Martín Gelabert Ballester, OP De tal Revelación,
tal fe y tal catequesis
La fe es la respuesta del ser humano a la Revelación. Así, pues, según cuál sea el concepto de Revelación, así será la idea que uno se hace de la fe. Podríamos remontarnos más arriba y notar que la Revelación depende de la idea de Dios. A tal Dios, tal Revelación, y a tal Revelación, tal fe. El Islam, por ejemplo, considera a Dios como Señor. Si el Señor quiere manifestar sus designios, lo hace por propia iniciativa y sin tener en cuenta la opinión o deseos de sus súbditos. La Revelación es un monólogo de Dios que manifiesta su voluntad al ser humano. La fe entonces es obediencia a tal Señor. Lo característico de la Revelación cristiana es que Dios se da a conocer en el diálogo que desea tener con nosotros. Una revelación que toma la forma de diálogo supone un Dios que desea establecer relaciones amistosas con el ser humano y, por tanto, un Dios que tiene en cuenta las características, inquietudes, deseos y necesidades de su interlocutor. La razón última de este diálogo divino-humano está en el mismo ser de Dios: Dios es Amor, lo más propiamente suyo es la relación, primero al interior de la divinidad y luego hacia el exterior. Porque él se manifiesta tal cual es.
Este concepto católico de revelación es relativamente nuevo. Durante mucho tiempo, en el mundo católico, la Revelación se consideraba un cuerpo de verdades doctrinales, contenidas en la Escritura y propuestas por la Iglesia. La fe era así una adhesión intelectual a estas verdades. Si Revelación es “lo que dice la Biblia y la Iglesia propone”, entonces la fe es un conocimiento de verdades. Ahora bien, si Revelación es el acto por el que Dios se da a conocer por medio de su Palabra, acto que manifiesta quién es Dios, entonces la fe es un encuentro con Dios por medio de su Palabra, que es Jesucristo. Este segundo concepto de revelación es el que ha permitido al Magisterio de la Iglesia y a la teología considerar la revelación como un diálogo.
Aparece así una consecuencia importante de cara a la catequesis. Pues si en la fe se trata de conocer las verdades que Dios revela, entonces cabe deducir que tiene fe el que conoce esas verdades. Como esas verdades han encontrado su formulación más elaborada en los dogmas y el Catecismo de la Iglesia, se diría que tiene fe el que conoce estas doctrinas con toda precisión. La catequesis se convierte en un aprendizaje doctrinal. Pero si la fe es un encuentro con Dios por medio de Jesucristo, entonces la predicación y la catequesis deben invitar a este encuentro. Y el mejor modo de realizarlo no es a través de un recitado de fórmulas, sino acercándonos al Evangelio, a la vida de Jesús, a sus hechos y palabras, para acogerlas de todo corazón, meditarlas en la oración, y vivirlas en el amor al prójimo. De este modo podemos tener una experiencia del Espíritu de Jesús y, a través de su Espíritu, conocerle y encontrarle.
La fe es la respuesta del ser humano a la Revelación. Así, pues, según cuál sea el concepto de Revelación, así será la idea que uno se hace de la fe. Podríamos remontarnos más arriba y notar que la Revelación depende de la idea de Dios. A tal Dios, tal Revelación, y a tal Revelación, tal fe. El Islam, por ejemplo, considera a Dios como Señor. Si el Señor quiere manifestar sus designios, lo hace por propia iniciativa y sin tener en cuenta la opinión o deseos de sus súbditos. La Revelación es un monólogo de Dios que manifiesta su voluntad al ser humano. La fe entonces es obediencia a tal Señor. Lo característico de la Revelación cristiana es que Dios se da a conocer en el diálogo que desea tener con nosotros. Una revelación que toma la forma de diálogo supone un Dios que desea establecer relaciones amistosas con el ser humano y, por tanto, un Dios que tiene en cuenta las características, inquietudes, deseos y necesidades de su interlocutor. La razón última de este diálogo divino-humano está en el mismo ser de Dios: Dios es Amor, lo más propiamente suyo es la relación, primero al interior de la divinidad y luego hacia el exterior. Porque él se manifiesta tal cual es.
Este concepto católico de revelación es relativamente nuevo. Durante mucho tiempo, en el mundo católico, la Revelación se consideraba un cuerpo de verdades doctrinales, contenidas en la Escritura y propuestas por la Iglesia. La fe era así una adhesión intelectual a estas verdades. Si Revelación es “lo que dice la Biblia y la Iglesia propone”, entonces la fe es un conocimiento de verdades. Ahora bien, si Revelación es el acto por el que Dios se da a conocer por medio de su Palabra, acto que manifiesta quién es Dios, entonces la fe es un encuentro con Dios por medio de su Palabra, que es Jesucristo. Este segundo concepto de revelación es el que ha permitido al Magisterio de la Iglesia y a la teología considerar la revelación como un diálogo.
Aparece así una consecuencia importante de cara a la catequesis. Pues si en la fe se trata de conocer las verdades que Dios revela, entonces cabe deducir que tiene fe el que conoce esas verdades. Como esas verdades han encontrado su formulación más elaborada en los dogmas y el Catecismo de la Iglesia, se diría que tiene fe el que conoce estas doctrinas con toda precisión. La catequesis se convierte en un aprendizaje doctrinal. Pero si la fe es un encuentro con Dios por medio de Jesucristo, entonces la predicación y la catequesis deben invitar a este encuentro. Y el mejor modo de realizarlo no es a través de un recitado de fórmulas, sino acercándonos al Evangelio, a la vida de Jesús, a sus hechos y palabras, para acogerlas de todo corazón, meditarlas en la oración, y vivirlas en el amor al prójimo. De este modo podemos tener una experiencia del Espíritu de Jesús y, a través de su Espíritu, conocerle y encontrarle.
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