CONSTRUIR UN FUTURO NUEVO
Comunicado de la HOAC y JOC ante el 1º
de Mayo
HERMANDAD
OBRERA DE ACCIÓN CATÓLICA y JOVENTUD OBRERA CRISTIANA, difusion@hoac.es
MADRID.
El
1º de mayo ha sido históricamente un símbolo de la lucha del movimiento obrero
por afirmar la dignidad de la persona en el trabajo. Las reivindicaciones del
1º de mayo se plantean en España, en un escenario con datos tan sangrantes como
una cifra que supera los 6 millones de personas desempleadas, y una tasa de
paro que entre los jóvenes se sitúa en torno al 55%. Más de 1,8 millones de
hogares tienen a todos sus miembros en paro, la edad de jubilación se ha
prolongado más allá de los 65 años, se está produciendo una media de 115
desahucios al día, personas jubiladas estafadas por las preferentes…
Este
1º de mayo está muy marcado por la última Reforma laboral aprobada en febrero
de 2012. La mercantilización del trabajo y las políticas que se vienen
practicando, están quebrando el Estado de Bienestar, devaluando el Sector
Público y recortando en servicios y prestaciones Están profundizando la
desigualdad estructural que sufre el mundo obrero y del trabajo, continúan
debilitando las relaciones laborales sin garantizar la seguridad de una vida
digna para las personas, y están aumentando la vulnerabilidad que sufren las
mujeres y los hombres del trabajo, especialmente sus sectores más débiles.
Estas
duras realidades están ocasionando terribles costes humanos: Miles de familias
que viven con ansiedad e incertidumbre, afectadas en sus relaciones por
situaciones de tensión, angustia, estrés, depresión.
Una
juventud que se siente sin futuro, y que está emigrando fuera del país afectada
por el desempleo de larga duración y por la incapacidad de lograr independencia
económica debido a la inestabilidad laboral y los bajos salarios. Familias a
las que les son arrebatadas sus viviendas porque ya no pueden pagar las
hipotecas. Trabajadores de otros lugares que deben volver a sus países de
origen por falta de salidas laborales y perspectiva de futuro…
Así
lo constatamos desde las situaciones vitales de precariedad de nuestros
militantes y las personas con las que entramos en contacto a través de nuestro
trabajo y compromisos.
Cada
día es más evidente que todo esto que nos está sucediendo es algo mucho más
profundo que una crisis económica. Es todo el entramado institucional el que ha
perdido toda credibilidad. Todo ha quedado como barrido por un tsunami de
inmoralidad, por una profunda quiebra moral y ética, a la que no se ha prestado
mucha atención hasta que mayoritariamente nos ha tocado el bolsillo, lo que es
significativo para evaluar el problema que tenemos.
Nos
enfrentamos a una crisis de humanidad, que afecta a la persona y a las
relaciones sociales e institucionales, y que se materializa en las respuestas
mercantilistas y no humanas que estamos dando a los grandes problemas que
tenemos.
La
sola recuperación de la economía no será suficiente para hacer efectivo el
derecho al trabajo; más bien, lo que se está produciendo es una recuperación
económica contra el trabajo, un empobrecimiento de la sociedad, el desarrollo
de procesos de bajo costo en las relaciones de producción y consumo. El trabajo
como derecho, en los términos y formas en que lo hemos conocido, no volverá,
aun en el caso de que se produzca una recuperación económica.
Ya
Juan Pablo II nos advertía en “Laborem Exercens” de la necesidad de la defensa
de la dignidad del trabajo y su centralidad. Hoy este mensaje tiene una
vigencia plena: “El trabajo humano es una clave, quizá la clave esencial, de
toda la cuestión social”. “Los pobres (…) aparecen en muchos casos como
resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano: bien sea porque se
limitan las posibilidades del trabajo –es decir por la plaga del desempleo–,
bien porque se desprecia el trabajo y los derechos que fluyen del mismo».
Se
ha construido la economía de espaldas al trabajo y a las necesidades de las
personas. Con los actuales niveles de desempleo, las personas nos vemos
presionadas a trabajar bajo condiciones precarias, inseguras y con salarios
indecentes. Y de la precariedad a la exclusión hay un margen muy pequeño.
Como
movimientos cristianos en el mundo obrero y del trabajo, consideramos que a
pesar de la situación caótica en la que nos encontramos, también se desarrolla
el Plan de Dios. El Reino de Dios ya está en nosotros y entre nosotros: tenemos
que vivir el Reino. O dicho de otro modo: para salir de la crisis en que nos
encontramos, el camino consiste en vivir como ciudadanos del Reino de Dios.
Esto
conlleva establecer relaciones de Comunión guiadas por la vivencia del
Mandamiento Nuevo: un amor al prójimo que se fundamenta en el Amor de Dios
(podemos amar porque Él nos amó primero). Vivir la comunión es la expresión del
Reino de Dios en nuestras actividades cotidianas: Empresas, familias, Bancos,
políticos y políticas, sindicatos, iniciativas de todo tipo…, que busquen
comunión y que la construyan.
La
comunión nos exige una transformación radical de nuestros modos de sentir,
pensar y actuar. Esto es lo que necesi-tamos personalmente, como movimientos,
en nuestra Iglesia y en nuestra sociedad.
Y
para construir una sociedad humana es ineludible luchar por el derecho al
trabajo y un trabajo decente, tal y como lo ha definido Benedicto XVI en
Caritas in veritate.
La crisis nos llama no a salir de ella para volver
a lo que teníamos, sino a construir un futuro nuevo, un mundo más justo y
fraterno, un mundo que nos permita vivir como ciudadanos y ciudadanas del Reino
de Dios.
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