.
¿Cuál era la situación de la Iglesia previo a la abdicación del Papa Benedicto VI? En las últimas décadas los principales conductores de la Iglesia, habían desandado el camino iniciado en el Vaticano II, y desactivado cuando no perseguido las opciones que consideraban la historia de la liberación de los pueblos como parte de la historia de la salvación, surgidas desde Latinoamérica a partir de Medellín, Puebla y varios Sínodos. La opción por los pobres dejó de ser un eje central para muchas jerarquías y se transmutó en el impulso a movimientos laicales conservadores en muchos casos vinculados a poderes económicos, los teólogos de la liberación y otros posconciliares fueron raleados cuando no puestos en el banquillo de los acusados, mientras la institución trataba de que vuelvan al redil los lefevristas que procuraban el retorno al concilio, pero de Trento. En una Iglesia cuyo viraje conservador iniciado con Juan Pablo II y consolidado con Benedicto XVI, ya había cambiado el perfil de episcopados completos, desplazando a obispos progresistas por otros ultraconservadores, y que además evidenciaba una fuerte crisis de credibilidad frente al manejo poco transparente de los fondos vaticanos y por las denuncias de abusos y encubrimientos de sacerdotes acusados de aberrantes actos de pedofilia, la elección del nuevo pontífice se esperaba dentro de la continuidad de opciones ultramontanas y en particular italianas.
En ese contexto, la designación del Cardenal Bergoglio, surgió como una novedad, por primera vez la Iglesia salía del euro-centrismo y abría su visión hacia Latinoamérica y otros continentes.
Los primeros gestos y actitudes del nuevo Papa, así como la adopción del nombre del Santo de Asís, Francisco, que constituye por su alto simbolismo una opción por los pobres y un programa de acción, demarcaron un espacio diferente al previsible inicialmente. Sólo el tiempo dirá cuanto podrá cambiar Francisco, las herencias negativas que afectan el Vaticano y la Iglesia en general. ¿Podrá la Iglesia empezar a recuperar de la senda del Concilio Vaticano II, adecuarlo a los tiempos actuales y tratar de animar y alumbrar desde la fe alternativas de justicia social para los pueblos?
Si bien el ex Cardenal Bergoglio, puede inscribirse como parte de una expresión conservadora de la Iglesia en lo doctrinario, en estos últimos años empezamos a conocer otros aspectos de su accionar como pastor que señalaron un perfil de compromiso con los necesitados, donde ha desarrollado un trabajo pastoral en favor de los pobres y excluidos del sistema, no sólo con la pastoral de villas, sino también en el apoyo de organizaciones que trabajaron contra la trata de personas y el trabajo esclavo, el apoyo a empresas recuperadas por sus trabajadores, y la solidaridad con los que sufren, como se expresó con los familiares de Cromagnon y de Once. Lineamientos de trabajo que seguramente tendrán su continuidad y se ampliaran ahora en una escala mundial.
Hoy en la Iglesia universal empezó a cambiar la agenda, el anhelo de una Iglesia pobre, el compromiso con los más pobres, no es un dato menor.
Ya comenté en diversas oportunidades que gran parte la jerarquía de la Iglesia Argentina fue cómplice de la dictadura o bien por omisión no estuvo a la altura de las circunstancias. Ciertamente no se puede generalizar y meter en la misma bolsa a todos, hubo obispos que evidentemente fueron cómplices y justificaron hasta las torturas, son conocidos y fueron denunciados. Otros tuvieron posiciones tibias, aunque trataron de ayudar en lo que podían, reclamando a la junta militar por los desaparecidos y presos e hicieron gestiones privadas para salvar gente. Qué decir de obispos como Justo Oscar Laguna y Jorge Casaretto, en ese entonces Obispo de Reconquista Santa Fe, que visitaba en la U9- a sacerdotes de su diócesis presos y que pidió verme en la prisión. Monseñor Laguna después de fuerte discusión con los militares, pudo verme en la Superintendencia de Seguridad Federal, en el mes de abril de 1977. El entonces Provincial de la Compañía de Jesús, el Padre Jorge Bergoglio también ayudó a perseguidos y realizó gestiones, para lograr la liberación de sacerdotes de su orden que habían sido secuestrados detenidos y desaparecidos. Sin embargo, como comenté en una nota anterior, no acompañó por entonces la lucha en defensa de los derechos humanos contra la dictadura militar. Solo algunos Obispos participaron y sumaron su esfuerzo en la defensa de los derechos humanos, como Jaime de Nevares, Miguel Hesayne, Jorge Novak, Antonio Devoto, Vicente Zaspe, compañero de detención en Ecuador, donde fuimos presos con 17 obispos latinoamericanos en Riobamba.
En su conjunto el Episcopado Argentino, pese a la renovación de sus integrantes, tiene todavía una asignatura pendiente en materia de esclarecer la verdad y favorecer la justicia, que debiera reconocer y contribuir a reparar.
El encuentro de la presidenta Cristina Fernández de Kichner con el Papa, resulta significativo porque alejó las tensiones que pudieron mantener en el pasado, y abren ahora un desafío no sólo para Argentina, sino para todos los gobiernos de América Latina en construir la Patria Grande. Ahora contarán con un Papa latinoamericano, que puede alentar los avances por una mejor redistribución de la riqueza y que los empobrecidos logren conquistar mayores y mejores derechos para dejar de ser pobres.
En el encuentro con el Papa Francisco hablamos sobre los derechos humanos y dijo lo que encabeza esta nota, que hay que seguir trabajando por la Verdad, Justicia y Reparación del daño hecho por las dictaduras, que demarca un gesto frente a quienes añoran impunidades pasadas. Esperamos que ese mensaje pueda traducirse en acciones de parte de la Iglesia para que aporte a esos anhelos de nuestro pueblo. Hablamos también de que la Iglesia reconozca el martirologio latinoamericano de religiosos y laicos, que por su fe dieron la vida por sus pueblos. Comentamos el caso de Mons. Romero en El Salvador y en Argentina el caso del padre Murias, son procesos en curso que probablemente tengan una resolución temprana.
Me manifestó su preocupación por los pobres y del compromiso para reducir el flagelo de la pobreza, enfatizó su compromiso con el ecumenismo, en condiciones de igualdad entre credos, los problemas de la Madre Naturaleza.
Le dije que asumir el nombre de Francisco era todo un desafío y programa de vida. Y sus gestos concretos, como dar misa en una cárcel de jóvenes, vivir en una habitación austera y cambiar su imperial trono papal por un sillón común al pie del piso, no dejan de sorprender, interpelar e incomodar a más de uno en el Vaticano.
Los desafíos que le esperan son muchos, no sé si el Espíritu Santo habrá acertado o no, pero ojalá que Francisco pueda, al igual que el Papa Juan XXIII, abrir las puertas y ventanas, para sacudir las telarañas de siglos, y entre la luz.
Buenos Aires, 28 de marzo de 2013.
Adolfo Pérez Esquivel
Premio Nobel de la Paz.
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