Francisco recibe a los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica
"La palabra de Dios precede a la Biblia y la sobrepasa"
La interpretación de las Sagradas Escrituras no puede ser solamente una labor científica individual, sino que siempre debe ser confrontada, insertada y autenticada con la tradición viva de la Iglesia
Los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica, -que preside el arzobispo Gerhard Ludwig Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe- han sido recibidos esta mañana por el Santo Padre, al final de su asamblea plenaria anual cuyo tema ha sido "Inspiración y verdad en la Biblia".
En el discurso que les ha dirigido, el Papa ha subrayado que ese argumento "atañe no solamente al creyente sino a toda la Iglesia porque la vida y la misión de la Iglesia se fundan sobre la Palabra de Dios, que es el alma de la teología y, a la vez, la inspiradora de la existencia cristiana".
"Las Sagradas Escrituras - ha reafirmado- son el testimonio escrito de la Palabra divina, el memorial canónico que atestigua el acontecimiento de la Revelación. Por lo tanto, la Palabra de Dios precede a la Biblia y la sobrepasa. Por eso el centro de nuestra fe no es solamente un libro, sino una historia de salvación y sobre todo una persona, Jesucristo, la Palabra de Dios que se hizo carne. Precisamente porque el horizonte de la Palabra divina abraza las Escrituras y se extiende más allá de ellas, es necesaria la presencia constante del Espíritu Santo que "guía a toda la verdad". Es necesario situarse en la corriente de la gran Tradición que, con la ayuda del Espíritu Santo y la guía del Magisterio, ha reconocido los escritos canónicos como Palabra dirigida por Dios a su pueblo y no ha cesado nunca de meditarlos y descubrir su riqueza inagotable".
El pontífice ha recordado que el Concilio Vaticano II lo ha reafirmado con claridad en la constitución dogmática "Dei Verbum": "Porque todo lo que se refiere a la interpretación de la Sagrada Escritura, está sometido en última instancia a la Iglesia, que tiene el mandato y el ministerio divino de conservar y de interpretar la palabra de Dios". "De hecho -ha explicado- la Sagrada Escritura es Palabra de Dios en cuanto se le ha dado forma escrita bajo la inspiración del Espíritu Santo; en cambio la sagrada Tradición transmite integralmente la Palabra de Dios, confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo a los apóstoles, a sus sucesores, para que éstos, iluminados por el Espíritu de verdad, con su predicación la conserven con fidelidad, la expliquen y la difundan".
"La interpretación de las Sagradas Escrituras no puede ser solamente una labor científica individual, sino que siempre debe ser confrontada, insertada y autenticada con la tradición viva de la Iglesia. Esta norma es decisiva para precisar la relación correcta y recíproca entre la exegesis y el Magisterio de la Iglesia. Los textos inspirados por Dios han sido confiados a la Comunidad de los creyentes, a la Iglesia de Cristo para alimentar la fe y guiar a la vida de caridad".
El Obispo de Roma se ha despedido de los miembros de la Comisión Bíblica agradeciéndoles su trabajo y manifestando el deseo de que en este Año de la fe, "contribuya a que resplandezca la luz de la Sagrada Escritura en el corazón de los fieles".
Texto completo de la alocución del Papa:
‹ Venerado Hermano, queridos miembros de la Pontificia Comisión Bíblica: ›
‹ Me alegra acogerlos al término de su Asamblea plenaria anual. Agradezco al Presidente, el Arzobispo Gerhard Ludwig Müller, sus palabras de saludo y la concisa exposición del tema que ha sido objeto de atenta reflexión en el curso de sus trabajos. Se han reunido nuevamente para profundizar un argumento muy importante: la inspiración y la verdad de la Biblia. Se trata de un tema que atañe no sólo a cada creyente, sino a la Iglesia entera, puesto que la vida y la misión de la Iglesia se fundan en la Palabra de Dios, que es alma de la teología y, al mismo tiempo, inspiradora de toda la existencia cristiana. ›
‹ Como sabemos, las Sagradas Escrituras son el testimonio en forma escrita, de la Palabra divina, el memorial canónico que atestigua el evento de la Revelación. La Palabra de Dios, por tanto, precede y excede la Biblia. Por esta razón nuestra fe no tiene en el centro sólo un libro, sino una historia de salvación y, sobre todo, a una Persona, Jesucristo, Palabra de Dios hecha carne. Precisamente porque el horizonte de la Palabra divina abraza y se extiende más allá de la Escritura, para comprenderla adecuadamente es necesaria la constante presencia del Espíritu Santo que "guía toda la verdad" (Jn 16, 13). Es necesario colocarse en la corriente de la gran Tradición que, bajo la asistencia del Espíritu Santo y la guía del Magisterio, ha reconocido los escritos canónicos como Palabra que Dios dirige a su pueblo y jamás ha dejado de meditarlos y de descubrir sus inagotables riquezas. El Concilio Vaticano II lo reafirmó con gran claridad en la Constitución dogmática Dei Verbum: "Por que todo lo que se refiere a la interpretación de la Sagrada Escritura, está sometido en última instancia a la Iglesia, que tiene el mandato y el ministerio divino de conservar y de interpretar la Palabra de Dios" (n. 12). ›
‹ Como nos recuerda también la mencionada Constitución conciliar, existe una unidad inseparable entre la Sagrada Escritura y la Tradición, porque ambas provienen de una misma fuente: "Así, pues, la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente unidas y compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma divina fuente, se funden en cierto modo y tienden a un mismo fin. Ya que la Sagrada Escritura es la Palabra de Dios en cuanto se consigna por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo, y la Sagrada Tradición transmite íntegramente a los sucesores de los Apóstoles la Palabra de Dios, a ellos confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo para que, con la luz del Espíritu de la verdad la guarden fielmente, la expongan y la difundan con su predicación; de donde se sigue que la Iglesia no deriva solamente de la Sagrada Escritura su certeza acerca de todas las verdades reveladas. Por eso se han de recibir y venerar ambas con un mismo espíritu de piedad" (Ibíd., 9). ›
‹ Se desprende por tanto que el exégeta debe estar atento a percibir la Palabra de Dios presente en los textos bíblicos colocándolo dentro de la misma fe de la Iglesia. La interpretación de las Sagradas Escrituras no puede ser sólo un esfuerzo científico individual, sino que debe ser siempre confrontada, inserida y autenticada por la tradición viva de la Iglesia. Esta norma es decisiva para precisar la correcta y recíproca relación entre la exégesis y el Magisterio de la Iglesia. Los textos inspirados por Dios han sido confiados a la Comunidad de los creyentes, a la Iglesia de Cristo, para alimentar la fe y guiar la vida de la caridad. El respeto de esta naturaleza profunda de las Escrituras condiciona la misma validez y la eficacia de la hermenéutica bíblica. Esto comporta la insuficiencia de toda interpretación subjetiva o sencillamente limitada a un análisis incapaz de acoger en sí ese sentido global que en el curso de los siglos ha constituido la Tradición del entero Pueblo de Dios, que "in credendo falli nequit" (Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, 12). ›
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