De la dictadura al ocaso de las rúbricas
José Manuel Bernal
He seguido con interés las celebraciones del papa Francisco durante la semana santa. Las cosas tienen hoy un color nuevo, rejuvenecido, más cálido, más entrañable. Es cierto que el papa Francisco no es ampuloso en sus gestos, ni propenso a escenificar sus saludos y bendiciones; por el contrario, huye de los comportamientos estereotipados y convencionales. Por supuesto, no es esclavo de las rúbricas. Él se siente por encima de las rúbricas.
Algunos piden que el papa sea ejemplar, modélico. Y lo está siendo. Está marcando una nueva línea, unas nuevas actitudes en las celebraciones litúrgicas. Los liturgos no deben ser esclavos de las rúbricas; más bien deben aplicarlas con inteligencia y con buen criterio. Ésa es la línea del Vaticano II, y así se refleja en el nuevo misal. Hay que huir de los encorsetamientos y del servilismo a las rúbricas. Durante las celebraciones los liturgos deben comportarse con sencillez, con humildad, sin empaque, sin actitudes ampulosas y artificiales. La sacralidad que debe impregnar los gestos litúrgicos nunca deberá romper ni la sencillez, ni la llaneza, ni siquiera la espontaneidad de algunos comportamientos. La sacralidad inunda de sentido religioso y de profundidad los gestos de los liturgos. Ese es el secreto. El liturgo nunca deberá aparecer como un autómata sagrado.
Reprueban algunos al papa que haya lavado los pies, el día de jueves santo, a dos mujeres. Peor todavía: una de las dos mujeres era musulmana. Lo que a ellos les parece un escándalo yo lo considero un gran paso, una gran decisión, un acto emblemático del papa, que ha de marcar horizontes nuevos. Primero, por haber incorporado a las mujeres a este acto tan sencillo y ejemplar realizado por Jesús en la cena. Porque no fue sólo un acto de humildad (que lo fue); hay que verlo como un gesto sacramental, equivalente a la eucaristía, expresión de amor, de entrega y de servicio. Esa es la línea sugerida por el evangelista Juan y así es interpretado este gesto por los especialistas.
Además, una de las dos mujeres a las que el papa lavó los pies era musulmana. Esta actitud del papa Francisco lavando los pies a una muchacha musulmana está cargada de un impresionante espíritu misionero y transmite una gran inquietud ecuménica. Una vez más los gestos se apoderan de las palabras. Una vez más, también, la dictadura de las rúbricas sucumbe ante la fuerza impetuosa del evangelio. Lo repito: el papa Francisco está abriendo nuevos horizontes para la liturgia. Dicho de otro modo; el papa está recuperando la frescura que inauguró en la Iglesia la reforma litúrgica conciliar.
Yo no soy contrario a las rúbricas porque reconozco que estas son necesarias. Pero aborrezco la idolatría de las rubricas. Todos los expertos saben que primero fue el acto celebrativo y luego vinieron las normas; no al revés. Las primeras normas fueron solo un recordatorio, un memorándum para los maestros de ceremonias. Así aparecen en los llamados Ordines Romani. Posteriormente esos recordatorios fueron transformándose y se convirtieron en guías y normas para la celebración. Así surgieron las rúbricas. Solo en el último estadio de su evolución se convirtieron en leyes. En conclusión: primero fue la vida, luego vinieron las rúbricas.
Alguno de los críticos del comportamiento litúrgico del papa están hablando de “caos litúrgico” y de “problema teológico”. Yo no veo ni una cosa ni otra. El “caos” lo perciben solo quienes están acostumbrados a valorar las celebraciones litúrgicas en la medida en que estas reproducen con exactitud milimétrica las normas establecidas en las rubricas. En cambio yo valoro una celebración cuando quien preside es capaz de trasmitir un fuerte impulso de fe, cuando la asamblea conecta con la celebración. cuando entiende el mensaje de los símbolos y cuando es capaz de adentrarse en la hondura del misterio. Todo esto acaece por encima y más allá de las rubricas.
Luego se habla de un problema teológico. Por lo visto la incorporación de una mujer musulmana a la celebración ha desencadenado un grave problema teológico. Porque solo tienen cabida en una celebración litúrgica los creyentes en Cristo. Solo estos forman parte de la gran fraternidad cristiana; los musulmanes no. Esta forma de pensar –lo digo con tristeza- me produce nauseas. Habrá que repetir una vez más que laa eucaristía no es solo expresión de fraternidad; también es fuente, impulso, punto de partida. La eucaristía crea comunión, fraternidad. La eucaristía celebra la gran utopía del reino, la gran reunión de los dispersos, el gran banquete escatológico de la abundancia. Esa es la meta; hacia ella caminamos; por ella luchamos.
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